EL OCCIDENTE (1790–1890)
Tomás Campbell; Una “Declaración y Afirmación”;
Alejandro Campbell; La Iglesia en Brush Run; El bautismo; Un sermón sobre la
ley; Los metodistas Republicanos adoptan el nombre de “cristianos”; Los
bautistas adoptan el nombre de “cristianos”; Barton Warren Stone;
Acontecimientos extraños en cultos de avivamiento; El Presbiterio de
Springfield, fundado y disuelto; La iglesia en Cane Ridge; La Conexión Cristiana;
Separación de los reformistas de los bautistas; Unión de la Conexión Cristiana
y los reformistas; La naturaleza de la conversión; Walter Scott; El bautismo
para el perdón de pecados; El testimonio de Isaac Errett. Un
ministro de una de las ramas separatistas de la iglesia presbiteriana,
TOMÁS
CAMPBELL
Tomás
Campbell, dejó su hogar en el norte de Irlanda, a causa de su salud, y vino a
los Estados Unidos (1807).1 Él fue bien recibido por el Sínodo que para
entonces se reunía en Filadelfia, y fue enviado al occidente de Pensilvania,
donde sus dones poco comunes y su carácter espiritual lo hicieron admisible.
Sin embargo, algunos pusieron en tela de juicio su lealtad al “Testimonio de Separación”
ya que él enseñaba que sólo las Escrituras proveen el verdadero fundamento de
fe y conducta, y desaprobaba el espíritu partidario predominante en las
iglesias.
Al
ser enviado a visitar un distrito escasamente poblado en las Montañas Allegheny,
él recibió en la Cena del Señor a un grupo de creyentes que, aunque eran presbiterianos,
no pertenecían a este grupo en específico. Por esto fue censurado y, al alegar
que había actuado conforme a las enseñanzas de la Escritura, fue tratado de
manera tan hostil como para inducirlo a separarse del cuerpo separatista de la
iglesia presbiteriana.
Muchos
cristianos de diferentes denominaciones continuaron asistiendo a su ministerio.
Estaban insatisfechos con el estado dividido de la religión. Simpatizaban con
su enseñanza de que la unión sólo se podría lograr por medio de un regreso a la
Biblia, y que un mejor entendimiento de la diferencia entre la fe y las
opiniones conduciría a una tolerancia que probablemente haría mucho por detener
las divisiones.
En
una casa entre Mount Pleasant y Washington se celebró una reunión (1809) en que
los presentes conferenciaron sobre cuál sería el mejor medio para poner en
práctica estos principios. Tomás Campbell habló acerca de la maldad de las
divisiones, demostrando que estas no son inevitables, ya que Dios ha provisto
en su Palabra un estándar y una guía suficiente para suplir las necesidades de
las iglesias en todos los tiempos. Los conflictos y las disensiones surgen
cuando se inventan teorías religiosas y sistemas fuera de las Escrituras. Por
tanto, es sólo por medio de un regreso a las enseñanzas de la Palabra de Dios
que se puede recuperar la verdadera unidad.
Como
una regla para su dirección, él propuso que “donde las Escrituras hablan,
nosotros hablamos; y donde estas callan, nosotros también callamos”. Un
presbiteriano que estaba presente, dijo: “Si adoptamos semejante regla como un
fundamento, el bautismo de infantes es asunto concluido”. A lo que Tomás
Campbell contestó: “Si el bautismo de infantes no aparece en la Escritura,
nosotros no podemos tener nada que ver con él”.
Otro
se puso de pie y bajo una fuerte emoción, llegando incluso a llorar, exclamó:
“Espero no tener que ver nunca el día en que mi corazón renuncie a ese bendito
pasaje de la Biblia que dice: ‘Dejad
a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino
de los cielos’”. Un destacado independiente contestó: “En el pasaje de
la Escritura que usted ha citado, no hay referencia en absoluto al bautismo de
infantes”.
A
pesar de esta evidencia inmediata de su divergencia de opinión, la mayoría de
los presentes se unieron en la formación de “La Asociación Cristiana de
Washington” y nombraron a Tomás Campbell para que preparara una declaración de
sus objetivos. Esta, con la cual todos estuvieron de acuerdo, adoptó la forma
de una “Declaración y Afirmación”, en la cual ellos expresaban su opinión de
que como ningún hombre puede
ser juzgado por su hermano, asimismo ningún hombre puede juzgar por su hermano; cada
cual debe juzgar por sí mismo y dar cuenta a Dios de sí mismo. Cada uno está
cercado por la Palabra de Dios, pero no por ninguna interpretación humana de
ella.
Cansados
de los conflictos partidarios, ellos deseaban adoptar y recomendar medidas que
les dieran reposo a las iglesias. Habían perdido la esperanza de encontrar esto
en una continua disensión entre los grupos o en el intercambio de las opiniones
humanas. Esto sólo puede encontrarse en Cristo y en su Palabra inalterable. Por
tanto, regresemos (escribieron en la declaración) al modelo original y
adoptemos sólo la Palabra de Dios como nuestra regla. No tenían intención
alguna de fundar una iglesia, sino solamente una sociedad para la promoción de
la unidad cristiana y de “una reforma evangélica pura por medio de la
predicación sencilla del Evangelio y la administración de sus ordenanzas en
conformidad precisa con su norma divina”.
ALEJANDRO CAMPBELL (1788–1866)
Cuando
Tomás Campbell se trasladó a los Estados Unidos, dejó atrás a su familia para
que luego lo siguieran. Su esposa era descendiente de los hugonotes, y su hijo
Alejandro se encontraba preparándose para ser ordenado ministro en la “iglesia
presbiteriana separatista”. Mientras se quedaba en Glasgow, Alejandro Campbell
se encontró con la enseñanza y la obra de los hermanos Haldane. Esto suscitó
dudas en su mente en cuanto al carácter bíblico del control de las iglesias por
medio de los Sínodos y lo llevó a aceptar el sistema congregacionalista por considerarlo
un sistema conforme a la práctica y la enseñanza apostólica.
Sin
embargo, su unión a la iglesia separatista y su respeto por los deseos de su
padre le impidieron manifestar cualquier expresión externa de sus pensamientos,
aunque en su interior ya se había separado del sistema presbiteriano. Cuando
llegó el tiempo de la comunión semestral de los separatistas, él pasó los
exámenes requeridos y recibió la autorización para participar de la Cena del
Señor con una gran cantidad de comulgantes. No obstante, se abstuvo de hacerlo
al sentir que esto indicaría su aprobación de un sistema que ya no podía
aceptar.
Cuando
llegó el tiempo en que la familia de Tomás Campbell partiera rumbo a los
Estados Unidos, Alejandro se hizo cargo de su madre y sus hermanos menores.
Llegaron a Nueva York y viajaron hacia el interior en carretas, quedándose en
las grandes y cómodas posadas que encontraban en el camino. Tomás Campbell, al
enterarse de su venida, viajó desde Washington para reunirse con ellos. Se
encontraron a medio camino y, al viajar juntos, se relataron mutuamente todo lo
sucedido durante su separación.
Ni
Tomás Campbell ni su hijo sabían que cada uno de ellos por su parte había
dejado el cuerpo separatista de la iglesia presbiteriana y a los dos les
preocupaba cómo el otro recibiría la noticia. Cuando se dieron cuenta de que
cada uno por separado y de diferentes formas había llegado a la misma
conclusión, ambos se fortalecieron y se colmaron de acciones de gracias por las
direcciones manifiestas del Señor.
Cuando
Alejandro vio la “Declaración” que su padre había escrito y escuchó los
principios sobre los cuales él estaba actuando, se percató de que estos expresaban
las mismas convicciones a las cuales él mismo había llegado. Fue así que decidió
dedicarse por entero a la causa de lograr la unidad de la iglesia por medio de
un regreso a las Escrituras.
LA “ASOCIACIÓN CRISTIANA”
Temiendo
que la “Asociación Cristiana” pudiera transformarse en un nuevo partido o
convertirse en una iglesia, Tomás Campbell decidió probar si a los miembros de
la Asociación les permitieran los privilegios de la comunión cristiana y
ministerial entre los presbiterianos. El Sínodo de Pittsburg se reuniría en
octubre de 1810 y Tomás Campbell presentó una solicitud. Él explicó los
principios de la Asociación, y preguntó si el Sínodo estaría de acuerdo “a la unión
cristiana sobre los principios cristianos”.
La
sugerencia fue rechazada y las actividades de la Asociación fueron tajantemente
condenadas. Alejandro Campbell aprovechó esta oportunidad para hacer una
explicación mucho más detallada en defensa de los objetivos de la Asociación.
Para él quedaba muy claro que unirse a cualquier partido sería contrario al
principio de regresar a las enseñanzas de la Escritura.
En
1811, Alejandro Campbell se casó y se unió a su suegro en las labores agrícolas,
en las cuales resultó ser activo y exitoso. Tomás Campbell también se fue de
Washington y adquirió una finca cerca del pueblo de Mount Pleasant. Su finca
fue administrada principalmente por sus amables vecinos debido a que su tiempo
mayormente lo dedicaba a visitar y predicar. Pero el vigor y las habilidades de
su hijo eran tan poco comunes que él pudo ganar lo suficiente por medio de la
agricultura sin dejar sus labores espirituales.
La
hostilidad de todos los cuerpos religiosos hacia la “Asociación Cristiana” poco
a poco convenció a sus miembros de que no lograrían las ventajas ni cumplirían
con los deberes de una iglesia a menos que ellos mismos adoptaran la posición
de una congregación de creyentes, o sea, una iglesia neotestamentaria. Viendo
que no podían transformar las iglesias existentes, guardaron la esperanza de
que el ejemplo de una iglesia fuera de todos los partidos y que exhibiera los
principios del Nuevo Testamento le daría mayor fuerza a la verdad que ellos
creían, es decir, la unidad por medio de un regreso a las Escrituras.
Esta
iglesia fue fundada solemnemente (1811) en Brush Run. Fueron elegidos un
anciano, un evangelista y los diáconos. La Cena del Señor fue celebrada cada
primer día de la semana. Había aproximadamente treinta miembros. Al rechazar
todas las pretensiones sobre una sucesión apostólica, descubrieron que en cada
una de las iglesias del Nuevo Testamento había varios ancianos (o obispos, o
supervisores) y diáconos (o siervos) para la edificación de la iglesia, y
también había evangelistas que eran enviados a predicar la verdad en el mundo.
La
ordenación en sí no fue considerada como una autoridad conferida, sino como un
testimonio de quelas ordenados tenían autoridad de parte de Dios. No había
distinción entre el clero y el laicado.
LA
IGLESIA EN BRUSH RUN (1811)
El
tema del bautismo había sido pospuesto. Tanto Tomás como Alejandro Campbell
creían que el bautismo de infantes había causado tanta polémica que era
preferible ignorarlo. ¿Acaso era necesario que los que ya estaban en la iglesia
salieran de ella “simplemente con el objetivo de volver a entrar por la forma
normal y prescrita?” Ellos bautizaban por inmersión a aquellos creyentes que lo
deseaban. Sin embargo, el nacimiento del primer hijo de Alejandro convirtió la
pregunta en un asunto práctico, y él se vio obligado a examinar las Escrituras
cuidadosamente en lo concerniente a este asunto.
Llegó
a la conclusión de que en el Nuevo Testamento no se enseña otra cosa que el
bautismo de creyentes por inmersión, que esto es un mandamiento del Señor y que
era una práctica apostólica de tanta importancia que no debía dejarse a un
lado.
En
una charca profunda en Buffalo Creek, donde ya varios miembros de la iglesia en
Brush Run habían sido bautizados, Alejandro Campbell y su esposa, su padre, su
madre, su hermana y dos más fueron bautizados (1812).
Este
paso, aunque aumentó la enemistad entre la mayoría de las denominaciones
religiosas y ellos, agradó a los bautistas, quienes propusieron que la iglesia
en Brush Run se asociara con ellos. Los bautistas en el distrito se habían
agrupado en una Asociación de iglesias llamada “Redstone”, y a pesar de su
creencia en la autonomía de las congregaciones, sus pastores, quienes
controlaban la obra de las asociaciones, ejercían tanta influencia que la
iglesia en Brush Run temió que su autonomía pudiera verse comprometida por una unión
más estrecha con ellos.
