AÑO 4 A 330 A. C

 JESUCRISTO

(4 A. DE J. C. A 330 D. DE J. C.)  
En esta clase de mundo nació Jesucristo. Prácticamente todo lo que se sabe de su vida terrenal puede encontrarse en los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) y en Juan. El Evangelio de Juan describe la naturaleza eterna de Jesús y su existencia preencarnada; Mateo y Lucas dan cuenta de su genealogía humana. Es probable que Mateo dé la genealogía de José mientras que Lucas da la de María.
Sólo Mateo y Lucas relatan el nacimiento y la niñez de Jesús y de Juan el Bautista, el precursor de Jesús. Todos los Evangelios hablan del ministerio de Juan y ven la vida de Cristo desde diferente punto de vista.
El nacimiento de Jesucristo ocurrió aproximadamente el año 4 a. de J.C. Esto significa que Cristo en realidad principió su ministerio público alrededor del 27 d. de J.C., y fue crucificado cerca del año 30 d. de J.C. El ministerio del Señor puede ser dividido convenientemente en siete secciones.
(1) Su ministerio inicial en Judea, descrito principalmente en el Evangelio de Juan, incluye el llamamiento de los primeros discípulos y la primera limpieza del templo.
(2) El gran ministerio en Galilea cubre el principal período de la obra de Cristo, y duró alrededor de un año y medio. Durante este tiempo el Señor fue rechazado en Nazaret, se mudó a Capernaum, escogió los doce apóstoles, presentó el Sermón del monte, y viajó a Galilea tres veces.
(3) Sus diversas retiradas de la presión de las multitudes le dio oportunidad para dar instrucción especial a sus discípulos, para obtener la gran confesión en Cesarea de Filipo, y para la experiencia de la transfiguración.
(4) Su ministerio posterior en Judea se extendió por cerca de tres meses, y es descrito por Lucas y Juan. Está centrado en la asistencia de Jesús y sus discípulos a la fiesta de los tabernáculos y dedicación en Jerusalén.
(5) Su breve ministerio en Perea es narrado por los cuatro Evangelios y está caracterizado por los milagros finales, las parábolas y las profecías de su resurrección.
(6) La última semana en Jerusalén es tratada con todo detalle por el Evangelio de Juan. Empieza con la entrada triunfal y termina con la crucifixión.
(7) El ministerio después de la resurrección de Jesús, que duró cerca de cuarenta días antes de su ascensión, marca el fin de la narración del Evangelio.
Las enseñanzas de Jesús son notables tanto en su método como en su contenido. El hizo llegar la verdad por medio de parábolas, preguntas, discursos y debates. El propósito y la persona de Dios fueron revelados en la vida y las enseñanzas de Cristo. El amor debe ser el tema dominante de la vida cristiana: Por el amor de Dios a los hombres. Cristo murió en la cruz por los pecados de los hombres; por la confianza personal en Cristo, el hombre puede recibir el nacimiento de arriba y obtener la vida eterna.
El poder conquistador de la cruz y el triunfo final del reino de Dios eran centrales en las enseñanzas de Cristo. El estableció su iglesia, un cuerpo local autónomo donde dos o tres reunidos en oración pueden encontrar su presencia y su poder.
Después de la muerte y ascensión de Cristo, los discípulos a los que él había escogido e instruido, emprendieron la aparentemente imposible tarea contenida en la Gran Comisión. Pese a los esfuerzos de muchas otras religiones por atraer a los hombres, el cristianismo empezó a crecer como una semilla de mostaza. Desde un punto de vista humano, pueden darse muchas razones para explicar este tremendo desarrollo.
(1) El paganismo estaba en bancarrota y no podía responder a los corazones hambrientos.
(2) La gran agitación de religiones de todas clases, clamando por devotos, no podía compararse con la revelación de Dios en Cristo.
(3) Cada cristiano se convirtió en misionero; el fuego sagrado saltó de amigo a amigo.
(4) Los cristianos tenían la candente convicción de que sólo Cristo podía salvar al mundo perdido que los rodeaba, y que puesto que el regreso de Cristo era inminente, no había tiempo que perder.
Los setenta años de crecimiento cristiano desde la muerte de Cristo hasta la del último apóstol, pueden ser divididos en tres períodos.

EL PERÍODO DE EXPANSIÓN MISIONERA

(45-68 D. DE J.C.)
Bajo la dirección del Espíritu Santo se inició una nueva dirección en el testimonio, con el principio de los viajes misioneros de Pablo y Bernabé.
Pablo es la figura central en cuando menos tres grandes viajes misioneros entre los años 45 y 58, hasta que fue apresado en el templo de Jerusalén.
Durante esos trece años él escribió dos cartas a la iglesia de Tesalónica, dos a la de Corinto, una a los gálatas, y una a los romanos. Después de su prisión en Roma en el año 61 d. de J.C., él escribió las cartas conocidas como Filemón, Colosenses, Efesios, y Filipenses. Probablemente fue puesto en libertad por cuatro o cinco años, pero no se conoce el límite de sus viajes durante este tiempo.
Sus dos cartas conocidas como 1ª Timoteo y Tito, fueron escritas durante este tiempo. La tradición sugiere que él pudo haber ido hasta España en un viaje. Fue puesto prisionero otra vez en Roma alrededor del año 67. Inmediatamente antes de su muerte a manos de Nerón, escribió 2 Timoteo.
Es muy posible que la tradición sea correcta al hablar de una extensa actividad misionera desplegada por otros apóstoles, pero tales relatos son muy pobres y muy lejanos de la ocasión para ser de mucho valor. Es sabido que la actividad misionera de Pablo da cuenta de la fundación de prácticamente todos los centros cristianos importantes del primer siglo. A través de sus esfuerzos se establecieron iglesias en algunas de las ciudades más fuertes del imperio.
Entre el primero y el segundo viajes misioneros, Pablo y Silas asistieron a un concilio en Jerusalén (alrededor del año 50). Santiago presidió la reunión, y varios discutieron el asunto de si un hombre necesita hacerse judío primero para ser cristiano. Después de que varios hubieron hablado, incluyendo al apóstol Pedro, Santiago dio su decisión de que cualquier gentil podía encontrar la salvación por la simple fe en Cristo, sin pasar por el judaísmo.
Durante este período, que se cierra con la muerte del apóstol Pablo en Roma el año 68 d. de J.C., se escribieron otros nueve libros que son parte del Nuevo Testamento. Ellos fueron Santiago, Marcos, Mateo, Lucas, Hechos, 1 Pedro, Judas, 2 Pedro, y Hebreos, posiblemente en ese orden.

EL PERIODO DE TESTIMONIO LOCAL

(30 A 45 D. DE J.C.)
Los primeros doce capítulos de Hechos describen la historia del movimiento cristiano durante los primeros quince años después de la muerte y resurrección de Cristo. El Espíritu Santo fue dado de acuerdo con la promesa de Cristo, para dar poder para testificar en un mundo hostil, para traer la presencia de Cristo, para dar comunión y fortaleza y para dar la dirección de Cristo al iniciar movimientos importantes.
En Pentecostés fueron salvados hombres de todas partes del mundo, e indudablemente regresaron a sus propias ciudades a establecer iglesias cristianas. La persecución, la necesidad, y las disputas internas, eran sólo obstáculos temporales (ver Hechos 3-6).
El martirio de Esteban marca un punto decisivo en dos respectos: empezó la persecución que sacó a los cristianos de Jerusalén hacia Judea y Samaria llevando su testimonio; y movió profundamente a Saulo el perseguidor, hacia una conversión personal a Cristo.
El testimonio local se extendió por la predicación de Pedro a los gentiles (por lo que se le pidió dar una explicación ante la iglesia de Jerusalén), la fundación de la iglesia gentil de Antioquía, y por el martirio de Jacobo, el hijo de Zebedeo. La conversión de Saulo, su preparación para el servicio, y su ministerio en Antioquía, proveen el fondo para la segunda etapa del desarrollo cristiano.

MARTIRES

I ESTEBAN

Esteban fue el siguiente en padecer. Su muerte fue ocasionada por la fidelidad con la que predicó el Evangelio a los entregadores y matadores de Cristo. Fueron excitados ellos a tal grado de furia, que lo echaron fuera de la ciudad, apedreándolo hasta matarlo. La época en que sufrió se supone generalmente como la pascua posterior a la de la crucifixión de nuestro Señor, y en la época de Su ascensión, en la siguiente primavera.
A continuación se suscitó una gran persecución contra todos los que profesaban la creencia en Cristo como Mesías, o como profeta. San Lucas nos dice de inmediato que «en aquel día se hizo una grande persecución en la iglesia que estaba en Jerusalén», y que «todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles». Alrededor de dos mil cristianos, incluyendo Nicanor, uno de los siete diáconos, padecieron el martirio durante «la tribulación que sobrevino en tiempo de Esteban».

II. JACOBO EL MAYOR

El siguiente mártir que encontramos en el relato según San Lucas, en la Historia de los Hechos de los Apóstoles, es Jacobo hijo de Zebedeo, hermano mayor de Juan y pariente de nuestro Señor, porque su madre Salomé era prima hermana de la Virgen María. No fue hasta diez años después de la muerte de Esteban que tuvo lugar este segundo martirio. Ocurrió que tan pronto como Herodes Agripa fue designado gobernador de Judea que, con el propósito de congraciarse con los judíos, suscitó una intensa persecución contra los cristianos, decidiendo dar un golpe eficaz, y lanzándose contra sus dirigentes.
No se debería pasar por alto el relato que da un eminente escritor primitivo, Clemente de Alejandría. Nos dice que cuando Jacobo estaba siendo conducido al lugar de su martirio, su acusador fue llevado al arrepentimiento, cayendo a sus pies para pedirle perdón, profesándose cristiano, y decidiendo que Jacobo no iba a recibir en solitario la corona del martirio. Por ello, ambos fueron decapitados juntos. Así recibió resuelto y bien dispuesto el primer mártir apostólico aquella copa, que él le había dicho a nuestro Salvador que estaba dispuesto a beber. Timón y Parmenas sufrieron el martirio alrededor del mismo tiempo; el primero en Filipos, y el segundo en Macedonia. Estos acontecimientos tuvieron lugar el 44 d.C.

III. FELIPE

Nació en Betsaida de Galilea, y fue llamado primero por el nombre de «discípulo». Trabajó diligentemente en Asia Superior, y sufrió el martirio en Heliópolis, en Frigia. Fue azotado, echado en la cárcel, y después crucificado, en el 54 d.C.

IV. MATEO

Su profesión era recaudador de impuestos, y había nacido en Nazaret. Escribió su evangelio en hebreo, que fue después traducido al griego por Jacobo el Menor. Los escenarios de sus labores fueron Partía y Etiopía, país en el que sufrió el martirio, siendo muerto con una alabarda en la ciudad de Nadaba en el año 60 d.C.  

V. JACOBO EL MENOR

Algunos suponen que se trataba del hermano de nuestro Señor por una anterior mujer de José. Esto es muy dudoso, y concuerda demasiado con la superstición católica de que María jamás nunca tuvo otros hijos más que nuestro Salvador. Fue escogido para supervisar las iglesias de Jerusalén, y fue autor de la Epístola adscrita a Jacobo, o Santiago, en el canon sagrado. A la edad de noventa y nueve años fue golpeado y apedreado por los judíos, y finalmente le abrieron el cráneo con un garrote de batanero.

VI. MATÍAS

De él se sabe menos que de la mayoría de los discípulos; fue escogido para llenar la vacante dejada por Judas. Fue apedreado en Jerusalén y luego decapitado.

VII. ANDRÉS

Hermano de Pedro, predicó el evangelio a muchas naciones de Asia; pero al llegar a Edesa fue prendido y crucificado en una cruz cuyos extremos fueron fijados transversalmente en el suelo. De ahí el origen del término de Cruz de San Andrés.

VIII. SAN MARCOS

Nació de padres judíos de la tribu de Leví. Se supone que fue convertido al cristianismo por Pedro, a quien sirvió como amanuense, y bajo cuyo cuidado escribió su Evangelio en griego. Marcos fue arrastrado y despedazado por el populacho de Alejandría, en la gran solemnidad de su ídolo Serapis, acabando su vida en sus implacables manos.

IX. PEDRO

Entre muchos otros santos, el bienaventurado apóstol Pedro fue condenado a muerte y crucificado, como algunos escriben, en Roma; aunque otros, y no sin buenas razones, tienen sus dudas acerca de ello. Hegesipo dice que Nerón buscó razones contra Pedro para darle muerte; y que cuando el pueblo se dio cuenta, le rogaron insistentemente a Pedro que huyera de la ciudad. Pedro, ante la insistencia de ellos, quedó finalmente persuadido y se dispuso a huir.
Pero, llegando a la puerta, vio al Señor Cristo acudiendo a él, a quien, adorándole, le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?» A lo que él respondió: «A ser de nuevo crucificado». Con esto, Pedro, dándose cuenta de que se refería a su propio sufrimiento, volvió a la ciudad. Jerónimo dice que fue crucificado cabeza abajo, con los pies arriba, por petición propia, porque era, dijo, indigno de ser crucificado de la misma forma y manera que el Señor.

X. PABLO

También el apóstol Pablo, que antes se llamaba Saulo, tras su enorme trabajo y obra indescriptible para promover el Evangelio de Cristo, sufrió también bajo esta primera persecución bajo Nerón. Dice Abdías que cuando se dispuso su ejecución, que Nerón envió a dos de sus caballeros, Ferega y Partemio, para que le dieran la noticia de que iba a ser muerto.
Al llegar a Pablo, que estaba instruyendo al pueblo, le pidieron que orara por ellos, para que ellos creyeran. Él les dijo que poco después ellos creerían y serían bautizados delante de su sepulcro. Hecho esto, los soldados llegaron y lo sacaron de la ciudad al lugar de las ejecuciones, donde, después de haber orado, dio su cuello a la espada. XI. Judas Hermano de Jacobo, era comúnmente llamado Tadeo. Fue crucificado en Edesa el 72 d.C.

EL PERÍODO DEL CRECIMIENTO OCCIDENTAL

(68-100 D. DE J.C.)
Después de la muerte de Pablo el centro de la fuerza cristiana se cambió hacia la sección occidental del área mediterránea. Aunque el material de este período es escaso, no es difícil encontrar razones para alimentar la tradición del movimiento occidental. Alrededor del año 66 estalló la guerra judía en Palestina, resultando en la completa destrucción de Jerusalén el año 70, a manos de Tito el romano.
Esta catástrofe marcó el fin del templo de Herodes y de los sacrificios de los judíos; al mismo tiempo desarraigó la iglesia cristiana de Jerusalén y esparció a la gente.
¿En qué dirección debía moverse la cristiandad? La tradición dice que el apóstol Juan fue a Éfeso cerca del tiempo en que Jerusalén fue destruida. Esto es admisible, puesto que el movimiento más lógico sería hacia los grandes centros eclesiásticos en occidente establecidos por el apóstol Pablo. En la literatura posterior aparecen aquí y allá indicios de que los cristianos pudieron haberse ido a todas partes del mediterráneo occidental.
La tradición del cristianismo en Bretaña es muy antigua. Tal vez uno de los soldados encadenados al apóstol Pablo fuera ganado por él para Cristo y después fuera transferido a la guarnición en Bretaña, y allí testificaría y organizaría una iglesia cristiana. Posiblemente una situación parecida enviaría las buenas nuevas a Europa Central, al Norte de África, y a todas partes, hasta las orillas del imperio romano.
Los eruditos conservadores atribuyen cinco libros de este período al apóstol Juan. Escritos por un “hijo del trueno”, estos libros contienen advertencias contra el cristianismo diluido tanto como contra el menosprecio de la humanidad y de la deidad de Cristo. Los defensores de tales opiniones heréticas no pueden ser identificados, pero su presencia es significativa en vista de la aparición de esas mismas aberraciones doctrinales en el siguiente siglo. Aparentemente Juan fue desterrado a la isla de Patmos desde Éfeso, durante la fuerte persecución del emperador romano Domiciano (81-96). El libro de Apocalipsis, que desafía el esfuerzo romano por obligar a los cristianos a adorar al emperador romano, fue escrito al fin de la década del período apostólico.

XII. BARTOLOMÉ

Predicó en varios países, y habiendo traducido el Evangelio de Mateo lenguaje de la India, lo propagó en aquel país. Finalmente fue cruelmente azotado y luego crucificado por los agitados idólatras.

XIII. TOMÁS

Llamado Dídimo, predicó el Evangelio en Partía y la India, donde, provocar a los sacerdotes paganos a ira, fue martirizado, atravesado con lanza.

XIV. LUCAS

El evangelista, fue autor del Evangelio que lleva su nombre. Viajó con por varios países, y se supone que fue colgado de un olivo por los idolátricos sacerdotes de Grecia.

XV. SIMÓN

De sobrenombre Zelota, predicó el Evangelio en Mauritania, África, incluso en Gran Bretaña, país en el que fue crucificado en el 74 d.C.

XVI. JUAN

El «discípulo amado» era hermano de Jacobo el Mayor. Las iglesias Esmirna, Pérgamo, Sardis, Filadelfia, Laodicea y Tiatira fueron fundadas él. Fue enviado de Éfeso a Roma, donde se afirma que fue echado en un caldero de aceite hirviendo. Escapó milagrosamente, sin daño alguno. Domiciano desterró posteriormente a la isla de Patmos, donde escribió el
Libro Apocalipsis. Nerva, el sucesor de Domiciano, lo liberó. Fue el único apóstol que escapó una muerte violenta.

XVII. BERNABÉ

Era de Chipre, pero de ascendencia judía. Se supone que su muerte tu lugar alrededor del 73 d.C. Y a pesar de todas estas continuas persecuciones y terribles castigos, la Iglesia crecía diariamente, profundamente arraigada en la doctrina de apóstoles y de los varones apostólicos, y regada abundantemente con la sangre de los santos. Las diez primeras persecuciones La primera persecución de la Iglesia tuvo lugar en el año 67, bajo Nerón, el sexto emperador de Roma. Este monarca reinó por el espacio de cinco años de una manera tolerable, pero luego dio rienda suelta al mayor desenfreno y a las más atroces barbaridades.
Entre otros caprichos diabólicos, ordenó que la ciudad de Roma fuera incendiada, orden que fue cumplida por sus oficiales, guardas y siervos. Mientras la ciudad imperial estaba en llamas, subió a la torre de Mecenas, tocando la lira y cantando el cántico del incendio de Troya, declarando abiertamente que «deseaba la ruina de todas las cosas antes de su muerte». Además del gran edificio del Circo, muchos otros palacios y casas quedaron destruidos; varios miles de personas perecieron en las llamas, o se ahogaron en el humo, o quedaron sepultados bajo las ruinas. Este terrible incendio duró nueve años.
Cuando Nerón descubrió que, su conducta era intensamente censurada, y que era objeto de un profundo odio, decidió inculpar a los cristianos, a la vez para excusarse para aprovechar la oportunidad para llenar su mirada con nuevas crueldades. Esta fue la causa de la primera persecución; y las brutalidades cometidas contra los cristianos fueron tales que incluso movieron a los mismos romanos a compasión. Nerón incluso refinó sus crueldades e inventó todo tipo de castigos contra los cristianos que pudiera inventar la más infernal imaginación.
En particular, hizo que algunos fueran cosidos en pieles de animales silvestres, antojándolos a los perros hasta que expiraran; a otros los vistió de camisas atiesadas con cera, atándolos a postes, y los encendió en sus jardines, para iluminarlos. Esta persecución fue general por todo el Imperio Romano; pero más bien aumentó que disminuyó el espíritu del cristianismo. Fue durante esta persecución que fueron martirizados San Pablo y San Pedro. A sus nombres se pueden añadir Erasto, tesorero de Corinto; Aristarco, el macedonio, y Trófimo, de Éfeso, convertido por San Pablo y su colaborador, así como José, comúnmente llamado Barsabás, y Ananías, obispo de Damasco; cada uno de los Setenta.
Es muy importante haber visto este estudio básico anterior, para  Poder visualizar todo el panorama de la historia cristiana, sus doctrinas  Y mensajes según su tiempo El Nuevo Testamento, apto para las condiciones actuales; El Antiguo y el Nuevo Testamento; La iglesia de Cristo y las iglesias de Dios; El libro de los Hechos establece un modelo para la práctica presente; Hechos que guardan relación con sucesos posteriores; El día de Pentecostés y la formación de iglesias; Las sinagogas; Las sinagogas y las iglesias; La Diáspora judía difunde el conocimiento de Dios; Las iglesias primitivas formadas por los judíos.
Los judíos rechazan a Cristo; La religión judía, la filosofía griega y el Imperio Romano se oponen a las iglesias; Conclusión de las Sagradas Escrituras; Los escritos posteriores; Epístola de Clemente a los corintios; Ignacio; Los últimos vínculos con los tiempos del Nuevo Testamento; El bautismo y la Cena del Señor; Crecimiento de una casta clerical; Orígenes; Cipriano; Novaciano; Los diferentes tipos de iglesias; Los montanistas; Los marcionistas; Persistencia de las iglesias primitivas; Los cátaros; Los novacianos; Los donatistas; Los maniqueos; Epístola a Dionisio; El Imperio Romano persigue a la iglesia; Constantino establece la libertad de religión; La iglesia vence al mundo.
El Nuevo Testamento es el digno cumplimiento del Antiguo. Es el único fin legítimo hacia el cual podían señalar la Ley y los profetas. Este no se deshace de ellos, sino que los enriquece por medio de cumplirlos y sustituirlos. Además, lleva implícito un carácter de perfección, y no presenta el comienzo rudimentario de una nueva era que requerirá constantes modificaciones y cambios para suplir las necesidades de los tiempos cambiantes, sino que es una revelación apta para todos los hombres de todos los tiempos. Jesucristo no nos pudiera haber sido revelado de mejor manera que como lo hacen los cuatro Evangelios. Tampoco las consecuencias o doctrinas que se desprenden de los hechos de su muerte y resurrección no pudieran haber sido enseñadas de una manera más correcta que como lo hacen las Epístolas.
El Antiguo Testamento registra la formación e historia de Israel, pueblo mediante el cual Dios se manifestó al mundo hasta la llegada de Cristo. El Nuevo Testamento revela la iglesia de Cristo, la cual consta de todos los que han nacido de nuevo por medio de la fe en el Hijo de Dios, llegando así a ser partícipes de la vida divina y eterna (véase Juan 3.16).
Este cuerpo, la iglesia entera de Cristo, no puede ser visto, ni puede obrar en un solo lugar debido a que muchos de sus miembros ya están con Cristo y otros están dispersos por todo el mundo. El mismo está llamado a darse a conocer y llevar su testimonio en la forma de iglesias de Dios en distintos lugares y en diferentes épocas. Cada una de estas iglesias está compuesta por aquellos discípulos del Señor Jesucristo que, en el lugar donde viven, se congregan en su nombre.
A ellos les es prometida la presencia del Señor y les es dada la manifestación del Espíritu Santo de distintas maneras por medio de todos sus miembros (véase Mateo 18.20; 1 Corintios 12.7).
Cada una de estas iglesias tiene una relación directa con el Señor, recibe su autoridad de él, y es responsable ante él (véase Apocalipsis 2–3). No existe evidencia alguna de que una iglesia deba controlar a otra o de que deba existir alguna unión organizada entre las mismas. Sin embargo, a todas ellas las une una hermandad personal íntima (véase Hechos 15.36).