Además,
la Asociación Bautista había adoptado una Confesión de Fe promulgada en 1747
por una Asociación Bautista en Filadelfia, la cual contenía teorías
inaceptables para la iglesia de Brush Run. Sin embargo, los bautistas vecinos
eran gente devota, amantes de la Palabra de Dios, e insistieron en que
Alejandro Campbell debía venir y ministrar entre ellos. La iglesia de Brush
Run, luego de un análisis, presentó ante la Asociación Redstone un informe
completo de su posición, su “protesta contra todos los credos humanos como vínculos
de comunión o unión entre las iglesias cristianas” y expresaron su disposición
de cooperar con ellos si se les permitía enseñar y predicar todo lo que
aprendieran de las Sagradas Escrituras. Esta propuesta fue aceptada por una
mayoría de la Asociación. No obstante, algunos que no estuvieron de acuerdo
conformaron una marcada oposición.
Esta
oposición se hizo más manifiesta cuando en una reunión de la Asociación en
Cross Creek (1818) Alejandro Campbell predicó un “Sermón sobre la ley” en el
cual él demostró claramente las diferencias de los pactos y que ya no estamos
bajo la ley, sino bajo Cristo quien es “el fin de la ley para justicia a todo aquel que
cree”. Él demostró cuántas prácticas en el cristianismo se
derivan del Antiguo Testamento, el cual condujo al Nuevo Testamento y es
suplantado por él. En el Nuevo Testamento hallamos el Evangelio y la enseñanza
para nuestro tiempo presente. Esto estaba tan en contra de la mayor parte de la
enseñanza de aquel entonces entre los bautistas que algunos de sus púlpitos
fueron cerrados para Alejandro Campbell.
A
principios del siglo XIX hubo cierta cantidad de movimientos espirituales
movidos por un deseo de liberarse de los sistemas teológicos y las prácticas tradicionales
que por tanto tiempo habían predominado.
Eran
impulsados también por la creencia de que un regreso a las Escrituras probaría
que ellas contienen todo lo que se requiere para la fe y la conducta, tanto
para el individuo como para las iglesias.
EL
NOMBRE DE “CRISTIANOS”
Uno
de estos movimientos se desarrolló entre los metodistas. La independencia
americana los había liberado del control extranjero. Al considerar el asunto
del gobierno de la iglesia, la mayoría estuvo de acuerdo con la idea de establecer
un sistema episcopal. Otros se pronunciaron a favor del sistema congregacional
y deseaban que sus iglesias fueran establecidas conforme al modelo del Nuevo
Testamento.
Estos eran una minoría y, al ser incapaces de lograr el apoyo para sus creencias,
se separaron de la gran mayoría (1793). Santiago O’ Kelly y otros predicadores
en Carolina del Norte y Virginia fueron líderes en la formación de estas
iglesias que al principio adoptaron el nombre de “Metodistas Republicanas”,
pero pronto lo abandonaron y decidieron no adoptar ningún nombre excepto el de
“cristianos”. Estas iglesias no reconocían a ninguna cabeza de la iglesia, sino
sólo a Cristo, y no formulaban ningún credo ni reglas, sino que únicamente
aceptaban las Escrituras para su dirección.
Poco
después de esto se originó un movimiento similar entre los bautistas. Un
doctor, Abner Jones, y un predicador bautista, Elías Smith, fundaron iglesias
en los estados del este donde la fe y la piedad se convirtieron en el requisito
de acogida para sus miembros, y no el hecho de ser miembro de cualquier secta
en específico (desde 1800).
Otros
predicadores de entre los bautistas se unieron a ellos y un grupo de hombres
dotados se incorporaron a las nuevas iglesias y llevaron el Evangelio a lugares
lejanos. Todas estas iglesias adoptaron únicamente el nombre de “cristianos” y
aceptaron las Escrituras como su suficiente guía.
BARTON WARREN STONE (1772–1844)
En
Cane Ridge, Kentucky, en la última década del siglo XVIII, los primeros colonos
presbiterianos construyeron un edificio de troncos para su lugar de reunión. En
1801 su ministro fue Barton Warren Stone. Al relatar su propia historia,
escribió:
Por
este tiempo, mi mente fue constantemente sacudida por los movimientos de la
teología especulativa, el tan absorbente tema de la comunidad religiosa en ese
período En ese tiempo, yo creía y enseñaba que el género humano estaba tan
completamente depravado que era incapaz de hacer algo aceptable ante Dios,
hasta que su Espíritu Santo, por medio de algún poder físico, misterioso y
todopoderoso, avivara, instruyera y regenerara el corazón, preparando de esa
manera al pecador a fin de que creyera en Jesús para su salvación.
Comencé
a ver claramente que si Dios no llevaba a cabo esta obra regeneradora en todos,
era porque él decidía hacerlo así en algunos y en otros no y, además, que esto
dependía de su propia voluntad soberana esta doctrina está estrechamente
vinculada a la elección incondicional y a la reprobación Son prácticamente una
sola; y fue precisamente por esta razón que yo admití los decretos de elección
y reprobación, habiendo admitido la doctrina de la depravación total. Las dos
son inseparables.
A
menudo cuando me encontraba persuadiendo a los desdichados para que se
arrepintieran y creyeran en el Evangelio, por un momento sentía que mi celo se
enfriaba por la contradicción. ¿Cómo
pueden creer? ¿Cómo pueden arrepentirse? ¿Cómo pueden hacer lo imposible?
¿Cómo pueden ser culpables al no hacerlo? Cierta noche, al ocuparme en la oración
privada y en la lectura de la Biblia, mi mente se llenó de consuelo y paz.
Nunca antes recuerdo haber experimentado semejante amor ardiente y ternura por
la humanidad, y sentir tanto deseo por su salvación durante varios días y
noches me mantuve casi todo el tiempo orando por el mundo decadente Le expresé
así mis sentimientos a una persona piadosa, y precipitadamente le comenté: “Mi
amor por los pecadores es tan inmenso que si tuviera el poder, los salvaría a
todos”.
Al
escuchar aquello, la persona se horrorizó y me dijo: “¿Acaso usted los ama más
que Dios? ¿Por qué entonces no los salva él? Sin duda, él es todopoderoso”.
En
aquel momento sentí vergüenza, me hallé perturbado y acallado, por lo que
rápidamente me retiré al bosque apacible para la meditación y la oración.
Me
hice la pregunta: ¿Acaso
Dios ama al mundo, a todo el mundo? ¿No tiene él todo poder para salvar? Si es
así, todos deberían ser salvos, por cuanto, ¿quién puede resistirse a su poder?
Yo estaba firmemente convencido de que según la Escritura no todos
llegan a ser salvos. La conclusión, pues, era que Dios no amaba a todo el mundo, y
de ser así, el espíritu en mí, que amaba al mundo con tanta vehemencia, no
podía ser el Espíritu de Dios, sino un espíritu de engaño Fue así como me
postré ante Dios en oración, pero de inmediato se me vino a la mente
que estaba orando en incredulidad y “todo lo que no proviene de fe, es pecado”. Se ha
de creer, o de lo contrario no se recibirá nada bueno de la mano de Dios. Pero
la fe me era tan imposible como crear un mundo.
Entonces serás castigado ya que “el que no creyere,
será condenado”. ¿Pero acaso el Señor me condenará al castigo eterno por no
hacer lo imposible? Todos estos pensamientos pasaron por
mi mente, y surgió blasfemia en mi corazón contra un Dios como ese,
y mi lengua se sintió tentada a proferirla. Comencé a sudar profusamente y
los fuegos del infierno se apoderaron de mí en este estado poco común
me mantuve durante dos o tres días.
De
este estado de perplejidad fui librado por medio de la preciosa Palabra de
Dios. Al leer y meditar en ella, me convencí de que Dios sí
amaba a todo el mundo, y que la razón por la cual él no
salvaba a todos era debido a la incredulidad de ellos. También llegué a la
conclusión de que la razón por la cual ellos no creían no era porque Dios no
ejercía su poder físico y todopoderoso en ellos, sino porque ellos se negaban a
recibir su testimonio dado en la Palabra con respecto a su Hijo. “Estas se han
escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que
creyendo, tengáis vida en su nombre.”
De
modo que me di cuenta de que el requisito de fe en el Hijo de Dios era
razonable, ya que el testimonio dado era suficiente para producir fe en el
pecador, y las invitaciones y el aliento del Evangelio eran suficientes, si se
creía en él, como para conducirlo al Salvador a fin de obtener la promesa del
Espíritu Santo, la salvación y la vida eterna.
Este
vistazo de fe y verdad fue el primer rayo de luz divino que alguna vez encaminó
mi mente afligida y confusa por el laberinto del calvinismo y el error en el
cual me había mantenido desconcertado por tanto tiempo. Ese rayo de luz me
llevó a los ricos pastos de la libertad del Evangelio.
En
este tiempo Stone fue a cerciorarse por sí mismo acerca del avivamiento que,
según escuchó, estaba teniendo lugar en Kentucky y Tennessee. La gente caía al
suelo y entraba en una gran angustia o gozo espiritual. Todas las clases sociales
fueron afectadas. Después de un examen abundante y meticuloso de las
circunstancias, se convenció de que era un avivamiento dado por Dios.
AVIVAMIENTOS EN KENTUCKY Y TENNESSEE
Cuando
Stone regresó a su casa en Cane Ridge y predicó, acontecieron las mismas cosas.
En cierta ocasión llegaron a reunirse unas 20.000 personas, y dicho encuentro
se extendió por varios días. Predicadores presbiterianos, metodistas y
bautistas predicaron al mismo tiempo en distintas partes del campamento. El
espíritu partidario desapareció. Cerca de 1.000 personas de todas las clases
experimentaron estas manifestaciones extrañas. Incluso después que pasó la
emoción, perduraron los buenos resultados. Esclavos fueron libertados y las
iglesias aumentaron en número y en celo.
Por
este tiempo varios ministros presbiterianos, incluyendo a Stone, predicaron la
suficiencia del Evangelio para salvar a los hombres.
Predicaron
también que el propósito del testimonio de Dios era de producir fe y que era
capaz de hacerlo. El propio Stone relata: “La gente parecía despertarse de un
letargo perpetuo. Todos parecían darse cuenta por primera vez de que eran seres
responsables, y de que el rechazo a hacer uso de los medios brindados era un
pecado que los condenaba.”
El
celo partidario comenzó a avivarse después de un tiempo y el presbiterio de
Springfield, Ohio trajo a uno de estos predicadores ante el Sínodo en Lexington.
Esto resultó en la separación de cinco ministros, quienes fundaron el
Presbiterio de Springfield. Declararon su abandono de todas las confesiones y
credos y su aceptación únicamente de las Escrituras como la guía para la fe y
la práctica.
Stone
reunió a su congregación y les dijo que él no podría apoyar más a ningún
sistema religioso, sino que trabajaría a partir de ese momento para la
extensión del reino de Cristo y no para ningún grupo. Fue así como renunció a
su salario y se esforzó en su pequeña finca mientras continuó predicando.
Después
de un año, tiempo durante el cual él actuó de acuerdo con el Presbiterio de
Springfield, todos ellos llegaron a darse cuenta de que semejante organización
no era bíblica, de manera que la dejaron. Sus razones están registradas en un
documento titulado: “La última voluntad y testamento del Presbiterio de
Springfield”. Ellos adoptaron el nombre de “cristianos”, el cual creyeron que
había sido concedido por revelación divina a los discípulos en Antioquía.
Este
grupo, reunido así en Cane Ridge en 1804, creía que era la primera iglesia en
formarse sobre la base de los principios apostólicos originales. Creían que
ningún grupo había hecho algo similar desde la época de Constantino cuando se
dio la gran desviación.
Pronto
se multiplicaron iglesias similares y cada congregación se consideraba una
iglesia independiente. El bautismo de creyentes comenzó a ser enseñado entre
ellos, fue aceptado, y se convirtió en su práctica.
LA “CONEXIÓN CRISTIANA”
El
movimiento se propagó rápidamente a través de los estados del Oeste y se puso
en contacto con los otros dos en el Este y Sur. Se unió a ambos para formar la
“Conexión Cristiana”, dentro de la cual todos estuvieron de acuerdo con la idea
de dejar el vínculo con los credos humanos, aceptar sólo la Escritura como su
guía y andar en la sencillez delas iglesias primitivas.
Estos
movimientos, al surgir cada uno de manera independiente y al descubrirse sólo
posteriormente los unos a los otros, tenían mucho en común con aquellas iglesias
donde los Campbell eran prominentes. Las iglesias de la “Conexión Cristiana” eran
más activas en la predicación del Evangelio y, por tanto, aumentaron más
rápidamente; en tanto las otras se ocuparon más de la enseñanza, de manera que
avanzaron más en el conocimiento.
El
talento sobresaliente y la actividad incansable de Alejandro Campbell como
editor, autor, profesor, predicador, en los debates públicos, en la obra
educacional, en la revisión del Nuevo Testamento y en otras áreas, llevó a una
amplia aceptación de su enseñanza.
Las
comunidades bautistas fueron influenciadas por la enseñanza de Campbell. Pero
aquellos que no estaban dispuestos a aceptar la reforma poco a poco organizaron
una oposición que comenzó a mostrarse en diferentes lugares por medio de una
separación entre los bautistas y los reformistas. Con el tiempo, la acción de
una de las Asociaciones Bautistas al excluir a varios predicadores reformistas
destacados que trabajaban entre ellos, y posteriormente, al aconsejar a las
iglesias que excluyeran a todos los reformistas de su comunión, trajo como
resultado una separación general (1832).
Al
mismo tiempo, las congregaciones y los individuos relacionados a Alejandro
Campbell, y otros relacionados al anterior movimiento en el que Stone era activo,
al llegar a conocerse mutuamente, se percataron de que sus objetivos y
principios eran en esencia los mismos. Donde ellos diferían más bien se
complementaban en vez de oponerse, de modo que comenzaron a relacionarse. Ambos
grupos opinaban que una unión formal, como de dos cuerpos de creyentes, sería
perjudicial, pero en 1832 se reconoció el compañerismo de todas estas iglesias.
Desde
hacía mucho tiempo en estos círculos había existido un debate en cuanto a la
naturaleza de la conversión. Se había sostenido en sentido general que el
hombre es incapaz de hacer algo por su propia salvación, que ni siquiera podía
creer excepto mediante una intervención del Espíritu Santo. Por lo tanto,
existía mucho anhelo por experiencias espirituales internas que fueran una
evidencia de la obra del Espíritu Santo en el corazón. Luego algunos comenzaron
a señalar que la voluntad del hombre debe ejercerse, que cuando él escucha el
Evangelio es responsable de aceptarlo por fe y que la responsabilidad de
rechazarlo o desatenderlo, con la consiguiente pérdida, también recae sobre él.
WALTER SCOTT (1796–1861)
Walter
Scott, uno de los evangelistas más exitosos y devotos que trabajaba
conjuntamente con Tomás y Alejandro Campbell, y quien, antes que ellos, mantuvo
una relación estrecha de servicio en el Evangelio con amigos de Barton Warren
Stone, fue influenciado fuertemente por esta cuestión. Él creía que mucha predicación
resultaba en gran medida ineficaz debido a que no se graba lo suficiente en las
mentes de los oyentes el hecho de que ellos son responsables de aceptar a
Cristo por fe como su Salvador sobre el testimonio de la Escritura y aparte de
cualquier sentimiento propio que pudieran considerar como evidencia de la obra
del Espíritu Santo. Walter Scott observó en el Nuevo Testamento que aquellos
que creían eran bautizados, y que no temían dar aquel paso tajante.
También
consideró las palabras de Pedro narradas en Hechos 2.38: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en
el nombre de Jesucristo
para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”,
y comenzó a suplicar a sus oyentes que dieran un paso al frente y se bautizaran
“para perdón de los pecados”, agregando
estas palabras, cuando bautizaba, a aquellas encomendadas por el Señor en Mateo
28.19. Esto llegó a ser una práctica común.
Scott
describió la conversión en cinco pasos:
(1)
La fe,
(2)
El arrepentimiento,
(3)
El bautismo,
(4)
El perdón de pecados y:
(5)
El recibimiento del Espíritu Santo.
Este
esfuerzo por explicar más claramente el Evangelio mediante la descripción de
sus procesos como se describe en Hechos 2.38, cuando Pedro les predicó a los
judíos y a los prosélitos por primera vez en Jerusalén en el Pentecostés,
realmente ayudó a muchos a alcanzar la fe y la obediencia.
Con
todo, de haberse escogido como el ejemplo la primera predicación de Pedro a los
gentiles en Cesarea, el orden hubiera sido:
(1)
La fe,
(2)
El perdón de pecados,
(3)
El recibimiento del Espíritu Santo y:
(4)
El bautismo (véase Hechos 10.43–48).
Es
difícil reducir a una fórmula las reacciones mutuas del Espíritu Santo y la
voluntad humana cuando se trata de la conversión.
La
hermandad de tantas iglesias y su ocupación con las Escrituras avivaron la
predicación del Evangelio. Se levantaron muchos hombres de todas las clases
sociales y fueron capacitados para el servicio. Predicaron a Jesucristo, y a
este crucificado, por lo que su palabra llevó fruto. Miles de personas se
convirtieron y se sumaron a las iglesias, las cuales crecieron y aumentaron con
gran rapidez. A sus adversarios les gustaba llamarlos “los stonetistas” o “los
campbelistas”, pero ellos rechazaron estos nombres junto con todos los nombres
sectarios. Se referían a sí mismos como “cristianos”, “discípulos”, “iglesias
de Cristo”.
Uno
de sus líderes en la segunda generación, Isaac Errett (1820–1888), los describe
de la siguiente manera:
Entre
nosotros la divinidad de Jesús y la verdad de que él es el Cristo es más que un
simple artículo de doctrina es la verdad central del sistema cristiano, y en un
sentido importante es el credo del cristianismo. Es una verdad fundamental que
protegemos celosamente para mantenerla intacta.
Si
los hombres están en lo correcto acerca de Cristo, Cristo los llevará a estar
en lo correcto acerca de todo lo demás. Es por ello que predicamos a Jesucristo
y a él crucificado. No reclamamos ninguna otra fe, en cuanto al bautismo y la membrecía
de la iglesia, que la fe del corazón en que Jesús es el Cristo, el Hijo del
Dios vivo; tampoco tenemos ninguna relación o vínculo de hermandad, sino
mediante la fe en el Redentor divino y obediencia a él. Todos los que confían
en el Hijo de Dios y le obedecen son nuestros hermanos, por muy equivocados que
puedan estar acerca de alguna otra cosa.
Sin
embargo, los que no confían en el Salvador divino para la salvación ni obedecen
sus mandamientos no son nuestros hermanos, por muy inteligentes y excelentes
que puedan ser en el resto de las cosas. En cuanto a posiciones que son
básicamente deducciones, llegamos a conclusiones lo más unánimemente posible, y
cuando no lo logramos ejercemos tolerancia, con la confianza que Dios nos
guiará hacia una unión final.
En
asuntos de opinión o sea, en temas sobre los que la Biblia guarda silencio, o
menciona muy poco como para no poder uno arribar a conclusiones definitivas
nosotros damos la mayor libertad, siempre y cuando nadie juzgue a su hermano,
insista en que los demás acepten su opinión, o convierta dichos temas en un
motivo de conflicto.
Estas
iglesias se propagaron ampliamente en Australia, se establecieron en el Reino
Unido, y alcanzaron muchos otros países. Como era de esperar, con el paso del
tiempo aparecieron tendencias hacia el desarrollo de un sistema denominacional.
Algunos llegaron a abogar por una obra misionera subordinada a una organización
central.
La
influencia del racionalismo popular de la época se hizo sentir en algunos
círculos. En ocasiones los debates en cuanto a la interpretación o aplicación
de la Escritura resultaban en divergencias de práctica. Todas estas
experiencias demuestran la importancia del “testimonio de restauración”
original. El regreso a la Escritura es el único camino hacia la verdadera
unidad de las iglesias y hacia el poder necesario para difundirse en el mundo,
pues sólo así pueden estas presentarle al mundo toda la Palabra de Dios.
RUSIA (1788–1914 850–1650
1812–1930)
La emigración menonita y luterana hacia Rusia; Los
privilegios cambian el carácter de las iglesias menonitas; Wust; Avivamiento;
Los “hermanos menonitas” se separan de la Iglesia Menonita; Avivamiento de la
Iglesia Menonita; Prohibición de las reuniones entre los rusos; Autorización de
la circulación de las Escrituras rusas; Traducción de la Biblia; Cyril Lucas;
Los estundistas; Distintas vías por medio de las cuales el Evangelio llegó a
Rusia; Gran incremento de las iglesias.
Los acontecimientos políticos en Rusia conducen a
un aumento de la persecución; Los exiliados; Ejemplos de exilio y de la
influencia del Nuevo Testamento; Decreto del Santo Sínodo contra los
estundistas; Los cristianos evangélicos y los bautistas; Desorden general en
Rusia; Edicto de tolerancia; Incremento de las iglesias; Fin de la tolerancia;
La revolución; La anarquía; Auge del gobierno bolchevique; Esfuerzos por abolir
la religión; Sufrimiento e incremento de las iglesias; Los comunistas persiguen
a los creyentes; J. G. Oncken; Una iglesia bautista fundada en Hamburgo;
Persecución; Tolerancia; La escuela bíblica; Los “bautistas alemanes” en Rusia;
Las donaciones procedentes de los Estados Unidos; Los nazarenos; Frohlich...
avivamiento por medio de su predicación.
Su exclusión de la iglesia; Los artesanos húngaros
conocen a Frohlich; Reuniones en Budapest; Propagación de los nazarenos;
Sufrimientos por negarse a prestar el servicio militar; La enseñanza de Frohlich.
Los
descendientes de aquellas iglesias en Holanda que habían sido avivadas por
medio de los esfuerzos de Menno en el siglo XVI prosperaron bastante cuando,
bajo el liderazgo del Príncipe de Orange, se derrotó el poder de España y su
tiranía fue sustituida por una libertad de conciencia y de culto sin
precedentes.
EL
PERÍODO DE1788–1914
Ya
para el siglo XVIII los menonitas se habían convertido en un grupo muy
próspero. Sin embargo, en Prusia, en parte por negarse a prestar servicio
militar, ellos fueron sujetos a tales desventajas que se convirtieron en un
grupo pobre y abatido. De modo que cuando llegó una oferta de la Emperatriz
Catalina II de Rusia de ocupar una tierra en las regiones recién ocupadas al
sur de Rusia, con libertad de culto y exención del servicio militar, esta fue
acogida como un acto de liberación dado por Dios.
Los
más pobres fueron los más dispuestos a emigrar, y en 1788 tuvo lugar el primer
éxodo de 228 familias o unas 1.500 almas, quienes ya para el siguiente año se
habían establecido en la provincia de Ekaterinoslav, en el distrito de
Chortitza, a orillas del río del mismo nombre, que desemboca en el Dniéper. Al
principio lucharon para poder subsistir, pero otros grupos los siguieron, entre
ellos algunos que estaban mejor provistos de recursos.
Pronto
la diligencia trajo prosperidad. La expectativa del gobierno ruso de que estos
agricultores elevaran el estándar de la agricultura y el nivel de vida en
general fue muy pronto satisfecha. A medida que la tierra negra, rica y fértil
fue rindiendo sus cosechas abundantes de granos, se levantaron poblados bien
organizados con calles amplias bordeadas de casas de construcción sólida. Fue
así como los rusos y los tártaros vecinos vieron las posibilidades de riqueza
de su tierra como nunca antes habían soñado.
No
obstante, los menonitas no fueron los únicos emigrantes. Una gran cantidad de
luteranos, principalmente de los círculos pietistas perseguidos en Wurttemberg,
también vinieron a labrar la tierra y a edificar poblados por toda la región. Estos
fueron los inicios de una colonización que aumentó sobremanera.
Con
el transcurso del tiempo los asentamientos se propagaron a lo largo del sur de
Rusia, hacia Crimea, especialmente por la cuenca más baja del Volga, hasta el
Cáucaso y más allá hacia la Siberia e incluso hasta el Turkestán y llegando
hasta las fronteras de China. Sin dejarse absorber por las poblaciones circundantes,
los colonos mantuvieron su propio idioma, religión y costumbres, formando
grupos bien íntegros, dispersos como islas rodeadas por el mar de los eslavos
ortodoxos y otros pueblos del vasto Imperio.
Los
privilegios dados por el gobierno pronto cambiaron el carácter de las iglesias
menonitas, por cuanto, a fin de compartir estos privilegios, los hijos no
tenían más opción que hacerse menonitas. Por eso eran recibidos en la iglesia,
no, como antes, sobre la base de su confesión de fe en Cristo y las evidencias
de su nuevo nacimiento, sino que eran bautizados y se hacían miembros cuando
alcanzaban cierta edad o cuando se casaban.