UN MODELO PERMANENTE

El objetivo fundamental de las iglesias es dar a conocer al mundo entero el Evangelio o las buenas nuevas de salvación. Esto fue el mandato del Señor antes de su ascensión. A la vez prometió dar el Espíritu Santo como el poder mediante el cual debe llevarse a cabo esta misión (véase Hechos 1.8).
Los sucesos en la historia de las iglesias en el tiempo de los apóstoles han sido seleccionados y registrados en el libro de los Hechos de manera que establezcan un modelo permanente para las iglesias de todos los tiempos. El desviarse de este modelo ha traído consigo consecuencias desastrosas, y todo avivamiento y restauración se ha debido, al menos en parte, a un regreso a este modelo y a los principios que aparecen en las Escrituras.
La siguiente narración de algunos sucesos posteriores, compilada con información de varios escritores, muestra que ha habido una sucesión continua de iglesias compuestas por creyentes cuyo objetivo principal ha  sido actuar sobre la base de las enseñanzas del Nuevo Testamento.
Esta sucesión no necesariamente se ha encontrado en un lugar determinado, ya que a menudo tales iglesias han sido dispersadas o se han degenerado, pero han surgido otras similares en otros lugares. El modelo aparece descrito tan claramente en las Escrituras que ha hecho posible el surgimiento de iglesias de este tipo en otros lugares y entre creyentes que no sabían que otros discípulos antes que ellos habían tomado el mismo sendero, o no sabían que había otros en su mismo tiempo, pero en otras partes del mundo. En la narración se menciona cualquier suceso relacionado con la historia en general siempre y cuando la relación contribuya a lograr una mejor comprensión de las iglesias descritas.
También se hace referencia a algunos movimientos espirituales que si bien no condujeron a la formación de iglesias basadas en el modelo del Nuevo Testamento, sí arrojaron la luz sobre aquellos que resultaron en la fundación de iglesias de este tipo.

A PARTIR DE PENTECOSTÉS HUBO UNA RÁPIDA DIFUSIÓN DEL EVANGELIO.

La gran cantidad de judíos, que lo escucharon en la fiesta en Jerusalén cuando fue predicado por primera vez, llevaron las buenas nuevas a las diferentes naciones de su dispersión. Aunque es sólo de los viajes misioneros del apóstol Pablo que el Nuevo Testamento ofrece una descripción pormenorizada, los otros apóstoles también viajaron ampliamente  predicando y fundando iglesias en extensas áreas. Todos los que creyeron se convirtieron en testigos para Cristo: “Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio” (Hechos 8.4).
La práctica de fundar iglesias donde hubiera creyentes, aunque fueran pocos, le dio permanencia a la obra y, como desde el principio cada iglesia fue enseñada a depender del Espíritu Santo y a ser responsable ante Cristo, estas se convirtieron en centros para la propagación de la Palabra de vida. Por ello, a la iglesia recién fundada de los tesalonicenses se le dijo: “Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor” (1 Tesalonicenses 1.8).
Aunque cada iglesia era independiente de cualquier organización o asociación de iglesias, se mantuvo una relación íntima con otras iglesias; relación esta que era continuamente revitalizada por las visitas frecuentes de hermanos que ministraban la Palabra de Dios (véase Hechos 15.36).
Las reuniones tenían lugar en casas privadas, en cualquier recinto disponible o al aire libre, sin requerir de ninguna instalación en específico.1 Esta atracción de todos los miembros hacia el servicio, esta movilidad y unidad no organizada, permitiendo una variedad que sólo enfatizaba la unión de una vida común en Cristo y la permanencia del mismo Espíritu Santo, preparó a las iglesias para sobrevivir a la persecución y llevar a cabo su comisión de llevar a todo el mundo el mensaje de salvación.

LAS SINAGOGAS

La primera predicación del Evangelio fue hecha por judíos a los judíos, y el lugar donde frecuentemente se desarrolló fue en las sinagogas.
El sistema de sinagogas es el medio simple y eficaz a través del cual el concepto de nacionalidad y unidad religiosa de los judíos han sido preservados a través de los siglos de su dispersión entre las naciones. El centro de la sinagoga es el Antiguo Testamento, y el poder de las Escrituras y de la sinagoga se muestra en el hecho de que la Diáspora judía no ha podido ser extinguida ni absorbida por las naciones.
Los objetivos fundamentales de la sinagoga eran la lectura de las Escrituras, la enseñanza de sus preceptos y la oración; y sus orígenes se remontan a los tiempos antiguos. En el Salmo 74.4, 8 aparece el lamento: “Tus enemigos vociferan en medio de tus asambleas. Han quemado todas las sinagogas de Dios en la tierra”.
Se dice que Esdras, a su regreso del cautiverio, organizó más las sinagogas, y la posterior dispersión de los judíos hizo que las sinagogas tomaran aun más importancia. Cuando el Templo, el centro judío, fue destruido por los romanos, las sinagogas, que ya se encontraban ampliamente diseminadas, demostraron ser una unión indestructible, sobreviviendo a todas las persecuciones que siguieron.
En el centro de cada sinagoga hay un arca en la cual se mantienen las Escrituras, y al lado de esta se encuentra la tribuna desde donde se leen.
El intento dirigido por Bar-cocheba (135 d. de J.C.) fue uno de los tantos esfuerzos hechos para librar a Judea del yugo romano. Si bien por un corto período de tiempo pareció tener algún éxito, fracasó como los demás, y sólo trajo consigo un terrible castigo sobre los judíos. Aunque el uso de la fuerza fracasó en sus intentos por liberarlos, fue su acercamiento en torno a las Escrituras como su centro lo que evitó su desaparición.
Resulta, pues, evidente la semejanza y relación existente entre las sinagogas y las iglesias. Jesús se convirtió en el centro de cada una de las iglesias dispersas por todo el mundo, al decir: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18.20).

ADEMÁS, ÉL LES PROVEYÓ LAS ESCRITURAS PARA QUE FUERAN SU GUÍA INALTERABLE.

Por esta razón ha resultado imposible exterminar las iglesias. Cuando en un lugar han sido destruidas han aparecido en otros lugares.
Los judíos de la Diáspora2 desarrollaron un gran celo por dar a conocer al Dios verdadero entre los paganos, y una gran cantidad de los paganos se convirtió al Señor por medio de sus testimonios. En el siglo III a. de J.C., se logró la traducción de las Escrituras del idioma hebreo al griego en la Versión Septuaginta, y teniendo en cuenta que el idioma griego fue en aquel tiempo, como más adelante, el medio principal de comunicación entre los pueblos de diferentes idiomas, la Septuaginta resultó ser un medio inestimable mediante el cual las naciones gentiles podían llegar a conocer las Escrituras del Antiguo Testamento. Provistos de este aporte, los judíos usaron tanto las sinagogas como las oportunidades que les brindaba el comercio para llevar a cabo su misión.
Jacobo, el hermano del Señor, dijo: “Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo” (Hechos 15.21). Es por esto que muchos, tanto griegos como ciudadanos de otras naciones, fueron atraídos por las sinagogas. Muchos de ellos, cargados de pecados y opresiones resultantes del paganismo, confundidos e insatisfechos por sus filosofías, llegaron a conocer al único Dios verdadero al escuchar la Ley y los profetas. El comercio también vinculó a los judíos a toda clase de personas y ellos aprovecharon esto diligentemente para difundir el conocimiento de Dios.
En este tiempo, por ejemplo, un gentil buscador de la verdad escribe que él había decidido no ser partidario de ninguna de las principales tendencias filosóficas del momento, ya que dichosamente un judío comerciante de lino que había llegado hasta Roma, le había dado a conocer al Dios verdadero de la manera más sencilla.
En las sinagogas había libertad para ministrar. Jesús acostumbraba enseñar en ellas: “Y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer” (Lucas 4.16). Cuando Bernabé y Pablo llegaron a Antioquía de Pisidia, ambos fueron a la sinagoga y se sentaron  allí. “Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad” (Hechos 13.15).
Cuando vino Cristo el Mesías, el cumplimiento de las esperanzas y el testimonio de todo el pueblo de Israel, un gran número de judíos y prosélitos religiosos creyeron en él, y las primeras iglesias fueron fundadas entre ellos. Pero los gobernantes del pueblo teniendo envidia de la prometida Simiente de Abraham, el principal hijo de David, y celosos de la inclusión y bendición de los gentiles como lo anunciaba el Evangelio rechazaron a su Rey y Redentor, persiguieron a sus discípulos, y continuaron en sus caminos de tristeza, sin el Salvador que era, para ellos primeramente, la expresión misma del amor y del poder salvador de Dios para con los hombres.
Puesto que la iglesia se formó inicialmente entre los círculos judíos, los judíos fueron precisamente sus primeros adversarios. Pero la iglesia creció y se extendió, y cuando los gentiles se convirtieron a Cristo, la iglesia entró en conflicto con las ideas griegas y con el poder romano.
Encima de la cruz de Cristo su acusación fue escrita en hebreo, griego y latín (véase Juan 19.20). Y fue en el marco del poder político y espiritual representado por estos idiomas que la iglesia comenzó a padecer y también a ganar sus primeros trofeos.
La religión judía afectó a la iglesia no sólo en la forma de ataques físicos, sino además, y más permanentemente, al imponerle a los cristianos la Ley.
Es por ello que escuchamos a Pablo en la Epístola a los gálatas, protestando contra tales ideas retrógradas: “El hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo” (Gálatas 2.16). Del libro de los Hechos y la Epístola a los gálatas podemos apreciar que el primer peligro serio que amenazó a la iglesia cristiana fue el de estar confinada dentro de los límites de una secta judía y perder por ellos su poder y libertad de llevar al mundo entero el conocimiento de la salvación de Dios en Cristo.

LA FILOSOFIA GRIEGA

La filosofía griega, en su búsqueda de alguna teoría acerca de Dios, alguna explicación de los fenómenos de la naturaleza y de alguna norma de conducta, no dejó escapar a ninguna de las religiones y especulaciones que venían lo mismo de Grecia, Roma, África o Asia. Una gnosis o “conocimiento”, un sistema filosófico tras otro surgía y se convertía en el tema de  discusión candente.
La mayoría de los sistemas gnósticos se formaron tomando prestado de una gran variedad de fuentes. Combinaban las enseñanzas y prácticas paganas con las judías, y posteriormente con las cristianas. Los mismos exploraban los “misterios” que eran accesibles solamente para los “iluminados”, y que iban más allá de las formas externas de las religiones paganas. A menudo enseñaban la existencia de dos dioses o principios: Luz, y el otro Tinieblas; o sea, el Bien y el Mal.
En su opinión, la materia y las cosas materiales eran productos del Poder de las Tinieblas y estaban bajo su control, mientras que atribuían las cosas espirituales al dios superior. Estas especulaciones y filosofías crearon las bases para la formación de muchas herejías que desde sus inicios invadieron la iglesia cristiana, las cuales ya eran combatidas por los escritos tardíos del Nuevo Testamento, especialmente los de Pablo y Juan.
Las medidas tomadas para hacer frente a estos ataques y preservar una unidad de doctrina afectaron a la iglesia aun más que las propias herejías, debido a que estas medidas fueron responsables en gran parte del rápido crecimiento del poder y control del episcopal junto al sistema clerical que tan pronto en la historia y de manera tan grave comenzó a modificar el carácter de las iglesias.
Poco a poco el Imperio Romano fue arrastrado hacia un ataque contra las iglesias; ataque que más adelante dedicó todo su poder y recursos a la aniquilación y destrucción de las mismas. Fue así como aproximadamente en el año 65 fue ejecutado el apóstol Pedro, y unos años más tarde, el apóstol Pablo. La destrucción de Jerusalén por los romanos (70 d. de J.C.) acentuó el hecho de que a las iglesias no les es dada ninguna cabeza o centro visible en la tierra. Luego el apóstol Juan, al escribir su Evangelio, sus epístolas y el Apocalipsis, llevó las Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento a una conclusión, una conclusión digna de todo lo que había tenido lugar anteriormente.
Existe una diferencia notable entre el Nuevo Testamento y los escritos del mismo período y de períodos posteriores que no están incluidos en la lista o canon de las Escrituras inspiradas. Aunque es fácil notar lo bueno que contienen estos escritos posteriores, su inferioridad es inequívoca. Si bien exponen las Escrituras, defienden la verdad, refutan errores y exhortan a los discípulos, también manifiestan El creciente alejamiento de los principios divinos del Nuevo Testamento, lo cual ya había comenzado en los tiempos de la iglesia apostólica y se acentuó rápidamente más tarde. Escrita en el transcurso de la vida del apóstol Juan, La primera epístola de Clemente a los corintios ofrece una panorámica de las iglesias en las postrimerías del período apostólico.

INTRODUCCIÓN AL PERÍODO

(100-313 d. de J.C.)
La historia del cristianismo entre los años 100 y 325 revela un período de extremo peligro para el movimiento. Dos peligros lo enfrentaban:
(1) hostilidad y violencia del gobierno pagano;
(2) corrupción y división interna.
Del exterior el principal peligro venía del Imperio Romano. Al terminar la era apostólica (año 100 d. de J.C.), los emperadores romanos consideraron el cristianismo como proscrito. Esto significaba la muerte para el que se llamara cristiano. En dos ocasiones durante el período, se hicieron esfuerzos determinados para exterminar el cristianismo por todo el mundo. El alivio vino cuando Constantino abrazó la causa cristiana  tal vez por motivos políticos y luchó por el puesto de emperador absoluto en 323. El período se cierra con el primer concilio mundial de cristianos en Nicea en 325, cuando el cristianismo empezó a crecer en una nueva dirección.
Dentro del cristianismo el peligro de corrupción y división surgió de su íntima relación con los movimientos paganos y judíos. El cristianismo era influido internamente por su ambiente. Algunas veces la reacción para combatir la herejía era tan dañina como la corrupción.
Este período se discute en tres capítulos uno que describe la lucha contra las fuerzas externas, uno que describe la lucha contra la corrupción interna, y uno que resume la condición del cristianismo en el año 325.

PUNTOS DE ESPECIAL INTERÉS

Diversos asuntos podrían atraer la atención y el interés del estudiante en el estudio de este período. Debe notarse la clase de reacción mostrada por los cristianos cuando eran perseguidos ninguna acción militar como la de los judíos; ningún compromiso general de los principios con el gobierno pagano, sino el despliegue de una literatura eficiente para iluminar a los perseguidores, y la manifestación de la fortaleza cristiana y de un constante testimonio.
Debe notarse también la infiltración gradual del error, como puede verse en los escritos del segundo siglo. No puede señalarse un cambio violento, pero el vocabulario cristiano empezó a tomar un nuevo significado y a crecer rápidamente, marcando cambios radicales al modelo del Nuevo Testamento e innovaciones en todas las áreas cristianas. Debe pesarse cuidadosamente la influencia de los diversos partidos en el ambiente pagano, notando la transferencia de ideas.

CLEMENTE

AÑO 30—100 D. D J. C
Clemente fue un anciano de la iglesia en Roma. Él había visto a los apóstoles Pedro y Pablo, a cuyos martirios se refiere en esta carta que comienza: “De la iglesia de Dios en Roma a la iglesia de Dios en Corinto”. En esta epístola Clemente habla de las persecuciones a las que ellos se enfrentaron empleando un tono de victoria. Por ejemplo, escribe de “mujeres, siendo perseguidas” que, “luego de haber padecido tormentos indecibles, concluyeron el curso de su fe con firmeza y, aunque débiles físicamente, recibieron una noble recompensa”. El tono empleado en su epístola es muy humilde. El escritor dice:
“Les escribimos no para simplemente recordarles sus deberes, sino también para recordárnoslos a nosotros mismos”. Además aparecen alusiones frecuentes al Antiguo Testamento y a su valor como sombra o tipo, así como muchas citas del Nuevo Testamento. La esperanza del regreso del Señor es un tema constante a través de su epístola. También les recuerda el camino de la salvación, el cual no está en la sabiduría o en las buenas obras, sino en la fe; y agrega que la justificación por fe no debe nunca hacernos perezosos en las buenas obras. Sin embargo, aun aquí ya es evidente el distanciamiento entre el clero y el laicado, distanciamiento que se desprende de las ordenanzas del Antiguo Testamento.
En sus últimas palabras a los ancianos de la iglesia en Éfeso, el apóstol Pablo los convoca y se dirige a ellos como a quienes el Espíritu Santo había puesto por “obispos” (véase Hechos 20). En todo el pasaje se muestra que ambos títulos se refieren a los mismos hombres, y que había varios de ellos en la misma congregación.

IGNACIO

AÑO 35—107 D. D J. C
Sin embargo, Ignacio escribió algunos años después que Clemente y, aunque también había conocido a varios de los apóstoles, le da al obispo una importancia y autoridad no sólo desconocidas en el Nuevo Testamento, sino que además va más allá de lo que el mismo Clemente le atribuía. Al comentar sobre Hechos 20,6 Ignacio plantea que Pablo envió desde Mileto a Éfeso y llamó a los obispos y presbíteros, utilizando así dos títulos para referirse a lo mismo. También dice que estos eran de Éfeso y de las ciudades vecinas, opacando así el hecho de que la iglesia en Éfeso tenía varios supervisores u obispos.

POLICARPO

AÑO 59—156 D. D. J. C
Uno de los últimos hombres que conoció personalmente a uno o más de los apóstoles fue Policarpo, obispo de Esmirna, que fue ejecutado en aquella ciudad en el año 156 d. de J.C. Desde hacía mucho tiempo Policarpo había sido instruido por el apóstol Juan y había estado muy cercano a otros que también habían conocido al Señor. Ireneo es otro eslabón en la cadena de contactos personales hasta los tiempos de Cristo. Este fue instruido por Policarpo y fue ordenado obispo de Lyón en el año 177 d. de J.C.
La práctica del bautismo de creyentes7 sobre su confesión de fe en el Señor Jesucristo, como enseña y ejemplifica el Nuevo Testamento, fue continuada posteriormente. La primera referencia clara que se hace al bautismo de infantes aparece en un escrito de Tertuliano del año 197 d. de J.C., en el cual él condena el comienzo de la práctica del bautismo a los fallecidos y a infantes. Sin embargo, el camino para este cambio había sido preparado mediante la enseñanza acerca del bautismo que era divergente de la práctica enseñada en el Nuevo Testamento; pues a principios del segundo siglo ya se enseñaba la regeneración bautismal.
Esto, unido al cambio igualmente impresionante por medio del cual la recordación del Señor y su muerte (es decir, partir el pan y beber el vino entre sus discípulos) se transformó en un acto desempañado por un sacerdote y considerado como un milagro, acentuó aun más el distanciamiento entre el clero y el laicado. El crecimiento de un sistema clerical bajo el dominio de los Obispos, que más adelante fueron gobernados por los “Metropolitanos” que controlaban extensos territorios, sustituyó el poder y la obra del Espíritu Santo y la dirección de las Escrituras a nivel de iglesias locales por una organización humana y unas cuantas formas religiosas.
Este desarrollo fue gradual8 y muchos no se dejaron arrastrar por él. Al principio no hubo pretensión alguna de que una iglesia debía controlar a otra, aunque una iglesia pequeña podía solicitarle a otra más grande que enviara “hombres escogidos” para que la ayudara en asuntos de  importancia. Las conferencias locales de obispos tuvieron lugar de vez en cuando, pero hasta finales del segundo siglo no parece que se acostumbrara celebrar tales reuniones a menos que por alguna ocasión especial resultara conveniente para que aquellos interesados se reunieran en conferencia.
Tertuliano escribió: “No es cosa de la religión imponer la religión, la cual debe ser adoptada libremente, no por la fuerza”.

ORIGENES

AÑO 185—254 D. D J.C
Orígenes, uno de los maestros más relevantes, así como uno de los “padres” más espirituales de su tiempo, aportó un planteamiento claro acerca del carácter espiritual de la iglesia.
Nacido en Alejandría (185 d. de J.C.) de padres cristianos, Orígenes fue uno de los que desde su niñez experimentó las obras del Espíritu Santo en su vida. Sus excelentes relaciones con su sabio y devoto padre, Leónidas, su primer maestro de las Escrituras, quedaron demostradas de manera impactante cuando, en ocasión del encarcelamiento de su padre por causa de la fe, Orígenes, con tan sólo diecisiete años de edad, trató de unirse a él en prisión.
Sólo fue impedido por la estratagema de su madre de esconder su ropa. No obstante, él se mantuvo escribiéndole a su padre en prisión y animándolo a que se mantuviera firme. Cuando Leónidas fue ejecutado y su propiedad confiscada, el joven Orígenes se convirtió en el sostén principal de su madre y seis hermanos menores. Su extraordinaria capacidad como maestro pronto lo hizo resaltar, y si bien él mismo se trataba con una severidad extrema, mostraba una gran bondad hacia los hermanos perseguidos al hacerse partícipe de sus sufrimientos. Por un tiempo se refugió en Palestina donde sus enseñanzas y escritos llevaron a los obispos a escuchar como alumnos sus exposiciones de las Escrituras.