De
modo que la iglesia se convirtió en una Iglesia nacional, teniendo en sus filas
lo mismo a miembros convertidos como no convertidos. Su nivel moral rápidamente
degeneró. Familias que al llegar a Rusia se habían distinguido por su sobriedad
y piedad cayeron en evidentes pecados de toda clase, de manera que la
borrachera, la inmoralidad y la codicia pronto predominaron. Siempre se mantuvo
un remanente piadoso que luchaba contra estos males y lamentaba profundamente,
a nombre de sí mismos y de su pueblo, el fracaso de su testimonio.
EDUARDO HUGO OTTO WUST (1817–1859)
Sus
oraciones fueron escuchadas y su ayuda llegó de un lugar inesperado. El dueño
de una posada en Murrhard, Wurttemberg tuvo un hijo, Eduardo Hugo Otto Wust, a
quien envió a estudiar teología.
A
pesar de su vida pecaminosa en la Universidad de Tubingen, el joven aprobó los
exámenes requeridos yen 1841 empezó a ejercer sus funciones clericales en la
Iglesia nacional de Wurttemberg en Neunkircheny Riedenau. Wust se entregó a su
obra con todo su vigor natural, mantuvo relaciones amistosas con los pietistas,
los moravos y los metodistas, y al cabo de tres años después de su ordenación
experimentó un cambio de corazón y pudo renunciar a sus hábitos y costumbres
pecaminosos. Fue entonces, mientras esperaba el amanecer del año 1845, que
recibió el pleno gozo del conocimiento del perdón de pecados y la certeza de
ser un hijo de Dios.
Sus
predicaciones y lecturas de la Biblia, tanto interesantes como eficaces, no
sólo atrajeron a muchos a su alrededor, sino que, además, suscitaron la envidia
y el odio de sus colegas del clero. Mientras sufría trabas y atrasos humillantes
en su obra, recibió, por medio de la influencia pietista, una invitación para
incorporarse a una iglesia “separatista” en Neuhoffnung en el sur de Rusia. A
los 28 años de edad, Wust predicó su primer sermón en la iglesia allí. Era un
hombre alto y corpulento con una voz potente y agradable, y su carácter
afectuoso atrajo a aquellos con quienes entró en contacto.
En
sus prédicas él mostraba a partir de las Escrituras lo que había experimentado
en su propio corazón la suficiencia de la obra expiatoria de Cristo y la
certeza de la salvación que pueden poseer aquellos que confían en él.
A
su iglesia, ya atestada, llegaron oyentes adicionales de todos los círculos,
entre ellos los menonitas. Wust no permitió que las diferencias denominacionales
limitaran sus actividades, por lo que pronto se vio compartiendo lecturas de la
Biblia en casas menonitas y predicando en sus lugares de reunión. Esto trajo
consigo un gran avivamiento. Los pecadores fueron traídos al arrepentimiento y
una gran cantidad de almas encontraron la paz al creer; hubo así un giro
poderoso del pecado a la santidad.
No
obstante, inmediatamente la oposición hizo su acto de presencia. A Wust se le
prohibió el uso de los lugares de reunión menonitas, pero esto no frenó el
progreso del avivamiento. Surgieron dificultades por medio de algunos que
cedieron a expresiones de gozo trastornadas y extravagantes, confundiendo sus
sentimientos con la dirección del Espíritu Santo. Pero este rasgo del
movimiento, que sólo podía conducir a la locura y al pecado, fue superado con
el tiempo y la buena obra persistió a pesar de los ataques tanto internos como
externos.
Wust
murió en 1859, apenas a los 41 años de edad. Durante su vida algunos de los
menonitas convertidos participaron en la Cena del Señor junto con los miembros
de su congregación.
Después
de su muerte, en el mismo año, un grupo de creyentes menonitas, al sentir que
ya no era debido tomar la Cena del Señor en su iglesia junto con los
incrédulos, comenzaron a celebrarla de vez en cuando en casas particulares sólo
con aquellos que confesaban la fe en Cristo.
Esto
despertó un gran resentimiento, y aunque ellos habían deseado evitar las divisiones,
varios fueron obligados a separarse de la Iglesia Menonita. Pronto otros se
sumaron a ellos y en 1860 se fundó una congregación independiente de hermanos
menonitas.
LOS “HERMANOS MENONITAS”
La
antigua Iglesia Menonita ahora actuaba para con las iglesias de los “hermanos
menonitas” recién fundadas de la misma manera en que habían actuado en épocas
anteriores las Iglesias del estado para con sus antepasados; los condenaron y los
entregaron a las autoridades civiles para que los castigaran. Pidieron que los
privaran de todos sus derechos como menonitas, e incluso amenazaron a algunos
con desterrarlos a Siberia.
Durante
años este asunto fue un tema de constante negociación con el gobierno, tiempo
durante el cual los “hermanos” sufrieron severamente. Finalmente el gobierno
les concedió a todos los menonitas todos sus privilegios originales, aparte de
cualquier cuestión referente a su pertenencia a una iglesia en específico.
Las
reuniones de los “hermanos menonitas” aumentaron constantemente y, con su crecimiento,
los dones del Espíritu Santo se manifestaron de manera abundante entre ellos.
En su esfuerzo por seguir el modelo y la enseñanza del Nuevo Testamento en sus
iglesias, se dieron cuenta de que el modo de bautizar en la Iglesia Menonita,
por medio de la aspersión del agua, no era el de los apóstoles, de manera que
introdujeron el bautismo de creyentes por inmersión.
Más
tarde algunos comprendieron que su compañerismo debía ser con todos los
cristianos y no sólo con los menonitas y, aunque no todos concordaban en este
asunto, algunas de las iglesias tuvieron libertad para recibir a todos aquellos
que según su conocimiento pertenecían a Cristo. Las visitas de hermanos
ministros del extranjero, de distintos grupos de creyentes, ayudaron en esto.
Uno
de los resultados de estos acontecimientos fue un gran cambio en la Iglesia
Menonita. Aunque esta continuaba sumando tanto miembros creyentes como no
creyentes, el avivamiento que había sacado de sus filas a tantos demostró ser
eficaz entre muchos de los que permanecieron dentro de su hermandad. El
Evangelio fue predicado por sus ministros con un poder salvador; la vida
piadosa de los conversos fue un testimonio constante para los que se
encontraban a su alrededor; el pecado fue censurado y la norma moral de la
sociedad en sentido general, incluso entre los inconversos, mejoró. Además, el
rencor que existía entre la “Iglesia” y los “hermanos” disminuyó poco a poco y
los creyentes de ambos bandos llegaron a disfrutar de una hermandad en Cristo a
pesar de sus diferencias de opinión.
La
inmensa necesidad del mundo pagano y la responsabilidad de llevar el Evangelio
entre aquellos que nunca antes lo habían escuchado comenzó a pesar en las
conciencias de muchos, tanto así que misioneros fueron enviados a la India y
otras partes. La riqueza que se incrementó rápidamente entre estos colonos se
convirtió en una tentación para muchos de ellos, pues se vieron tentados a
involucrarse demasiado en las cosas materiales.
No
obstante, también hubo aquellos que aprovecharon bien su riqueza en el temor de
Dios y para el avance de su reino. Una gran cantidad de ellos había emigrado a
América, de modo que, en diferentes formas, sus intereses se extendieron más
allá de su primer círculo limitado hacia las regiones lejanas del mundo.
Junto
con los privilegios que los menonitas recibieron del gobierno ruso también
adquirieron obligaciones y limitaciones. En lugar del servicio militar, sus
jóvenes fueron empleados por cierta cantidad de años en los servicios
forestales. Además, se les prohibió celebrar reuniones entre los rusos o de
alguna forma “hacer propaganda” entre los miembros de la Iglesia Ortodoxa
Griega, y sobre estos requisitos, los cuales ellos aceptaron y cumplieron, se
les garantizó su propia libertad de reunión.
Con
todo, hubo una actividad espiritual destacada y bendiciones en sus aldeas
dispersas por las extensas estepas rusas. Muchos obreros rusos fueron empleados
por los menonitas; algunos de ellos los acompañaban en la adoración familiar
que tenía lugar diariamente en los hogares de los creyentes y allí escuchaban
la Palabra de Dios. El Evangelio se convirtió en un tema de conversación
popular entre los hombres al encontrarse ellos en la granja o en el mercado, y
entre las mujeres al encontrarse en la casa o en los campos.
EL PERÍODO DESDE 850–1650
Los
rusos no conocían las Escrituras porque eran leídas en sus iglesias en el
antiguo idioma eslavo, el cual no comprendían. Como no había predicación en sus
iglesias, sino que sólo se celebraban los rituales y se cantaban hermosas
alabanzas, ellos permanecían, al igual que sus sacerdotes, en relativa ignorancia
de la revelación divina.
Sin
embargo, la Iglesia Ortodoxa no se oponía a la circulación de las Escrituras,
sino que enseñaba a la gente a considerar la Biblia como un libro santo, el
Libro de Dios. Por lo tanto, existía un interés sincero por parte del pueblo
ruso un pueblo religioso por naturaleza de escuchar el contenido desconocido
del libro que ellos veneraban. A medida que la maravillosa historia del
Evangelio llegó a ellos, fue bien recibida en muchos corazones.
TRADUCCIÓN DE LA ANTIGUA BIBLIA ESLAVA
Al
igual que sucedió en muchas otras naciones, entre los pueblos eslavos la Biblia
también fue el comienzo de la literatura. Fue a fin de llevarles la Biblia que Cirilo,
en el siglo IX, creó el alfabeto cirílico al combinar algunos caracteres griegos con el
antiguo glagolítico para expresar los sonidos de los idiomas eslavos y tradujo
así una gran parte del Nuevo Testamento. Su compañero, Metodio, se esforzó por
preservar el derecho de usarlo cuando este se vio amenazado por los partidarios
del latín.
Desde
Moravia, donde se originó, este idioma eslavo antiguo de la Biblia eslava se
difundió y llegó a convertirse, antes que el idioma griego, en el idioma de la iglesia
de la mayoría de los países de la Iglesia Ortodoxa Griega. Al desarrollarse las
diferentes ramas de los idiomas eslavos, el idioma antiguo llegó a ser
desconocido por la gente, pero en el siglo XI el gobernante ruso de Kiev,
Yaroslav, tradujo partes de la Biblia al idioma común.
Fue
el estudio de las Escrituras lo que llevó a un pastor de ovejas y a un diácono
en el siglo XIV a predicar en Pskov y luego en Nóvgorod donde multitudes de
personas se congregaban en torno a la feria. Ellos demostraron que los
sacerdotes de la Iglesia Ortodoxa no recibían el Espíritu Santo mediante su
ordenación y que no había valor alguno en los sacramentos que ellos
administraban. Además, demostraron que la iglesia es una asamblea de verdaderos
cristianos que puede elegir a sus propios ancianos; que sus miembros pueden
tomar la Cena del Señor entre ellos mismos y bautizarse, y que todo cristiano
puede predicar el Evangelio. Como era de costumbre en Rusia, se podía leer las
Escrituras pero no practicarlas, de modo que sus seguidores fueron reprimidos y
dispersos.
En
1499, el Arzobispo de Nóvgorod recopiló varias traducciones eslavas y publicó
toda la Biblia, la cual fue impresa en su forma completa en Ostrog en 1581.
CIRILO LUCAS (LUCAR) (1572–1638)
La
Iglesia Ortodoxa Griega se diferenciaba de la Iglesia Católica Romana en que no
había pasado por ninguna experiencia similar a la Reforma, aunque se hizo un
intento por introducirlos principios de la Reforma a ella, y esto en los rangos más altos. Cirilo
Lucas, natural de Creta, fue conocido como el hombre más culto de su tiempo. Llegó
a ser Patriarca de Alejandría (1602) y de Constantinopla (1621) sucesivamente.
Fue él que descubrió en el Monte Athos un manuscrito del siglo V que para ese entonces
era la Biblia griega más antigua de la que se tuviera conocimiento.
Desde
Alejandría él se la envió a Carlos I, rey de Inglaterra, y se encuentra en el
museo británico, conocida actualmente como el Códice Alejandrino.
Mientras
aún era Patriarca de Alejandría, Cirilo comenzó a hacer una comparación
cuidadosa de las doctrinas de las Iglesias Griegas, Romanas y Reformadas con
las Escrituras y decidió abandonar el patriarcado para aceptar las Escrituras
como su guía.