DEMETRIO

Demetrio, el Obispo de Alejandría, indignado al ver que Orígenes, un laico, se atreviera a instruir a Obispos, lo censuró y lo obligó a regresar a Alejandría. Pero a pesar de que Orígenes se sometió a Demetrio, este finalmente lo excomulgó (231 d. de J.C.). El encanto peculiar de su  carácter y la profundidad y percepción de sus enseñanzas atrajo a hombres que lo siguieron fielmente, los cuales continuaron sus enseñanzas aun después de su muerte. Orígenes murió en el año 254 d. de J.C. como resultado de las torturas ha las que había sido sometido cinco años atrás en Tiro durante la persecución deciana.
Orígenes planteó que la iglesia consta de todos aquellos que han experimentado en sus vidas el poder del Evangelio eterno. Estos forman la verdadera iglesia espiritual, la cual no siempre coincide con la que los hombres conocen como la iglesia. Su entusiasmo y mentalidad especulativa lo llevaron más allá de lo que la mayoría comprendía, de modo que muchos lo consideraron herético en sus enseñanzas, pero él hacía una distinción entre aquellas cosas que tenían que ser expuestas clara y dogmáticamente y las que habían de ser expuestas con prudencia para su consideración y análisis.
Con relación a estas últimas, él dijo: “No obstante, acerca de cómo serán las cosas sólo Dios lo sabe con certeza, y aquellos que son sus amigos por medio de Cristo y el Espíritu Santo”. Orígenes dedicó su laboriosa vida a exponer claramente el contenido de las Escrituras. Su gran obra, la Héxapla, hizo posible una comparación expedita de distintas versiones de las Escrituras.

CIPRIANO

AÑO 200—258 D. D. J. C
Muy diferente de Orígenes fue Cipriano, Obispo de la iglesia que estaba en Cartago y nacido aproximadamente en el año 200 d. de J.C.
Este usa libremente el término “la Iglesia Católica” y no ve salvación fuera de esta, de manera que en su tiempo ya estaba formada la “Antigua Iglesia Católica”, o sea, la Iglesia que antes de la época de Constantino reclamaba para sí el nombre de “Católica” y que excluía a todos aquellos creyentes que no se conformaban a ella.
Refiriéndose en uno de sus escritos a Novaciano y a los que simpatizaban con él en sus esfuerzos por lograr una mayor pureza en las iglesias, Cipriano denuncia “la maldad de una ordenación ilegal hecha en oposición a la Iglesia Católica”. Él dice que aquellos que aprobaron las ideas de Novaciano no podían tener comunión con tal Iglesia porque procuran “mutilar y hacer pedazos el cuerpo de la Iglesia Católica”, habiendo cometido ya el crimen de abandonar a su Madre, y que deben regresar a la Iglesia, ya que han actuado “contrario a la unidad católica”.
También dice, “Hay cizaña en el trigo, sin embargo no debemos apartarnos de la Iglesia, sino trabajar diligentemente para que seamos trigo en ella, siendo vasijas de oro o plata en la gran casa”. Cipriano sugirió la lectura de sus panfletos como ayuda a cualquier persona en duda, y al referirse a Novaciano, afirmó: “Aquel que no esté en la Iglesia de Cristo no es cristiano existe una sola Iglesia y, además, un solo episcopado”.

LA RESISTENCIA ORGANIZADA

A medida que las iglesias se incrementaban, fue disminuyendo el entusiasmo inicial y aumentó la conformidad al mundo y a sus costumbres. Esta situación no progresó sin que hubiera protesta. A medida que se desarrollaba la organización del grupo de iglesias Católicas, dentro de la misma se fueron formando grupos que estaban a favor de una reforma. Algunas iglesias se separaron de este grupo; otras, apegándose a las doctrinas y prácticas originales del Nuevo Testamento en mayor o menor escala, se separaron poco a poco de las iglesias que en gran medida las habían abandonado.
El hecho de que el sistema de la Iglesia Católica posteriormente se convirtiera en el sistema dominante resultó en que hoy es posible tener acceso a una gran cantidad de su literatura, mientras que la literatura de aquellos que no estaban de acuerdo con la misma ha sido suprimida, así que principalmente lo que sabemos de ellos se ha deducido de los escritos dirigidos en su contra.
Es por ello que resulta fácil llevarse la errónea impresión de que en los primeros tres siglos había una Iglesia Católica unida y un variado conjunto de iglesias heréticas relativamente insignificantes. Sin embargo, lo cierto es que en aquel tiempo, al igual que ahora, se estaba dando todo lo contrario. Había distintos grupos de iglesias que se excluían mutuamente, y un buen número de maneras de creer, cada una marcada por alguna característica específica.
Los muchos grupos que obraron para lograr una reforma en las iglesias Católicas, sin apartarse de ellas, eran conocidos como los montanistas. El uso del nombre de algún hombre prominente, en este caso Montano, para describir un movimiento espiritual extenso resulta un tanto engañoso, aunque muchas veces esto debe ser aceptado por razones de conveniencia.
No obstante, esto siempre debe hacerse con ciertas reservas, pues por más importante que un hombre llegue a ser como líder y exponente, un movimiento espiritual que afecta a multitudes de personas representa algo mucho mayor y más significativo.
Como resultado de la creciente mundanería dentro de la Iglesia, y la manera en que entre los líderes el aprendizaje fue ocupando el lugar del poder espiritual, muchos creyentes sintieron profundamente el deseo de vivir una experiencia nueva con la presencia y el poder del Espíritu Santo, y buscaron avivamiento espiritual y un regreso a las enseñanzas y prácticas  apostólicas.
En Frigia, Montano comenzó a enseñar su doctrina (156 d. de J.C.). Él y sus seguidores comenzaron a protestar contra el descuido prevaleciente en las relaciones de la Iglesia con el mundo. Entre ellos algunos aseguraban tener una manifestación especial del Espíritu Santo, en particular dos mujeres, Prisca y Maximilia.

MONTANO 2° SIGLO

La persecución ordenada por el Emperador Marco Aurelio (177 d. de J.C.) aceleró la esperanza de la venida del Señor y las aspiraciones espirituales de los creyentes. Los montanistas tenían la esperanza de formar congregaciones que regresaran a la piedad que una vez se practicó en la iglesia primitiva, esto es, vivir como los que esperan la venida del Señor, y especialmente darle al Espíritu Santo el lugar debido en la iglesia. Si bien entre ellos hubo exageraciones acerca de las revelaciones espirituales que algunos decían tener, ellos enseñaron y practicaron una reforma que era necesaria. Aceptaron en sentido general la organización que se había desarrollado en las iglesias Católicas y trataron de permanecer dentro de su comunión.
No obstante, mientras que los Obispos Católicos deseaban incluir en la Iglesia a tantos partidarios como fuera posible, los montanistas insistían constantemente en la necesidad de lograr evidencias contundentes del cristianismo en la vida de los aspirantes.
El sistema Católico obligaba a los Obispos a aumentar su control, pero los montanistas se oponían a esto, alegando que la dirección de las iglesias le correspondía al Espíritu Santo, y que se le debía permitir que hiciera su obra. En el Oriente estas diferencias pronto condujeron a la formación de iglesias separadas del sistema Católico, pero en Occidente los montanistas permanecieron mucho tiempo como sociedades dentro de las iglesias Católicas, y no fue sino hasta después de muchos años que fueron excluidos de las mismas o ellos las abandonaron.
En Cartago, Perpetua y Felicitas (el relato conmovedor de su martirio ha conservado su memoria) eran aún, aunque montanistas, miembros de la Iglesia Católica en el momento de su martirio (207 d. de J.C.). Por otra parte, apenas a principios del tercer siglo el gran líder entre las iglesias africanas, el eminente escritor Tertuliano, al unirse a los montanistas, se separó de la Iglesia Católica. Él escribió: “Donde hay aunque sea tres personas, incluyendo a los del laico, allí hay una iglesia”.

MARCIÓN

AÑO 85—160 D. D. J. C
Un movimiento muy diferente que se propagó ampliamente hasta convertirse en uno de los rivales más serios del sistema católico fue el de los marcionistas, del cual Tertuliano, uno de sus adversarios, escribió:
“La tradición herética de Marción ha invadido todo el mundo”. Marción nació en Sinope (85 d. de J.C.) a la orilla del Mar Negro, y se crió entre las iglesias en la provincia de Ponto, donde el apóstol Pedro había trabajado (véase 1 Pedro 1.1), y de la cual Aquila era oriundo (véase Hechos 18.2). Poco a poco Marción desarrolló su doctrina, pero no fue sino hasta que estaba a punto de cumplir sus sesenta años que sus enseñanzas fueron publicadas y ampliamente discutidas en Roma.
Su alma fue puesta a prueba al enfrentarse a los grandes problemas de la maldad existentes en el mundo, la diferencia entre la revelación de Dios en el Antiguo Testamento y la contenida en el Nuevo, la oposición de la ira y el juicio por una parte al amor y la misericordia por la otra, y la ley con respecto al Evangelio. Incapaz de reconciliar estas divergencias sobre la base de las Escrituras como generalmente se comprendían en las iglesias, Marción adoptó una forma de teoría dualista como la que ya prevalecía en aquella época.
Él afirmaba que el mundo no había sido creado por el Dios altísimo, sino por un ser inferior, el dios de los judíos. También planteaba que el Dios Redentor se manifestó en Cristo, quien, sin tener ninguna relación previa con el mundo, pero a causa de su amor y para salvar al mundo que había fracasado y liberar al hombre de su miseria, vino al mundo.
Según la doctrina de Marción, Cristo llegó al mundo como un extraño y un desconocido, y por consiguiente fue atacado por el (supuesto) creador y amo del mundo así como por los judíos y todos los siervos del dios de este mundo.
Marción enseñó que el deber del verdadero cristiano era oponerse al judaísmo y a la forma tradicional del cristianismo, la cual, en su opinión, era sólo una rama del judaísmo. Él no estaba de acuerdo con las sectas de tipo gnóstico, ya que él no predicaba que la salvación se alcanzara por medio de los “misterios” o a través de aumentar el conocimiento, sino por medio de la fe en Cristo. Al principio apuntó hacia una reformación de las iglesias cristianas, aunque más tarde estas y los seguidores de Marción se excluyeron mutuamente.
Como sus ideas no encontraron fundamento en las Escrituras, Marción se convirtió en un crítico de la Biblia de la más drástica especie. Él aplicó su teoría a las Escrituras y rechazó todo lo que en ellas estaba en oposición manifiesta con dicha teoría, reteniendo solamente lo que a su parecer la apoyaba. Pero aun de lo que aceptaba, hacía una interpretación conforme a sus propias ideas y no según el tono general de las Escrituras. Incluso, agregó contenido a las Escrituras donde lo consideró conveniente.
De modo que, aunque inicialmente él había aceptado todo el contenido del Antiguo Testamento, más tarde lo rechazó, alegando que este era una revelación del dios de los judíos y no del Dios altísimo y Redentor, pues profetizaba de un Mesías judío y no de Cristo. Él opinaba que los discípulos se equivocaron al creer que Cristo era el Mesías judío. Al sostener que el verdadero Evangelio había sido revelado sólo a Pablo, Marción rechazó también el Nuevo Testamento, con la excepción de ciertas epístolas de Pablo y el Evangelio de Lucas, el cual posteriormente editó libremente para deshacerse de lo que se oponía a su teoría.
Él enseñaba que el resto del Nuevo Testamento era la obra de los judíos empeñados en destruir el verdadero Evangelio, y que estos, además, habían intercalado, con el mismo propósito, los pasajes a los cuales él se oponía en los libros que acogió. A este Nuevo Testamento abreviado Marción agregó su propio libro, Antítesis, el cual sustituyó al libro de los Hechos.
Marción se convirtió en un fanático de su evangelio, el cual declaró que era una maravilla por encima de todas las maravillas; un éxtasis, poder y asombro tal que nada que pudiera decirse o pensarse podría igualarlo. Cuando sus doctrinas fueron declaradas heréticas, él comenzó a formar iglesias separadas del sistema Católico, las cuales se difundieron rápidamente. En ellas se practicaba el bautismo y la Cena del Señor, había una mayor sencillez de adoración que en las iglesias Católicas, y se frenó el desarrollo del clericalismo y la mundanería.
Conforme a su punto de vista acerca del mundo material, estas iglesias eran extremadamente ascéticas, prohibían el matrimonio, y sólo bautizaban a los que hacían un voto de castidad. Ellos consideraban que el cuerpo de Jesús no había sido de carne y hueso, sino que había sido un fantasma, aunque capaz de sentir al igual que nuestros cuerpos.
Cualquier error puede basarse en partes de las Escrituras; la verdad se basa sobre todo el contenido de las mismas. Los errores de Marción fueron el resultado inevitable de aceptar sólo lo que le agradaba y rechazar el resto.
La desviación del modelo original dado en el Nuevo Testamento para las iglesias muy temprano se enfrentó a una resistencia tenaz, dando lugar en algunos casos a la formación de grupos dentro de las iglesias decadentes, los cuales se mantuvieron libres de maldad y pretendieron convertirse en un medio de restauración. Algunos de estos grupos fueron excluidos y formaron congregaciones aisladas.
Otros, a los cuales les resultó imposible conformarse a las condiciones imperantes, se separaron y formaron nuevos grupos. Estos nuevos grupos a menudo reforzaron aquellos otros grupos que desde el comienzo habían mantenido la práctica primitiva. En los siglos posteriores frecuentemente se hace referencia a aquellas iglesias que se habían aferrado a la doctrina apostólica, y que aseguraban tener una sucesión ininterrumpida de testimonio desde el tiempo de los apóstoles. Estas iglesias a menudo, tanto antes como después del tiempo de Constantino, recibieron el nombre de cátaros o puritanos, aunque no hay evidencias de que ellas mismas se llamaran así.
Marción: desechó todo el AT (hereje gnóstico que pensaba que el Dios del AT no era el mismo Dios del NT).

NOVACIANO

SIGLO III
El nombre de novacianos fue otro nombre dado a los miembros de estas iglesias, aunque Novaciano no fue su fundador, sino alguien que en su tiempo fue un líder entre ellos. Sobre la cuestión que tanto perturbaba a las iglesias durante los tiempos de la persecución de si se debía o no recibir a las personas que habían “apostatado”, o sea, que habían sacrificado a los ídolos después de su bautismo, Novaciano adoptó la posición más rígida. Fabián, un obispo martirizado en Roma, que en vida había ordenado a Novaciano, fue sucedido por Cornelio, que estaba dispuesto a recibir a los apóstatas.
Una minoría, oponiéndose a esta posición, eligió a Novaciano como obispo y este aceptó su elección, mientras que Cornelio y sus amigos fueron excomulgados por un Concilio en Roma (251 d. de J.C.). El propio Novaciano fue martirizado más adelante, pero sus simpatizantes, conocidos como cátaros, novacianos, o por otros nombres, continuaron diseminándose ampliamente. Ellos dejaron de reconocer a las iglesias Católicas o de reconocer cualquier valor en sus ordenanzas.
Los donatistas en África del Norte fueron influenciados por las enseñanzas de Novaciano. Ellos se separaron de la Iglesia Católica en cuestiones de disciplina, poniendo énfasis en el carácter de aquellos que administraban los sacramentos, mientras que los católicos consideraban más importantes los sacramentos en sí. Desde sus inicios, los donatistas, a quienes llamaron así por el nombre de dos de sus líderes, ambos con el nombre de Donato, se distinguieron de los católicos generalmente por su conducta y carácter superior. En algunas partes de África del Norte llegaron a ser los más numerosos de las distintas ramas de la Iglesia.

MANI O MANES

216 D. DE J.C.
Mientras las iglesias cristianas continuaban desarrollándose en varias formas, una nueva religión gnóstica, el maniqueísmo, surgió y se difundió ampliamente, convirtiéndose en un temible adversario del cristianismo. Su fundador, Maní o Manes, nació en Babilonia (c 216 d. de J.C.). Su sistema dualista se nutrió de diferentes fuentes, entre ellas creencias persas, cristianas y budistas.
Maní anunció su llamado a ser el continuador y terminador de la obra comenzada y llevada a cabo por Noé, Abraham, Zoroastro, Buda y Jesús. Él viajó y predicó su doctrina ampliamente, llegando incluso a China y a la India, y ejerció una gran influencia sobre algunos de los gobernantes persas de su tiempo, aunque finalmente fue crucificado. Sus escritos continuaron siendo venerados, y sus seguidores, llegando a ser numerosos en Babilonia y en Samarcanda, se propagaron también en Occidente, y todo ello a pesar de la persecución violenta que enfrentaron.

EPISTOLA A DIONISIO

En medio de la confusión de tantas partes en conflicto, hubo verdaderos
maestros que fueron capaces y elocuentes para dirigir a las almas por el camino que conducía a la salvación. Uno de ellos cuyo nombre se desconoce, en su carta dirigida a un inquisidor llamado Dionisio en el segundo siglo, se dispone a responder a las interrogantes hechas en lo concerniente al modo de adorar a Dios entre los cristianos, el motivo de su fe, su devoción hacia Dios, el amor mutuo entre ellos, la razón por la cual ellos no adoraban a los dioses de los griegos ni seguían la religión judía, y por qué esa nueva práctica de piedad había llegado tan tarde al mundo. Él escribió:
Los cristianos se distinguen del resto de los hombres no por su país de origen ni por su idioma, [viviendo en el lugar] que la suerte de cada uno de ellos haya determinado, y siguiendo las costumbres de los nativos con relación al vestuario, los alimentos y el resto de sus conductas comunes, nos demuestran su maravilloso y sobresaliente estilo de vida. Ellos viven en sus propios países, pero simplemente como residentes temporales.
Como ciudadanos, ellos participan en todas las cosas con los demás, sin embargo, lo soportan todo como si fueran extranjeros. Cada nación extranjera es para ellos como su país de origen, y su país natal es a su vez tierra de extraños Ellos pasan sus días en la tierra, pero son ciudadanos del cielo. Obedecen las leyes establecidas por los hombres, y al mismo tiempo sus vidas van más allá de lo que piden las leyes Ellos son insultados, pero devuelven bendición. Luego, refiriéndose a Dios, dice:
El Todopoderoso, Creador de todas las cosas ha enviado desde el cielo y ha puesto entre los hombres al que es la verdad, la Palabra santa e incomprensible, y lo ha establecido firmemente en sus corazones. Él no ha enviado a los hombres, como uno pudiera haber imaginado, a ningún ángel o gobernante, sino al mismo Creador y Diseñador de todas las cosas por quien hizo los cielos y por quien encerró el mar dentro de sus límites. Este fue el mensajero que él les envió.
Como un rey envía a su hijo, que también es rey, así lo envió Dios; como Dios lo envió; a los hombres lo envió; como el Salvador lo envió. No nos lo envió como nuestro juez, aunque él aún lo enviará a juzgarnos, ¿y quién podrá permanecer delante de él? Y en lo referente a la demora para enviar al Salvador, Dios siempre ha sido el mismo, pero esperó pacientemente.
Él se había formado en su mente un gran e indecible plan que sólo le comunicó a su Hijo. Mientras detuvo su propio consejo sabio pareció abandonarnos, pero esto fue para dejar bien claro que por nosotros mismos no podemos entrar en el reino de Dios. Pero cuando llegó la hora señalada, él mismo aceptó llevar sobre sí la carga de nuestras iniquidades, ofreciéndonos a su propio Hijo como rescate, al Santo por los transgresores, al Inocente por los malvados, al Justo por los injustos, al Incorruptible por los corruptibles, al Inmortal por los mortales.
¿Qué otra cosa fue capaz de cubrir nuestros pecados, sino sólo su justicia? ¿Por medio de quién fue  posible que nosotros, malvados e impíos, pudiéramos ser justificados, sino sólo por medio del Hijo unigénito de Dios? ¡Oh, dulce intercambio! ¡Oh, insondable operación! ¡Oh, beneficios que exceden toda expectativa! ¡Que las maldades de muchos sean ocultas en un solo Justo, y que la justicia del Santo justifique a muchos transgresores!

LA SEVERA PERSECUSIÓN ROMANA

Cuando la iglesia entró en contacto con el Imperio Romano,  surgió un conflicto en el que todos los recursos de aquel enorme poder fueron agotados en un esfuerzo en vano por vencer a aquellos que nunca ofrecieron resistencia ni se vengaron, sino que lo soportaron todo por amor al Señor en cuyas pisadas se mantuvieron. Sin importar cuán divididas estuvieran las iglesias en su teoría y práctica, fueron unidas en el sufrimiento y la victoria.
Y aunque los cristianos eran realmente buenos ciudadanos, su fe les prohibía ofrecer incienso o rendirle honores divinos al emperador o a los ídolos. De modo que los cristianos eran considerados personas desleales al Imperio, y a medida que la adoración de ídolos fue formando parte de la vida cotidiana de la gente, así como de su religión, negocios y entretenimiento, los cristianos fueron siendo odiados por separarse del mundo a su alrededor.
Contra los cristianos se adoptaron las medidas más severas, al principio de carácter irregular y local, pero ya para finales del primer siglo se había declarado como ilegal el hecho de ser cristiano. La persecución se volvió sistemática y se extendió por todo el Imperio. Hubo intervalos considerables de tregua, pero con cada reaparición el ataque se hacía más violento. A los confesores de Cristo les confiscaban todas sus propiedades, los encarcelaban, y no sólo los ejecutaban en masa, sino que a su castigo le sumaban toda clase de tortura imaginable.
Los informantes eran recompensados; los que brindaban refugio a los creyentes corrían su misma suerte, y cada pedazo de las Escrituras que fuera encontrado era destruido al instante. Para comienzos del cuarto siglo esta guerra extraordinaria entre el poderoso Imperio Romano y las iglesias no resistentes, que aun así fueron invencibles porque “menospreciaron sus vidas hasta la muerte”, parecía que sin duda terminaría con la completa desaparición de la iglesia.

CONSTANTINO

288–337 D. DE J.C.)
Entonces tuvo lugar un suceso que trajo un fin inesperado a este largo y espantoso conflicto. Constantino resultó victorioso en las luchas que estaban teniendo lugar en el Imperio Romano, y en el año 312 d. de J.C. obtuvo su victoria decisiva. Entró a Roma e inmediatamente proclamó un edicto que ponía fin a la persecución de los cristianos. Un año después este edicto fue seguido por el Edicto de Milán el cual establecía que cada hombre era libre de seguir cualquier religión que eligiera.
De esta manera el Imperio Romano fue vencido por la devoción al Señor Jesús de aquellos que le conocían. Su constancia paciente y no resistente había transformado la hostilidad implacable y el odio del mundo romano, primero en compasión, y luego en admiración.
Al principio las religiones paganas no fueron perseguidas, pero al perder el respaldo del estado, fueron disminuyendo paulatinamente. La profesión del cristianismo se vio favorecida. La proclamación de leyes que abolían los abusos y protegían a los desamparados trajo consigo un ambiente de prosperidad nunca antes conocido. Las iglesias, libres de opresión externa, emprendieron el camino hacia una nueva experiencia.
Muchas de ellas habían conservado su sencillez primitiva, pero muchas otras habían sido afectadas por los profundos cambios internos en su constitución, los cuales ya hemos notado, y ahora eran muy diferentes de las iglesias neotestamentarias de los días apostólicos. Su entrada a un ámbito de mayores dimensiones mostraría más adelante las consecuencias de estos cambios.