Al
darse cuenta de que las enseñanzas de los reformistas eran más de acuerdo con
las Escrituras que las enseñanzas de las Iglesias Griegas o Romanas, publicó
una Confesión en
la cual se declaraba en muchos aspectos partidario de los reformistas. “Ya no
puedo soportar más” decía, “escuchar a un hombre decir que los comentarios de
la tradición humana tienen igual peso que las Sagradas Escrituras.” Cirilo
Lucas denunció enérgicamente la doctrina de la transubstanciación y la
adoración de imágenes.
Enseñaba
que la iglesia católica verdadera incluye a todos los fieles en Cristo, pero al
mismo tiempo se manifiestan iglesias visibles en diferentes partes del mundo en
distintas épocas. Estas no estaban exentas de errores y, por lo tanto, las
Escrituras son dadas como una guía infalible y una autoridad a las cuales
siempre se debe regresar. De manera que él recomendaba el estudio constante de
la Escritura. El Espíritu Santo capacita a aquellos que son nacidos de nuevo
para que la comprendan al comparar una parte de ella con otra.
Tales
enseñanzas, provenientes de semejante fuente, suscitaron un gran debate y
Cirilo Lucas se vio involucrado en un conflicto tenaz.
Cinco
veces fue desterrado y la misma cantidad de veces se le pidió regresar. El Gran
Visir del Sultán confiaba en él y lo apoyaba, pero esto, mientras le permitía
mantener su posición, dañaba su testimonio, debido a que se consideraba
incompatible que un maestro cristiano dependiera del apoyo de un político
musulmán. En un Sínodo de la Iglesia Griega celebrado en Belén, se llegó a una
confirmación de la antigua orden en la Iglesia Ortodoxa, la cual desaprobó la
reforma.
Pero
la oposición más eficaz a este reformista griego provino de la Iglesia Latina,
la cual por medio de las intrigas de los jesuitas en reiteradas ocasiones
obstaculizó su obra y finalmente, al calumniarlo en su ausencia ante el Sultán
Amurath, quien se acercaba a Bagdad para sitiarla, obtuvo una orden apresurada
para ejecutarlo. Cirilo Lucas fue estrangulado con la cuerda de un arco en
Constantinopla y su cuerpo fue echado al mar. Después de su muerte, Sínodo tras
Sínodo condenó sus doctrinas.
EL PERÍODO DESDE 1812–1930
En
1812, el Zar Alejandro I fomentó el establecimiento de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera en Rusia, otorgándole
privilegios especiales, por lo que una gran cantidad de filiales fueron inauguradas,
extendiéndose hasta las regiones más remotas del Imperio. Había un deseo
genuino de adquirir las Escrituras en los distintos idiomas hablados en el
Imperio, especialmente entre los que hablaban ruso, y las ventas aumentaron
constantemente.
El
efecto de esta lectura de las Escrituras fue extraordinario; una gran cantidad de
personas se apartó de la ignorancia y del pecado para convertirse en seguidores
sinceros y diligentes del Señor Jesucristo. Por supuesto, esto produjo
oposición y el Santo Sínodo desempeñó un papel activo al impedir por todos los
medios posibles la divulgación de las Escrituras.
No
obstante, hasta el establecimiento del Gobierno Bolchevique en aquel país
existieron muchas facilidades para proveer la Palabra de Dios a este pueblo
lleno de anhelo de recibirla.
LOS ESTUNDISTAS
A
las reuniones de los colonos alemanes se les llamaba en su propio idioma Stunden, y
como los rusos comenzaron a reunirse para la lectura de las Escrituras y la oración, se les llamó a
modo de reproche “estundistas”, o sea, aquellos que dejan su iglesia por las
“reuniones”. Ellos mismos no usaban este nombre, sino que se llamaban hermanos
los unos a los otros.
Para
estos rusos la lectura de las Escrituras resultó ser una revelación y un poder
extraordinario. Ellos se dieron cuenta de que el sistema religioso en el cual
habían sido educados los había mantenido en ignorancia de Dios y alejados de su
salvación en Cristo. El arrepentimiento por sus pecados, los cuales eran
muchos, fue total y sin reserva.
Su
aceptación de Cristo como su Salvador y Señor tuvo lugar en abundancia de fe y amor.
Al percatarse del total desacuerdo existente entre la Iglesia Rusa y las
enseñanzas de la Escritura, ellos abandonaron la primera y se aferraron a la
última según todo su conocimiento.
El
bautismo fue practicado de diferentes formas por los colonos alemanes, pero al
principio ninguno de ellos bautizaba por inmersión; a cambio, en la Iglesia
Griega el bautismo era por inmersión, pero era administrado a los infantes. Los
creyentes rusos fueron directo a la Palabra de Dios y, sin dejarse influenciar
por las prácticas que predominaban a su alrededor, llegaron en seguida a la
convicción de que la enseñanza y el modelo del Nuevo Testamento era el bautismo
de creyentes por inmersión.
Su
costumbre de actuar con valentía hizo que de inmediato llevaran esto a la
práctica, y se convirtió en una norma universal entre los creyentes.
También
comprendieron que la partición del pan era un mandato del Señor limitado a los
creyentes, por lo que también actuaron sobre esta convicción. El sistema
clerical de la Iglesia Ortodoxa desapareció cuando ellos comprendieron a partir
de las Escrituras la constitución de la iglesia y las iglesias, el sacerdocio
de todos los creyentes, la morada del Espíritu Santo, los dones y la libertad
de ministerio que él da para la dirección en las iglesias, para edificar a los
santos y para divulgar el Evangelio entre todos los hombres.
Este
movimiento, llamado estundista
por los demás, rápidamente se hizo tan extenso (cada
grupo de conversos se convirtió inmediatamente en una iglesia y en un centro
desde el cual el testimonio se extendía a todas partes) que era evidente que la
obra del Espíritu manifestado entre los colonos extranjeros no había sido otra
cosa sino la introducción y el comienzo de una obra de mucho mayor alcance que
se afianzaba entre las masas del pueblo ruso. Pero la libertad de culto
garantizada a los colonos no fue concedida a los ciudadanos natales del país, y
las iglesias rusas tuvieron que soportar la persecución desde el comienzo,
aunque esta no pudo frenar su entusiasmo paciente.
BOHNEKAMPER Y LAS IGLESIAS RUSAS
Aunque
los menonitas fueron un medio tan importante para introducir el Evangelio que
predominaría a través de las extensas regiones de Europa y Asia, ellos no
fueron el único medio empleado. Bohnekamper, enviado por la Misión de Basilea
al Cáucaso y expulsado de esa región, ocupó el cargo de pastor en una colonia alemana cerca de Odessa, donde él realizaba
lecturas de la Biblia en ruso para los obreros que venían desde muchas partes a
trabajar en las cosechas. Estos luego se llevaban a sus hogares la Palabra de
Dios que habían recibido.
Miembros
de la Sociedad de los Amigos, como Étienne de Grellet, Guillermo Allen y otros,
visitaron a San Petersburgo y allí hicieron contacto con el Zar Alejandro I
para influenciarlo a favor de la terminación de la traducción de la Biblia al
idioma ruso. El Zar les relató a estos Amigos que no había visto una Biblia
hasta que tuvo cuarenta años de edad, pero que cuando en ese tiempo fue
instruido a leerla, la devoró al descubrir allí la expresión de todos sus
problemas como si se los hubiera descrito él mismo.
También
les comentó que de la Biblia él había recibido la luz interna y que había
descubierto que esta era la única fuente de conocimiento que salva. Esta
experiencia lo hizo estar dispuesto a apoyar la propuesta hecha por los Amigos
y a ofrecerles las facilidades para la introducción y venta de las Escrituras
en Rusia, las cuales resultaron ser de un valor incalculable.
“VASSILIJ IVANOVITCH” MELVILLE
Un
escocés, Melville, conocido en Rusia como Vassilij Ivanovitch, representante de
la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, dedicó sesenta años de su vida a la
distribución de las Escrituras en el Cáucaso y en el sur de Rusia. No sólo se
dedicó a la distribución de los libros, sino también a la aplicación de su
contenido a las conciencias de aquellos que los compraban. Melville permaneció
soltero e hizo de la divulgación de la Palabra de Dios su único objetivo, en el
cual se destacó como líder y ejemplo a muchos distribuidores de Biblias devotos
que seguirían sus pisadas.
La
llegada de un Nuevo Testamento a un distrito ha sido a menudo el medio de la
conversión de almas, la formación de una iglesia y la posterior divulgación del
Evangelio; todo esto antes de descubrir la existencia de otros hermanos que
también cumplen las Escrituras. Ejemplos de este tipo han sido corroborados en
muchos lugares desde Siberia del norte hasta la costa sur del Caspio.
Procedente
de otra región vino Kascha Jagub, un nestoriano de Persia que, con la ayuda de
la Misión Americana, llegó a Rusia, desarrolló un gran talento para la
evangelización, especialmente entre los pobres, y, bajo el nombre ruso de Jakov
Deljakovitch, viajó y predicó por toda Rusia y Siberia durante casi treinta
años, esto a finales del siglo XIX.
LORD RADSTOCK Y CORONEL PASCHKOV
Otra
clase social fue alcanzada por medio de los esfuerzos de Lord Radstock (1833–1913)
quien, partiendo de Inglaterra en 1866, visitó muchas tierras, dando a conocer
el Evangelio, y llegó a San Petersburgo. Allí llevó a cabo lecturas de la
Biblia en las casas de algunos miembros de la aristocracia y se manifestó una obra
poderosa del Espíritu Santo.
Numerosas
personas pertenecientes a los rangos más altos de la sociedad se convirtieron
cuando escucharon sus sencillas y sinceras exposiciones de la Escritura,
reforzadas con ejemplos ilustrativos. Muchas almas llegaron a conmoverse
incluso en la casa y familia imperial. Estos creyentes llevaron a cabo las
enseñanzas de la Palabra de Dios con la misma fidelidad que los granjeros y los
obreros en el sur, con quienes ellos pronto desarrollaron relaciones
fraternales.
Ellos
fueron bautizados y cumplieron con la partición del pan. En sus palacios los
cristianos más pobres e ignorantes se sentaron junto a las personalidades de
mayor rango en el país, unidos por los lazos de una vida común en Cristo.
Entre
estos conversos se encontraba un terrateniente rico, el Coronel Vassilij
Alexandrovitch Paschkov, quien dispuso el salón de baile de su palacio para las
reuniones. Vassilij predicó el Evangelio en todas partes, en las prisiones y en
los hospitales así como en los lugares de reunión y en las casas. Usó su gran
riqueza en la distribución de las Escrituras; publicó tratados y libros, ayudó
a los pobres y de cualquier modo posible ayudó a extender el reino de Dios.
Luego, se le prohibió celebrar reuniones en su casa (1880). Pero como no
desistió, fue desterrado debido a la influencia del Santo Sínodo, primero de
San Petersburgo y luego de Rusia. La mayor parte de sus propiedades fueron
confiscadas.
Los
“bautistas alemanes” se habían dispersado en Rusia procedentes de Alemania y se
habían hecho numerosos en Polonia y en muchas otras partes, pero gozaban de
cierta libertad sólo bajo la condición de que limitaran su ministerio a los
alemanes o a otros no pertenecientes a la Iglesia Ortodoxa.
Sin
embargo, con el tiempo su influencia condujo al establecimiento de congregaciones
de “bautistas rusos” las cuales también se difundieron con gran rapidez. La
principal diferencia entre estas y las otras iglesias era que las iglesias
bautistas pertenecían a una determinada federación u organización de iglesias,
mientras que las otras consideraban a cada iglesia como una congregación
independiente; cada una dependía directamente del Señor.
Estas
últimas mantenían la comunión entre las varias iglesias por medio del contacto
personal y las visitas de los hermanos que ministraban. Además, entre los
bautistas cada iglesia tenía, tanto como fuese posible, un pastor designado,
mientras que entre las otras iglesias había libertad de ministerio y los
ancianos eran elegidos de entre ellos mismos.
De
modo que el Evangelio llegó a aquellos enormes territorios a través de
diferentes medios, pero una vez recibido, fue adoptado por los propios rusos, y
nunca fue una “misión extranjera” o una institución extranjera entre ellos.
Ellos comprendieron desde un inicio que la Palabra de Dios era para ellos
directamente, sin la mediación de ninguna Sociedad o Misión, y que la
responsabilidad del ministerio de reconciliación recaía sobre ellos.