LA ESCUELA DE ALEJANDRÍA.

Al principio del tercer siglo de la era cristiana, la escuela catequística de Alejandría influyó fuertemente la interpretación bíblica. Esta ciudad era un gran centro cultural, donde la religión judía y la filosofía griega convergieron y se influyeron mutuamente. La filosofía platónica todavía era popular en las formas de neoplatonismo y gnosticismo, y no es extraño que la famosa escuela catequística de esta ciudad fuera influenciada por la filosofía popular, acomodando su interpretación de la Biblia a dicha filosofía. El método natural para armonizar la religión y la filosofía fue la interpretación alegórica, debido a las siguientes razones:
(A) Los filósofos paganos (estoicos) ya habían estado aplicando por mucho tiempo este método en la interpretación de Homero, por lo cual fueron ellos los que indicaron el camino a seguir.
(B) Filón, que también era oriundo de Alejandría, cedió a este método el peso de su autoridad, reduciéndolo a sistema, y lo aplicó aún a las narraciones más sencillas. Los principales representantes de esta escuela fueron: Clemente de Alejandría y su discípulo Orígenes. Ambos consideraron la Biblia como la Palabra inspirada de Dios en el sentido más estricto, y compartieron la opinión de aquel tiempo, de que tenían que aplicarse reglas especiales en la interpretación de las comunicaciones divinas. Por esto, aun cuando reconocían el sentido literal de la Biblia, tenían la opinión de que sólo la interpretación alegórica podía entregarnos conocimiento genuino.
Clemente de Alejandría fue el primero en aplicar el método alegórico a la interpretación del Nuevo Testamento, así como del Antiguo. Propuso el principio de que toda la Escritura debe ser entendida alegóricamente. Esto parecía un paso adelante en relación con otros intérpretes cristianos y constituía la principal característica de Clemente. Según él, el sentido literal sólo puede proporcionar una fe elemental, mientras que el alegórico conduce al verdadero conocimiento.
Su discípulo, Orígenes, lo superó en cultura e influencia. Fue, sin duda, el más grande teólogo de su época, pero su mérito más permanente radica en su trabajo de crítica textual, más que en el de interpretación bíblica. «Como intérprete, ilustró el tipo alejandrino de exégesis del modo más extenso y sistemático» (Gilbert). En una de sus obras nos entrega una detallada teoría de interpretación. El principio fundamental de esta obra es que el significado del Espíritu Santo es siempre claro, simple y digno de Dios.
Todo lo que parece oscuro, inmoral o intrascendente en la Biblia, sirve simplemente como incentivo para trascender o ir más allá del sentido literal. Orígenes consideraba que la Biblia tenía un sentido triple, a saber, el significado literal, el moral y el místico o alegórico. En su práctica exegética, más bien menospreció el sentido literal de la Escritura, se refirió pocas veces al sentido moral, y constantemente empleó el método alegórico, puesto que en dicho método creía encontrar el verdadero conocimiento.
La continuidad de la iglesia fue basada por la doctrina de los Apóstoles  Como fue el credo y la Didaché

El CREDO DE LOS APÓSTOLES

(SIGLOS TERCERO Y CUARTO D.C.)
Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor; que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,' nació de la María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado;' al tercer día resucitó de entre los muertos; subió a los cielos y está sentado a la Diestra de Dios Padre; desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo; la Santa Iglesia Cristiana universal, la comunión de los santos; el perdón de los pecados; la resurrección del cuerpo; y la vida eterna. Amén.

LA DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES

(DIDACHÉ)
ENSEÑANZA DEL SEÑOR TRANSMITIDA A LAS NACIONES POR LOS DOCE APÓSTOLES
PRIMERA PARTE
EL CATECISMO O LOS «DOS CAMINOS»
I Existen dos caminos, entre los cuales, hay gran diferencia; el que conduce a la vida y el que lleva a la muerte. He aquí el camino de la vida: en primer lugar, Amarás a Dios que te ha creado; y en segundo lugar, amarás a tu prójimo como a ti mismo; es decir, que no harás a otro, lo que no quisieras que se hiciera contigo. He aquí la doctrina contenida en estas palabras: Bendecid a los que os maldicen, rogad por vuestros enemigos, ayunad para los que os persiguen. Si amáis a los que os aman, ¿qué gratitud mereceréis? Lo mismo hacen los paganos.
Al contrario, amad a los que os odian, y no tendréis ya enemigos. Absteneos de los deseos carnales y mundanos. Si alguien te abofeteare en la mejilla derecha, vuélvele también la otra, y entonces serás perfecto. Si alguien te pidiere que le acompañes una milla, ve con él dos. Si alguien quisiere tomar tu capa, déjale también la túnica. Si alguno se apropia de algo que te pertenezca, no se lo vuelvas a pedir, porque no puedes hacerlo. Debes dar a cualquiera que te pida, y no reclamar nada, puesto que el Padre quiere que los bienes recibidos de su propia gracia, sean distribuidos entre todos. Dichoso aquel que da conforme al mandamiento; el tal, será sin falta. Desdichado del que reciba. Si alguno recibe algo estando en la necesidad, no se hace acreedor a reproche ninguno; pero aquel que acepta alguna cosa sin necesitarlo, dará cuenta de lo que ha recibido y del uso que ha hecho de la limosna. Encarcelado, sufrirá interrogatorio por sus actos, y no será liberado hasta que haya pasado el último maravedí. Es con este motivo, que ha sido dicho: «¡Antes de dar limosna, déjala sudar en las manos, hasta que sepas a quien la das!»
II. He aquí el segundo precepto de la Doctrina: No matarás; no cometerás adulterio; no prostituirás a los niños, ni los inducirás al vicio; no robarás; no te entregarás a la magia, ni a la brujería; no harás abortar a la criatura engendrada en la orgía, y después de nacida no la harás morir. No desearás los bienes de tu prójimo, ni perjurarás, ni dirás falso testimonio; no serás maldiciente, ni rencoroso; no usarás de doblez ni en tus palabras, ni en tus pensamientos, puesto que la falsía es un lazo de muerte. Que tus palabras, no sean ni vanas, ni mentirosas. No seas raptor, ni hipócrita, ni malicioso, ni dado al orgullo, ni a la concupiscencia. No prestes atención a lo que se diga de tu prójimo. No aborrezcas a nadie; reprende a unos, ora por los otros, y a los demás, guíales con más solicitud que a tu propia alma.
III. Hijo mío: aléjate del mal y de toda apariencia de mal. No te dejes arrastrar por la ira, porque la ira conduce al asesinato. Ni tengas celos, ni seas pendenciero, ni irascible; porque todas estas pasiones engendran los homicidios. Hijo mío, no te dejes inducir por la concupiscencia, porque lleva a la fornicación. Evita las palabras deshonestas y las miradas provocativas, puesto que de ambos proceden los adulterios. Hijo mío, no consultes a los agoreros, puesto que conducen a la idolatría. Hijo mío, no seas mentiroso, porque la mentira lleva al robo; ni seas avaro, ni ames la vanagloria, porque todas estas pasiones incitan al robo. Hijo mío, no murmures, porque la murmuración lleva a la blasfemia; ni seas altanero ni malévolo, porque de ambos pecados nacen las blasfemias. Sé humilde, porque los humildes heredarán la tierra. Sé magnánimo y misericordioso, sin malicia, pacífico y bueno, poniendo en práctica las enseñanzas que has recibido. No te enorgullezcas, ni dejes que la presunción se apodere de tu alma. No te acompañes con los orgullosos, sino con los justos y los humildes. Acepta con gratitud las pruebas que sobrevinieren, recordando que nada nos sucede sin la voluntad de Dios.
IV. Hijo mío, acuérdate de día y de noche, del que te anuncia la palabra de Dios; hónrale como al Señor, puesto que donde se anuncia la palabra, allí está el Señor. Busca constantemente la compañía de los santos, para que seas reconfortado con sus consejos. Evita fomentar las disensiones, y procura la paz entre los adversarios. Juzga con justicia, y cuando reprendas a tus hermanos a causa de sus faltas, no hagas diferencias entre personas. No tengas respecto de si Dios cumplirá o no sus promesas. Ni tiendas la mano para recibir, ni la tengas cerrada cuando se trate de dar. Si posees algunos bienes como fruto de tu trabajo, no pagarás el rescate de tus pecados.
No estés indeciso cuando se trate de dar, ni regañes al dar algo, porque conoces al dispensador de la recompensa. No vuelvas la espalda al indigente; reparte lo que tienes con tu hermano, y no digas que lo tuyo te pertenece, porque si las cosas inmortales os son comunes, ¿con cuánta mayor razón deberá serlo lo perecedero? No dejes de la mano la educación de tu hijo o de tu hija: desde su infancia enséñales el temor de Dios. A tu esclavo, ni a tu criada mandes con aspereza, puesto que confían en el mismo Dios, para que no pierdan el temor del Señor, que está por encima del amo y del esclavo, porque en su llamamiento no hace diferencia en las personas, sino viene sobre aquellos que el Espíritu ha preparado.
En cuanto a vosotros, esclavos, someteos a vuestros amos con temor y humildad, como si fueran la imagen de Dios. Aborrecerás toda clase de hipocresía y todo lo que desagrade al Señor. No descuides los preceptos del Señor, y guarda cuanto has recibido, sin añadir ni quitar. Confesarás tus faltas a la iglesia y te guardarás de ir a la oración con mala conciencia. Tal es el camino de la vida.
V. He aquí el camino que conduce a la muerte: ante todo has de saber que es un camino malo, que está lleno de maldiciones. Su término es el asesinato, los adulterios, la codicia, la fornicación, el robo, la idolatría, la práctica de la magia y de la brujería. El rapto, el falso testimonio, la hipocresía, la doblez, el fraude; la arrogancia, la maldad, la desvergüenza; la concupiscencia, el lenguaje obsceno, la envidia, la presunción, el orgullo, la fanfarronería.
Esta es la senda en la que andan los que persiguen a los buenos; los enemigos de la verdad, los amadores de la mentira, los que desconocen la recompensa de la justicia; los que no se apegan al bien, ni al justo juicio; los que se desvelan por hacer el mal y no el bien; los vanidosos, aquellos que están muy alejados de la suavidad y de la paciencia; que buscan retribución a sus actos, que no tienen piedad del pobre, ni compasión del que está trabajando y cargado, quien ni siquiera tienen conocimiento de su Creador. Los asesinos de niños, los corruptores de la obra de Dios, que desvían al pobre, oprimen al afligido; que son los defensores del rico y los jueces inicuos del pobre; en una palabra, son hombres capaces de toda maldad. Hijos míos, alejaos de los tales.
VI. Ten cuidado que nadie pueda alejarte del camino de la doctrina, porque tales enseñanzas no serían agradables a Dios. Si pudieses llevar todo el yugo del Señor, serás perfecto; sino has lo que pudieres. Debes abstenerte, sobre todo, de carnes sacrificadas a los ídolos, que es el culto ofrecido a dioses muertos.