Esta
responsabilidad la acometieron con todas las consecuencias y los sufrimientos
que implicaba, con un celo sincero que nada ni nadie pudo detener. Como
resultado de todo esto el Evangelio se difundió y continúa difundiéndose por
todos esos continentes de una manera totalmente distinta de lo que sería
posible donde la obra es mantenida y controlada por una Sociedad Misionera
extranjera. En la actualidad las iglesias en Rusia se cuentan por miles y sus
miembros por millones.
Desde
sus comienzos estas iglesias fueron sometidas a una persecución irregular, pero
con el paso del tiempo la persecución se generalizó y llegó a ser más severa
debido a la evolución de los acontecimientos políticos.
La
forma autocrática del gobierno, con su consecuente supresión violenta de la
libertad individual, condujo a la formación de sociedades secretas cuyo
objetivo era derrocar la tiranía existente, valiéndose de cualquier medio, sin
importar cuán brutal. Los asesinatos y los atentados de estos nihilistas
aterrorizaron tanto a la clase dominante que motivaron la aplicación de medidas
de represión aun más drásticas. El Zar, Alejandro II, personalmente deseaba una
reforma, aunque no se daba cuenta de la gravedad de la tormenta de
resentimiento e indignación acumulada durante siglos de opresión desenfrenada.
Con
todo, se encontraba seriamente ocupado a fin de traer cambios importantes en
este sentido cuando, en 1881, fue despedazado por una bomba nihilista en las calles
de San Petersburgo. Se produjo una reacción violenta hasta el más total
despotismo. Sus sucesores, con sus consejeros, se dedicaron a aniquilar no sólo
a los revolucionarios desesperados, sino también a toda clase de divergencia
contraria a su ideal de una Rusia santa con un gobierno autocrático absoluto
tanto en el estado como en la Iglesia.
Los
disidentes políticos, los elementos no-rusos en la población del Imperio, especialmente
los judíos, las universidades también y muchos otros cayeron bajo la opresión.
Y era evidente que las iglesias de creyentes fuera de la Iglesia Ortodoxa no
serían perdonadas.
EL
AUGE DE LA PERSECUCIÓN DE CREYENTES
En
Pobiedonóstsef, procurador general del Santo Sínodo, estas iglesias encontraron
un adversario implacable y constante. El encarcelamiento, las multas y el
exilio fueron su suerte, mientras que los sacerdotes incitaban a la gente a
atacarlos, maltratarlos y destruir sus hogares y bienes. Sus reuniones fueron prohibidas,
y cuando se les descubría reuniéndose secretamente para la oración y la lectura
de las Escrituras, eran dispersados por la fuerza, seguidos por el arresto y el
castigo. Cada vez más hermanos, especialmente de los ancianos y líderes de las
iglesias, eran desterrados a Siberia o el Cáucaso.
Esto
resultó ser un medio de difundir el testimonio, ya que adondequiera que estos
exiliados iban, testificaban de Cristo.
En
ocasiones los discípulos eran llevados ante las cortes y condenados y
sentenciados formalmente; pero a menudo eran exiliados por medio de una orden
administrativa y por lo tanto no se requería acusación ni juicio alguno. El
destierro era un castigo demasiado cruel. Se ataban cadenas pesadas a los pies
y las manos de los condenados.
Las
cadenas de los pies eran tan largas que el prisionero tenía que levantarlas y
cargarlas en las manos para poder caminar. Los cientos y cientos de kilómetros hasta
los lugares de destierro eran recorridos a pie durante los primeros años. Más
tarde, muchos fueron enviados en vagones de tren, dentro de los cuales el aire
y la luz sólo entraban a través de una pequeña y bien enrejada ventanilla. Si
había recursos, las esposas y los hijos de los exiliados podían acompañarlos al
exilio.
Todos
estaban a merced de los soldados violentos y brutales que encaminaban el
espantoso tren de criminales mezclados con disidentes políticos y religiosos, y
sumaban a su desgracia el cruel knout
(un látigo usado para azotar) y todo capricho que se les
antojara.
Las
prisiones en el camino eran los lugares de parada. Allí se recogía a los grupos
de personas hasta que se daba la orden de continuar la marcha, esperando a
veces horas y en ocasiones meses. Estas prisiones estaban terriblemente
atestadas; por las noches a menudo no había lugar para que todos se acostaran
en el piso y se tenían que acostar unos encima de otros.
No
había servicios sanitarios ni duchas, mientras que los piojos y otros bichos
que venían en tropel sobre los prisioneros, quienes a menudo estaban cubiertos
de llagas, se sumaban a sus desgracias. La comida era una porquería, y no
existía refugio para ningún hombre, mujer o niño que quisiera protegerse de
cualquier injusticia o ultraje que aquellos a su cargo quisiera imponerle.
Entre los oficiales había uno que otro con un afecto humano, pero lograban poco
en contra del sistema cruel del cual eran parte.
En
los lugares distantes de su destierro, los exiliados subsistían como pudieran.
No se les permitía abandonar la ciudad o el pueblo al que eran asignados. En
ocasiones los desterrados no comprendían el idioma que se hablaba allí. Una
gran cantidad de ellos moría sin llegar a su destino debido a las privaciones y
el tratamiento cruel que recibían de camino. Cuando el destierro no era de por
vida se establecía un término de años, pero a menudo sucedía que cuando este
había expirado y el cautivo esperaba la libertad, se le imponía un término
adicional. Año tras año, en un sinnúmero de ciudades y pueblos rusos, se llevó
a cabo este conflicto.
Por
un lado, siempre había una cantidad cada vez mayor de personas, de todas las
clases sociales, quienes por medio de las Escrituras habían encontrado en
Cristo su Salvador y Señor y se habían empeñado en seguirlo y en hacer de la
Palabra de Dios su guía en todo. Por otra parte, todos los recursos y el
poderío del vasto Imperio Ruso eran usados para imposibilitar esto, para
obligar a estos cristianos a negar la fe y regresar a las formas muertas de
religión y a las idolatrías de las cuales Cristo los había liberado. Todos
estos poderes, tanto el imperial como el ortodoxo, sucumbieron ante la
paciencia indómita y el celo ardiente de los santos.
FREDERICK BAEDEKER (1823–1906)
Al
mismo tiempo que estas persecuciones se llevaban a cabo, se favorecía la venta
del Nuevo Testamento. Hubo ocasiones en que,
por medio de la influencia personal en los más altos círculos, se obtuvo
autorización para visitar las prisiones y distribuir el Libro. El Dr. Frederick
W. Baedeker fue uno que se destacó como un hombre devoto e incansable en este
servicio. Sin embargo, los que hicieron caso de los preceptos del Nuevo
Testamento fueron tratados como criminales y sufrieron las consecuencias.
Entre
los innumerables incidentes registrados, quizá unos pocos puedan dar una ligera
impresión del panorama vivido en ese tiempo. En Polonia un joven asistió a unas
reuniones donde escuchó la predicación del Evangelio y se convirtió a Cristo,
dejando su vida pecaminosa y negligente. Este joven no pudo resistir contarles
a los demás acerca de la salvación que había encontrado. Como resultado de
esto, otros pecadores se volvieron a Dios. Con el tiempo, él formó parte de un
grupo de catorce jóvenes que fueron exiliados a un lugar más allá de Irkutsk en
Siberia.
De
estos, siete murieron de camino, los que quedaron fueron encarcelados tres años
y medio y luego fueron puestos en libertad. Seis de estos últimos murieron muy
pronto de tuberculosis que contrajeron en la cárcel. El único que quedó,
habiendo perdido todo contacto con sus conocidos en Polonia (a pesar de haberse
casado allí y haber dejado atrás a su esposa e hijo bebé) y no teniendo
recursos para emprender el largo viaje de regreso, consiguió trabajo como
herrero y se quedó en Siberia. Nunca dejó de testificar por Cristo y en el
lugar donde él se encontraba se fundó una iglesia que creció y prosperó.
Una
joven que vivía con sus padres, familia de granjeros pudientes, se convirtió y
fue diligente al hablarles a sus amigos y vecinos acerca del Salvador. Ella fue
sentenciada a un destierro de por vida en Siberia. A ella se le posibilitó
viajar en tren. Cuando el vagón de los prisioneros en el que iba María llegó a
la estación cerca de su casa, una gran multitud de parientes y simpatizantes se
encontraba allí reunida.
Ellos
sólo lograron un vistazo de su rostro mientras ella lo apretaba contra los
gruesos barrotes de la pequeña ventana, pero ella sí pudo verlos mejor. “Los
amo” dijo, “Papá, Mamá, hermanos, hermanas, amigos, no los volveré a ver jamás,
pero no piensen que estoy arrepentida de lo que he hecho. Me agrada sufrir por
causa de mi Salvador que lo sufrió todo por mí.” El tren continuó su viaje, y
no se volvió a escuchar nada más de ella, pero un muchacho que se encontraba en
aquella multitud regresó a su casa llorando y al poco tiempo decidió seguir a
Cristo. Él creció para convertirse en un predicador eficaz del Evangelio por
medio de quien muchos fueron traídos a la obediencia de la fe.
Un
campesino que vivía en un pueblo al norte de Omsk, donde los claros en el gran
bosque de alerce y abedul plateado proporcionaban lugar para las siembras, fue
llamado al servicio militar y tomó parte en la guerra japonesa. De un camarada,
él obtuvo un Nuevo Testamento, y mediante la lectura del mismo se convirtió en
un hombre nuevo. Sus hábitos anteriores de alcohol y perversidad fueron
transformados en sensatez, honradez y paz al convertirse en cristiano.
Cuando
aquel campesino regresó a su pueblo natal el cambio era evidente, pero sus
amigos se impresionaron menos por su conducta cambiada que por la aparente
falta de religión que ahora veían en él, pues ya no participaba en las
ceremonias de la Iglesia Ortodoxa ni mantenía los iconos o cuadros sagrados en
su casa. Él se dedicó a la lectura de su Nuevo Testamento con un vecino que
también aceptó a Cristo por fe y lo demostró en su vida transformada.
Esto
alarmó al sacerdote, y según su consejo el segundo campesino fue capturado y
golpeado por su padre y hermanos hasta que lo dieron por muerto. Sin embargo,
su esposa se lo llevó a rastras hasta su choza y lo cuidó hasta que recuperó la
salud. Entre tanto, otros, al escuchar el contenido del Nuevo Testamento,
decidieron seguir a Cristo, y los que creían en el Evangelio se reunían a cada
oportunidad para la lectura del Libro.
A
medida que fueron leyendo, se dieron cuenta de que era la práctica de los
primeros discípulos bautizar a los creyentes, de manera que fueron hasta el Río
Irtish el cual pasaba frente a su pueblo de chozas dispersas desordenadamente.
Allí el ex soldado comenzó a bautizar, y él y los demás continuaron haciéndolo
cada vez que fuera necesario. A medida que leían, comprendieron que ellos eran
una iglesia como se describe en las Escrituras. Los dones del Espíritu Santo
eran evidentes entre ellos: había ancianos capacitados para dirigir, maestros,
evangelistas; en fin, de algún modo cada uno era útil para la iglesia en su
conjunto. Cada primer día de la semana se reunían y recordaban la muerte del
Señor en la partición del pan, habiendo encontrado también esto al leer las
Escrituras.
El
sacerdote y sus simpatizantes tomaron cualquier medida que consideraran
adecuada para frenar el movimiento. Las ventanas y puertas de las casas de los
creyentes fueron rotas, ellos fueron golpeados, y sufrieron la pérdida de su
ganado. Se les impuso toda clase de castigo, el cual ellos soportaron con
paciencia y valentía, convirtiéndolo en un motivo constante de oración. Cuando
cerca de la mitad de los habitantes del pueblo habían sido añadidos a la
iglesia, semejante violencia no pudo continuar. Para entonces el sacerdote
había recurrido a la táctica de afirmar que la nueva religión sólo era la idea
de un moujik o
campesino ruso ignorante, y que ninguna persona inteligente creía en tales
cosas.
Un
día cuatro extraños se dirigieron a este pueblo lejano y se sorprendieron
cuando su carruaje fue rodeado por personas que los llevaron a la casa,
acosándolos de preguntas más rápido de lo que ellos podían contestarlas. Pronto
se reunió todo el pueblo y cada uno de estos extraños, uno tras otro, declaró
que había sido salvo por la gracia de Dios por medio de la fe en el Señor
Jesucristo y que ahora su propósito era actuar en todas las cosas en obediencia
a la Palabra de Dios.