SEGUNDA PARTE

DE LA LITURGIA Y DE LA DISCIPLINA
 VII. En cuanto al bautismo, he aquí cómo hay que administrarle: Después de haber enseñado los anteriores preceptos, bautizad en el agua viva, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Si no pudiere ser en el agua viva, puedes utilizar otra; si no pudieres hacerlo con agua fría, puedes servirte de agua caliente; si no tuvieres a mano ni una ni otra, echa tres veces agua sobre la cabeza, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Antes del bautismo, debe procurarse que el que lo administra, el que va a ser bautizado, y otras personas, si pudiere ser, ayunen. Al neófito, le harás ayudar uno o dos días antes.
VIII. Es preciso que vuestros ayunos no sean parecidos a los de los hipócritas, puesto que ellos ayunan el segundo y quinto día de cada semana. En cambio vosotros ayunaréis el día cuatro y la víspera del sábado. No hagáis tampoco oración como los hipócritas, sino como el Señor lo ha mandado en su Evangelio. Vosotros oraréis así:
«Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos hoy nuestro pan cotidiano; perdónanos nuestra deuda como nosotros perdonamos a nuestros deudores, no nos induzcas en tentación, sino líbranos del mal, porque tuyo es el poder y la gloria por todos los siglos.» Orad así tres veces al día.
IX. En lo concerniente a la eucaristía, dad gracias de esta manera. Al tomar la copa, decid:
«Te damos gracias, oh Padre nuestro, por la santa viña de David, tu siervo, que nos ha dado a conocer por Jesús, tu servidor. A tí sea la gloria por los siglos de los siglos.» Y después del partimiento del pan, decid:
«¡Padre nuestro! Te damos gracias por la vida y por el conocimiento que nos has revelado por tu siervo, Jesús. ¡A Tí sea la gloria por los siglos de los siglos! De la misma manera que este pan que partimos, estaba esparcido por las altas colinas, y ha sido juntado, te suplicamos, que de todas las extremidades de la tierra, reúnas a ti Iglesia en tu reino, porque te pertenece la gloria y el poder (que ejerces) por Jesucristo, en los siglos de los siglos.» Que nadie coma ni bebe de esta eucaristía, sin haber sido antes bautizado en el nombre del Señor; puesto que el mismo dice sobre el particular: «No deis lo santo a los perros.»
X. Cuando estéis saciados (de la ágape), dad gracias de la manera siguiente:
«¡Padre santo! Te damos gracias por Tu santo nombre que nos has hecho habitar en nuestros corazones, y por el conocimiento, la fe y la inmortalidad que nos has revelado por Jesucristo, tu servidor. A ti sea la gloria por los siglos de los siglos. ¡Dueño Todopoderoso! que a causa de Tu nombre has creado todo cuanto existe, y que dejas gozar a los hombres del alimento y la bebida, para que te den gracias por ello. A nosotros, por medio de tu servidor, nos has hecho la gracia de un alimento y de una bebida espiritual y de la vida eterna.
Ante todo, te damos gracias por tu poder. A Ti sea la gloria por los siglos de los siglos. ¡Señor! Acuérdate de tu iglesia, para librarla de todo mal y para completarla en tu amor. ¡Reúnela de los cuatro vientos del cielo, porque ha sido santificada para el reino que le has preparado; porque a Ti solo pertenece el poder y la gloria por los siglos de los siglos!» ¡Ya que este mundo pasa, te pedimos que tu gracia venga sobre nosotros! ¡Hosanna al hijo de David! El que sea santificado, que se acerque, sino que haga penitencia. Maranatha ¡Amén! Permitid que los profetas den las gracias libremente.
XI. Si alguien viniese de fuera para enseñaros todo esto, recibidle. Pero si resultare ser un doctor extraviado, que os dé otras enseñanzas para destruir vuestra fe, no le oigáis. Si por el contrario, se propusiese haceros regresar en la senda de la justicia y del conocimiento del Señor, recibidle como recibiríais al Señor. Ved ahí como según los preceptos del Evangelio debéis portaros con los apóstoles y profetas. Recibid en nombre del Señor a los apóstoles que os visitaren, en tanto permanecieren un día o dos entre vosotros: el que se quedare durante tres días, es un falso profeta. Al salir el apóstol, debéis proveerle de pan para que pueda ir a la ciudad donde se dirija: si pide dinero, es un falso profeta.
Al profeta que hablare por el espíritu, no le juzgaréis, ni examinaréis; porque todo pecado será perdonado, menos éste. Todos los que hablan por el espíritu; no son profetas, solo lo son, los que siguen el ejemplo del Señor. Por su conducta, podéis distinguir al verdadero y al falso profeta. El profeta, que hablando por el espíritu, ordenare la mesa y comiere de ella, es un falso profeta. El profeta que enseñare la verdad, pero no hiciere lo que enseña, es un falso profeta. El profeta que fuere probado ser verdadero, y ejercita su cuerpo para el misterio terrestre de la Iglesia, y que no obligare a otros a practicar su ascetismo, no le juzguéis, porque Dios es su juez: lo mismo hicieron los antiguos profetas. Si alguien, hablando por el espíritu, os pidiere dinero u otra cosa, no le hagáis caso; pero si aconseja se dé a los pobres, no le juzguéis.
XII. A todo el que fuere a vosotros en nombre del Señor, recibidle, y probadle después para conocerle, puesto que debéis tener suficiente criterio para conocer a los que son de la derecha y los que pertenecen a la izquierda. Si el que viniere a vosotros, fuere un pobre viajero, socorredle cuanto podáis; pero no debe quedarse en vuestra casa más de dos o tres días. Si quisiere permanecer entre vosotros como artista, que trabaje para comer; si no tuviese oficio ninguno, procurad según vuestra prudencia a que no quede entre vosotros ningún cristiano ocioso. Si no quisiere hacer esto, es un negociante del cristianismo, del cual os alejaréis.
XIII. El verdadero profeta, que quisiere fijar su residencia entre vosotros, es digno del sustento; porque un doctor verdadero, es también un artista, y por tanto digno de su alimento. Tomarás tus primicias de la era y el lagar, de los bueyes y de las cabras y se las darás a los profetas, porque ellos son vuestros grandes sacerdotes. Al preparar una hornada de pan, toma las primicias, y dalas según el precepto. Lo mismo harás al empezar una vasija de vino o de aceite, cuyas primicias destinarás a los profetas. En lo concerniente a tu dinero, tus bienes y tus vestidos, señala tú mismo las primicias y haz según el precepto.
XIV. Cuando os reuniereis en el domingo del Señor, partid el pan, y para que el sacrificio sea puro, dad gracias después de haber confesado vuestros pecados. El que de entre vosotros estuviere enemistado con su amigo, que se aleje de la asamblea hasta que se haya
reconciliado con él, a fin de no profanar vuestro sacrificio. He aquí las propias palabras del Señor: «En todo tiempo y lugar me traeréis una víctima pura, porque soy el gran Rey, dice el Señor, y entre los pueblos paganos, mi nombre es admirable.»
XV. Para el cargo de obispos y diáconos del Señor, eligiréis a hombres humildes, desinteresados, veraces y probados, porque también hacen el oficio de profetas y doctores. No les menospreciéis, puesto que son vuestros dignatarios, juntamente con vuestros profetas y doctores. Amonestaos unos a otros, según los preceptos del Evangelio, en paz y no con ira. Que nadie hable al que pecare contra su prójimo, y no se le tenga ninguna consideración entre vosotros, hasta que se arrepienta. Haced vuestras oraciones, vuestras limosnas y todo cuanto hiciereis, según los preceptos dados en el Evangelio de nuestro Señor.
XVI. Velad por vuestra vida; procurando que estén ceñidos vuestros lomos y vuestras lámparas encendidas, y estad dispuestos, porque no sabéis la hora en que vendrá el Señor. Reuníos a menudo para buscar lo que convenga a vuestras almas, porque de nada os servirá el tiempo que habéis profesado la fe, si no fuereis hallados perfectos el último día. Porque en los últimos tiempos abundarán los falsos profetas y los corruptores, y las ovejas se transformarán en lobos, y el amor se cambiará en odio. Habiendo aumentado la iniquidad, crecerá el odio de unos contra otros, se perseguirán mutuamente y se entregarán unos a otros.
Entonces es cuando el Seductor del mundo hará su aparición y titulándose el Hijo de Dios, hará señales y prodigios; la tierra le será entregada y cometerá tales maldades como no han sido vistas desde el principio. Los humanos serán sometidos a la prueba del fuego; muchos perecerán escandalizados; pero los que perseverarán en la fe, serán salvos de esta maldición. Entonces aparecerán las señales de la verdad. Primeramente será desplegada la señal en el cielo, después la de la trompeta, y en tercer lugar la resurrección de los muertos, según se ha dicho: «El Señor vendrá con todos sus santos» ¡Entonces el mundo verá al Señor viniendo en las nubes del cielo!

COMPENDIO FINAL

La literatura que llegó a ser el canon del Nuevo Testamento no se había compilado todavía en un libro. Las iglesias usaban el Antiguo Testamento junto con los escritos cristianos que podían poseer. Las evidencias muestran que al final del siglo el movimiento cristiano era puro en doctrina y crecía numéricamente. Es cierto que había intentos de todas partes para diluir la naturaleza del cristianismo, pero la dirección apostólica ayudó a mantener una fuerte unidad interna.
La iglesia neotestamentaria en funciones no mostró ninguna señal de desarrollo de una jerarquía eclesiástica o de un despotismo espiritual. Era un cuerpo local autónomo con dos oficiales y dos ordenanzas. Los dos oficiales eran pastor (algunas veces llamado obispo, presbítero o anciano, ministro, pastor), y diácono. Estos líderes usualmente trabajaban con sus manos para satisfacer sus necesidades materiales.
No había ninguna distinción artificial entre los clérigos y los laicos. Los pastores no tenían más autoridad al ofrecer la salvación a través de Cristo que la tenía cualquier otro miembro de su iglesia. Sus marcas distintivas eran los dones directivos dados a ellos por el Espíritu y su disposición para ser usados por Dios. En vista de las pretensiones posteriores del obispo o pastor de Roma, debe mencionarse que cada iglesia era completamente independiente de control externo.
No hay indicio alguno en ninguna parte de la literatura de este período de que el apóstol Pedro haya servido como pastor de Roma, ni en cuanto a eso, tampoco hay base para creer que la iglesia de Roma fuera fundada por algún apóstol. Indudablemente fue organizada por hombres convertidos en Pentecostés.
Las dos ordenanzas eran el bautismo y la cena del Señor. Eran sencillamente símbolos conmemorativos. La salvación o los dones espirituales no venían por ellos, tampoco. La transferencia de regeneración espiritual y de méritos espirituales a esas ordenanzas es un desarrollo que vino a través de corrupciones posteriores. El culto era sencillo, y consistía del canto de himnos, de oraciones, de la lectura de las Escrituras y de exhortaciones.

OBREROS PEREGRINOS

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La Biblia declara: "Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros" (1 Pedro 3:15). Esto no es simplemente un buen consejo; ¡es un mandamiento de Dios. Determiné que en estos días es especialmente importante que los cristianos puedan dar razón de la esperanza que hay en ellos. Trataría de hacer algo práctico para ayudarlos. Este estudio es el resultado. Los incrédulos y las religiones no cristianas nos hacen desafíos por todas partes. La televisión, los libros, las revistas y las películas colocan nuestra fe en tela de juicio de mil maneras, grandes y pequeñas. Como creyente que adoramos al que es el Logos encarnado, o sea, la lógica de Dios, tenemos que estar preparados para hablar a los que abiertamente se manifiestan antagonistas a los principios básicos de nuestra fe. Pecamos contra Dios cuando nos quedamos en silencio porque no somos capaces de defenderlos.