Esto
fue motivo de gran regocijo entre los hermanos en el pueblo. Si bien los hermanos
no se habrían desanimado si estos visitantes hubieran dicho lo contrario, fue,
sin embargo, una confirmación de su fe el darse cuenta de que ellos también
eran hermanos, y muchos de los que aún dudaban confesaron a Cristo. Un
suministro adicional de las Escrituras fue traído y mientras estos hermanos
permanecieron allí el estudio de la Biblia fue la ocupación incansable de la
iglesia casi de continuo, día y noche.
Cierto
obrero del sur de Rusia era un colaborador fiel y diligente en la congregación
de creyentes en el lugar donde vivía, y por eso tuvo que sufrir mucho. Una
noche su choza fue rodeada por policías armados que irrumpieron en la vivienda
y los maltrataron brutalmente a él, su esposa e hijos. Él fue arrestado y
llevado. La esposa dio a luz un niño y murió; el niño también murió. Los cuatro
niños quedaron huérfanos; la mayor era una niña de trece años. Ahora a ellos no
les quedaba más que un propósito en la vida: el de encontrar a su padre y
reunirse con él. Los niños se enteraron de que a su padre lo habían desterrado
a Vladikavkas en el Cáucaso, y decidieron ir a buscarlo allí. Poco a poco
cruzaron las extensas estepas, a veces ayudados por los hermanos y otras veces mendigando
por el camino.
Al
llegar a Vladikavkas, se enteraron de que a su padre lo habían enviado a
Tiflis. Los creyentes de aquel lugar cuidaron de ellos y los alimentaron y
luego los enviaron por el angosto camino montañoso que sube por el valle de
Terek. Vieron el gran macizo de Kasbek y descendieron por las pendientes
sureñas de las praderas del Cáucaso hasta Tiflis. Aquí ellos fueron bien
recibidos por los hermanos rusos, armenios y alemanes pero les dijeron que a su
padre justo lo habían enviado más lejos a un lugar remoto, entre los tártaros,
cerca de la frontera persa.
Ellos
no pudieron seguir, pero al ver su angustia dos hermanos se comprometieron a
llegar hasta donde estaba su padre, llevarle suministros y asegurarle de que
sus hijos estaban en buenas manos. Ellos llegaron al pueblo justo después de la
llegada del padre, sólo para enterarse de que él, habiendo llegado finalmente a
su lugar de exilio, enfermo y quebrantado de corazón, había fallecido.
SEPARACIÓN DE LAS FAMILIAS, DECRETO DE 1893
En
1893, se publicó un decreto que traía regulaciones aprobadas anteriormente por
el Santo Sínodo que se había reunido bajo la presidencia de Pobiedonóstsef.
Conforme al decreto, los hijos delos estundistas debían ser separados de sus padres y entregados a
familiares que pertenecieran a la Iglesia Ortodoxa, o ser puestos bajo la
responsabilidad del clero local. Los nombres de los miembros de esta secta
debían darse a conocer al Ministro de Comunicaciones quien colocaría las listas
en las oficinas y los talleres de los ferrocarriles a fin de que no se les
diera ningún empleo allí.
Cualquier
patrón que tuviera a un estundista a su servicio estaría sujeto a una multa cuantiosa.
A los estundistas se les prohibió tanto arrendar como comprar tierra. Se le
prohibió a todos los “sectarios” mudarse de un lugar a otro.
Fueron
declarados legalmente incompetentes para efectuar transacciones bancarias o
comerciales. El apartarse de la Iglesia Ortodoxa debía ser castigado con la
pérdida de los derechos civiles y con el exilio, a lo menos con un año y medio
en un reformatorio. Los predicadores y los autores de obras religiosas debían
ser castigados con ocho y hasta dieciséis meses de cárcel, y en caso de repetir
la ofensa, con una sentencia de treinta y dos a cuarenta y ocho meses en una
fortaleza. De incurrir en la falta por tercera vez el castigo sería el exilio.
Cualquiera
que difundiera las doctrinas herejes o ayudara a los que lo hacían debía ser
castigado con el destierro a Siberia, a Transcaucasia o a otros lugares
distantes del Imperio.
Los
bautistas, al ser un grupo organizado, a veces recibían cierta tolerancia no
otorgada a los comúnmente llamados “cristianos evangélicos”, entre quienes cada
congregación era una iglesia independiente. Estos últimos, al no tener ninguna
cabeza o centro terrenal, no podían ser sometidos bajo la influencia del
gobierno ni ser controlados ni siquiera en un menor grado como era el caso de
la federación bautista. Una presión creciente se ejercía sobre ellos para
organizarse y nombrar algún representante con quien el gobierno pudiera
negociar.
Unos
se rindieron a fin de obtener una tregua por parte del gobierno, pero otros se
negaron a hacerlo sobre la base de que semejante rumbo los apartaría de su
responsabilidad ante el Señor Jesucristo y de su necesidad de depender
directamente de él.
Las
medidas represivas en Rusia fueron en aumento, y a su vez fueron respondidas
por nuevas atrocidades. La guerra japonesa no provocó entusiasmo y su fracaso despertó
las esperanzas de una revolución exitosa. Las huelgas y los disturbios se
desencadenaron en muchos lugares. Una huelga general de los obreros
ferroviarios paralizó las comunicaciones.
Las
pequeñas e insuficientes reformas sólo lograron incrementar el descontento, y
los ataques de los tártaros sobre los armenios fomentados en el Cáucaso o de
las turbas rusas sobre los judíos o de los pueblos bálticos sobre los
germano-rusos que vivían allí, condujeron a masacres espantosas que de ninguna
manera detuvieron las actividades revolucionarias. Pronto Rusia se encontraba
en un desorden desde un extremo hasta el otro.
COMIENZO
Y FIN DE LA LIBERTAD
Obligado
por los acontecimientos, el gobierno poco dispuesto adoptó reformas
significantes, entre estas un edicto del Zar en 1905 que garantizaba la
libertad de fe y conciencia y, además, la libertad de congregarse. Pobiedonóstsef
renunció y el Metropolitano de la Iglesia Rusa declaró: “La verdadera fe se
obtiene por medio de la gracia de Dios, mediante la instrucción, la humildad y
los buenos ejemplos; por ello, el uso de la fuerza le es negado a la Iglesia,
la cual no considera que sea necesario obligar a los hijos herejes en contra de
su voluntad. Por tanto, la Iglesia Ortodoxa no se opone a que se anule la ley
que prohíbe separarse de la Iglesia Ortodoxa.”
La
nueva libertad empezó a ser aprovechada inmediata y ampliamente. En todas
partes se celebraban reuniones a las que concurrían muchos oyentes que tenían
una tremenda sed de escuchar la Palabra de Dios.
Una
gran cantidad de personas confesaron a Cristo. La predicación era a menudo
interrumpida por las expresiones de los oyentes; muchos se arrodillaban o se
postraban; cuando oraban no se podían esperar los unos a los otros, sino que
muchos comenzaban a orar en voz alta al mismo tiempo, y esto a su vez se
entremezclaba con las expresiones, las confesiones de pecado, las acciones de
gracias por la salvación. Muchos grupos de creyentes ocultos salieron a la luz
y se hizo evidente que la cantidad de los discípulos del Señor era mucho mayor
de lo que se suponía.
Al
eliminarse los obstáculos para el estudio de la Palabra de Dios, se
incrementaron las lecturas de la Biblia y las exposiciones de las Escrituras
por todas partes.
El
mismo deseo anterior de llevar a cabo el mensaje de la Palabra de Dios a toda
costa seguía en pie. Los dones del Espíritu Santo para el ministerio se
hicieron manifiestos entre los creyentes de todas las clases sociales y todos
los rangos.
No
obstante, esta libertad no duró mucho tiempo. Al recuperar el poder que habían
perdido, el gobierno y la Iglesia Ortodoxa eliminaron las concesiones que de
mala gana habían otorgado, y la persecución comenzó nuevamente y de la manera
acostumbrada. Al poco tiempo los creyentes y las iglesias se encontraban
sufriendo como antes. Cuando estalló la guerra en 1914, que involucraría a una
gran parte del mundo, varios de los hermanos ancianos entre los “cristianos
evangélicos” y de los pastores bautistas fueron desterrados a Siberia y a las
costas del Mar Blanco. En 1917 comenzó la Revolución ante la cual, en un breve
período de tiempo, el Zar y sus ministros, la Iglesia Ortodoxa y toda la Rusia
antigua cayeron, haciendo su entrada convulsa una nueva era.
LA REVOLUCIÓN RUSA (1917)
A
principios de la Revolución Rusa se proclamó la libertad religiosa, pero el
país, luego de tanta opresión y sufrimiento, sumados ahora a las pérdidas de la
guerra, se vio envuelto en un desorden aun mayor motivado por las luchas de los
partidos por alcanzar el poder. En distritos extensos existía una anarquía
total, y los grupos armados de rufianes sometían a las personas indefensas a
atropellos espantosos.
A
medida que el partido bolchevique lograba mayor control, la introducción de sus
principios se hizo acompañar por masacres, saqueos y destrucción. La hambruna
pronto hizo acto de aparición, y este enorme país, antes tan rico en suministro
de alimentos, se convirtió en un verdadero sepulcro. El gobierno bolchevique se
dio a la tarea de destruir por completo todo tipo de religión, de manera que la
Iglesia Ortodoxa, que una vez fue perseguidora, ahora era perseguida. Los
Católicos Romanos también tuvieron que sufrir, así como los luteranos a su
debido tiempo, y las congregaciones de creyentes junto con los demás.
En
el sur de Rusia los grupos de bandidos a veces crecían hasta alcanzar el tamaño
de un ejército. Se sentían atraídos por la riqueza de los menonitas, quienes sufrieron
tan terriblemente a manos de ellos que muchos de los hombres, a pesar de sus
tradiciones, siguieron el ejemplo de los demás y se unieron a los grupos
formados para la protección de las mujeres y los niños. Las experiencias
vividas por los hermanos se asemejaban a los primeros tiempos.
Como
en aquel entonces cuando Jacobo fue asesinado a espada mientras que Pedro fue
librado de la cárcel, así también ahora algunos experimentaron liberaciones
milagrosas mientras que otros sufrieron todo lo que la maldad de los hombres les
impuso. Muchos llegaron a creer que vivían en los días de “la gran tribulación”.
BENDICIONES A PESAR DE LA ANARQUÍA
Sin
embargo, el Evangelio gozaba de un gran poder. Una gran cantidad de personas se
convirtió al Señor, incluyendo a los pecadores más desesperados, los soldados
del ejército rojo, tan degradados que no hallaban placer en ninguna cosa menos
que en el derramamiento de sangre. Los cristianos sufridos fueron fortalecidos
sobremanera. A menudo aquellos que habían atravesado por toda clase de miseria
y atropello decían: “No se compadezcan de nosotros; más bien nosotros tenemos
razones para compadecernos de ustedes, ya que hemos aprendido cosas acerca de
Dios que ustedes no pueden comprender”.
Cuando
concluyó la primera ola de asesinatos, y el pueblo comenzó a acomodarse lo
mejor que podía a la nueva forma de tiranía que había sustituido a la antigua,
las iglesias de creyentes se vieron confrontadas cara a cara con nuevas formas
de tribulación. Por haberse multiplicado considerablemente, a veces ellas
gozaban, en algunos lugares, de cierta libertad, y aumentaron más rápido que
antes, aunque se encontraban siempre expuestas a sufrir de nuevo la represión
despiadada.
La
propaganda anticristiana del gobierno exigía dones y habilidades especiales por
parte de los evangelistas y otros quienes tenían que enfrentarse a ella, pero
estos les fueron concedidos abundantemente. Las congregaciones independientes
fueron presionadas por medio de promesas y amenazas a unirse en un “Soviet” o
una Federación con la cual el gobierno podría tratar de una manera que no podía
con la infinidad de iglesias independientes. Muchas iglesias cedieron; en
cambio, muchas otras decidieron continuar en el camino que en su opinión estaba
conforme a la enseñanza de la Palabra de Dios y al ejemplo apostólico,
aceptando las privaciones y las pérdidas que este camino implicaba.
El
racionalismo ya había demostrado ser una fuerza perseguidora en Wurttemberg
cuando los pastores pietistas fueron expulsados. Sin embargo, un desarrollo
mucho mayor fue exhibido en Rusia bajo el gobierno soviético, donde el ateísmo
le fue impuesto al pueblo por la fuerza. La violencia y la crueldad fueron
usadas para hacerle creer al pueblo que no existe ningún Dios y obligar así a la
gente honrada e íntegra a participar en la abolición de la propiedad y en la
destrucción de la vida familiar. Aquí la conciencia individual fue tan violada
por el estado comunista como lo fue por la Iglesia Rusa o la Romana, y floreció
una Inquisición “Roja” en tiempos de entendimiento y ciencia, como lo hizo la
Inquisición Romana en tiempos de la oscuridad medieval.
Lo
que ha llegado a ser aceptado comúnmente como hechos históricos ha sido tan
exitoso en lograr que aquellos hombres piadosos que practicaban el bautismo
únicamente de creyentes sean confundidos con los promotores de las
extravagancias pecaminosas de Münster en el siglo XVI, que cuando en 1834 unos
diez hombres y mujeres que vivían en Hamburgo fueron bautizados como creyentes,
por inmersión, de acuerdo con lo que ellos creían ser la enseñanza de la
Escritura, el prejuicio en su contra fue tan fuerte que el bautismo tuvo que
celebrarse secretamente, por la noche, a fin de evitar interrupciones que lo
pusieran en peligro.
JOHANN ONCKEN (1800–1884)
Uno
de los bautizados fue Johann Gerhard Oncken, y su inclusión en el grupo fue de una importancia imprevista. Él creó
iglesias bautistas que, luego de varios conflictos iníciales contra prejuicios
crueles, se propagaron rápidamente por
toda Alemania y los países contiguos, hacia el sudeste de Europa y hacia el
vasto territorio ruso, de modo que sus miembros llegaron a contarse por cientos
de miles.
La
vida de Oncken abarcó la mayor parte del siglo XIX; nació en 1800 y vivió hasta
1884. Él era natural del pequeño Ducado de Varel, gobernado por la familia
Bentinck, parte de la cual cruzó las fronteras hacia Inglaterra con Guillermo
de Orange y se hizo famosa allí. El padre de Oncken participó en una de las
sublevaciones patrióticas contra Napoleón y tuvo que escapar a Inglaterra,
donde murió, sin haber visto jamás a su hijo Johann Gerhard, quien nació justo
después de la huida de su padre.
En
este tiempo la iglesia Luterana en Varel había caído bajo la influencia del
racionalismo y el joven Johann creció sin el conocimiento del camino de la
salvación. Cuando tenía 14 años, le agradó a un escocés que se encontraba
haciendo negocios en Varel, y este le preguntó si tenía una Biblia. “No”
respondió, “pero he sido confirmado”. El escocés le regaló una Biblia y,
además, lo llevó a Escocia.
Allí,
en una iglesia presbiteriana, él escuchó por primera vez el Evangelio, y quedó
impresionado. Más tarde, en Londres, convivió con una familia devota, y quedó
influenciado aun más, especialmente por sus cultos familiares y por la
predicación en la iglesia congregacionalista a la cual ellos asistían. Y
finalmente, mientras escuchaba un sermón en el templo metodista de la calle
Great Que en, Johann encontró la certeza de la salvación y un gozo en el Señor
que lo llevaron desde el primer día a ser un testigo para Cristo y a procurar
llevar a otros al Salvador.
En
1823, regresó a Hamburgo, nombrado como su misionero a Alemania por la
“Sociedad continental” fundada poco antes en Londres para la obra evangélica en
el continente de Europa. Él pronto demostró los dones como predicador que
atraían a crecientes multitudes. Las conversiones tuvieron lugar a medida que
él anunciaba el Evangelio en recintos y en varios lugares de un extremo a otro
de la ciudad.
La
oposición a lo que la gente llamaba “la religión inglesa” le acarreó multas y
encarcelamientos, pero sus actividades continuaron.5 Johann inauguró una
escuela dominical y, por haberse destacado siempre en la distribución de las
Escrituras, en 1823 también se convirtió en representante de la Sociedad
Bíblica de Edimburgo, cargo que ocupó durante cincuenta años, llegando a
imprimir y distribuir en ese tiempo dos millones de Biblias.
Al
estudiar las Escrituras personalmente, Oncken poco a poco llegó a la convicción
de que el Nuevo Testamento enseña el bautismo de creyentes por inmersión, y al
pensar en la cantidad de conversos y amigos con quienes él se relacionaba, en
su mente surgió la idea de que estos debían agruparse en iglesias según el
modelo del Nuevo Testamento. Dicho modelo, según lo que él entendía, no
admitiría como miembros sino solamente a creyentes bautizados por inmersión.
Aunque varios de ellos, después de estudiar juntos las Escrituras, habían
decidido bautizarse, no pudieron hacerlo debido a que no había quién los
bautizara.
Algunos
de ellos sugirieron, mientras tanto, organizar iglesias, aunque sin practicar el
bautismo, y luego tomar la Cena del Señor juntos. Oncken, sin embargo, creyó
que esto sería un mal comienzo y que podría dañar todo el movimiento desde el
principio. Después de esperar cinco años, se encontraron con un bautista
americano, el Profesor Sears, quien los bautizó y al día siguiente los
bautizados fundaron una iglesia y eligieron a Oncken como su pastor, a quien
Sears luego ordenó.
Las
autoridades civiles en Hamburgo pronto anunciaron su intención de no tolerar
esta nueva “secta” en su ciudad, y Oncken y otros tuvieron que sufrir multas y
encarcelamiento. Un lugar donde ellos estuvieron encarcelados fue en el
Winserbaum, una prisión rodeada por agua a los dos lados, y caracterizada por
ser un lugar insalubre y apestoso.
Un
grupo de colegas capaces se unieron a Oncken, entre ellos Julius Kobner, hijo
de un rabino judío en Dinamarca, un compositor de himnos y predicador, también
Gottfried Wilhelm Lehmann, bautizado en Berlín junto con otros cinco por
Oncken, quien luego los organizó como la primera iglesia bautista de aquella
ciudad. La obra se difundió rápidamente y estuvo acompañada de persecuciones,
principalmente multas y encarcelamientos impuestos por las autoridades, aunque
a veces también se sufría la violencia por parte de la gente.
El
grupo poco a poco se ganó la confianza de las autoridades y la persecución
disminuyó. En 1856, se le concedió total tolerancia a la iglesia de Hamburgo y
en 1866 se declaró que todas las denominaciones religiosas gozarían de igualdad
en aquella ciudad.
Oncken
y Kobner comenzaron a dar cursos breves en el estudio de la Biblia a jóvenes,
esto a fin de prepararlos para convertirlos en pastores de las iglesias que
surgían. De estos inicios se desarrolló el colegio bautista de Hamburgo, el
cual daba un curso de cuatro años de entrenamiento a los que deseaban ser
pastores. El creciente movimiento fue organizado en los países a los que se
propagó, celebrándose conferencias anuales de delegados y nombrando a
comisiones de “hermanos dirigentes” para ponerlos al frente de las diversas
tareas.
Mucha
ayuda financiera se recibió procedente de los Estados Unidos. Oncken se
convirtió en misionero de la Sociedad Misionera Bautista Americana y por ello
pudo viajar ampliamente; el colegio recibió apoyo, al igual que otras
organizaciones y la obra en general. Al mismo tiempo, los conversos de
distintas nacionalidades hacían su aporte.
A
medida que las iglesias de los “bautistas alemanes” crecieron entre la numerosa
población alemana de Rusia, estas entraron en contacto con otros grupos de
creyentes rusos más antiguos que también practicaban el bautismo de creyentes.
En muchos casos los “bautistas alemanes” lograron absorber a estos grupos
dentro de su organización, de manera que las numerosas iglesias rusas llegaron
a dividirse en dos grandes corrientes.
Las
iglesias rusas originales mantuvieron la independencia de cada congregación,
mientras que los bautistas formaron una federación afiliada a iglesias en
Alemania y los Estados Unidos. Los bautistas aspiraban a tener un pastor en
cada iglesia, y la administración del bautismo y la Cena del Señor quedaba
principalmente en sus manos. Las iglesias rusas más antiguas tenían ancianos en
cada iglesia y enfatizaban el sacerdocio de todos los creyentes así como la
libertad de ministerio.
Las
experiencias de las diferentes congregaciones se vieron afectadas por estos
puntos. El gobierno, por su parte, era partidario del sistema bautista, ya que
era más fácil tratar con pastores locales y con una organización en general que
tenía un centro y una cabeza visibles, que tratar con los hermanos que
mantenían su principio independiente y congregacionalista, porque estos no podían
ser influenciados tan fácilmente por las presiones externas. Por esta razón las
autoridades, que a menudo llamaban a estos últimos por el nombre de “cristianos
evangélicos”, procuraron por varios medios obligarlos a organizar y nombrar un
comité central y un presidente.
Además,
el asunto relacionado a la aceptación de donaciones cuantiosas procedentes de
los bautistas americanos fue considerado desde diferentes puntos de vista.
Resultaba evidente que los bautistas rusos eran ayudados sobremanera en su obra
por estas donaciones, y se hizo una propuesta para poder extenderlas a aquellas
congregaciones de hermanos que no llevaban el nombre de bautistas.
La
oferta bondadosa y liberal se hizo de manera que, de ser aceptadas tales
donaciones, no se les impondría ningún nombre ni se les exigiría ningún cambio
en el gobierno de su iglesia o de cualquier otro tipo, con la única excepción
de que ellas fueran incluidas en la “Unión mundial de iglesias bautistas”.
Un
sector de los hermanos y de las congregaciones a las que ellos pertenecían era
partidario de aceptar esta ayuda importante, pero la mayoría la rechazaron.
Aunque reconocían y agradecían el amor y la generosidad que motivaban la
donación, ellos sentían que la aceptación de esta los colocaría bajo una
obligación. Sentían también que alteraría sus circunstancias de una manera que
con el tiempo no fracasaría en ejercer una influencia en su curso; influencia
que tendería a apartarlos de su dependencia total y manifiesta de Dios.
Consideraban, además, que la aceptación de las donaciones daría motivo a la
acusación de que ellos representaban una religión extranjera y, por ende, un
poder extranjero.
Ellos
creían que los principios de la Escritura aplicaban a todos los países por
igual y a todas las circunstancias, lo mismo a la pobreza de Rusia como a la
riqueza de los Estados Unidos.
El
que viaja a través de la parte central y sur de Europa no puede menos que
sorprenderse por la cantidad de pueblos que ve, y hasta en ocasiones puede
preguntarse qué sucede en estas agrupaciones de moradas humanas, a menudo tan
toscas en su apariencia y tan distintas a los alrededores tan bien conocidos de
los habitantes de las ciudades. Estos pueblos son a menudo el escenario de
experiencias espirituales vivas, y aquí también se encuentran muchos que están
seriamente conmovidos por la importancia de la obediencia individual y
colectiva a la Palabra de Dios.
En
Hungría, Yugoslavia, Bulgaria, y Rumania existen numerosas congregaciones de
personas que se llaman a sí mismas “nazarenos”. Viven de una manera tan
reservada, tan aislada, que de ellos difícilmente se escucha hablar a no ser
por sus constantes conflictos con los distintos gobiernos debido a su total
oposición a portar armas. Al referirse a sí mismos, ellos escriben:
Los
apóstoles predicaban el arrepentimiento y la fe; los que creían eran añadidos
al pueblo del Señor Sus hermanos en la fe habrían de existir en todos los
siglos aquí y allá En la actualidad aún existe un pueblo propio de Dios cuyos
miembros están dispersos por todo el mundo, viviendo en tranquilidad y
apartados, lejos de la política, lejos de los placeres del mundo Aunque no
están ligados por medio de la raza, el origen o el idioma, ni por medio de
ningún vínculo económico, político o de cualquier otra clase, ellos sí se
encuentran muy unidos por un poderoso vínculo espiritual, por medio del amor
divino.
Ellos
también se convirtieron en miembros de este pueblo, el de Dios, mediante un
renacimiento espiritual Están casados con su Redentor y Salvador, Jesucristo, y
le sirven en cuerpo y alma, porque él los ha comprado del mundo con su propia
sangre Su enseñanza divina es su guía para la vida.
La
gloria resplandeciente de la enseñanza de Cristo oscureció Fue entonces que
Dios despertó en Suiza, en el año 1828, a un verdadero y fiel testigo en la
persona del predicador S. H. Frohlich, quien entró en una “nueva vida en
Cristo” por medio de su renacimiento Fue él quien encendió nuevamente las velas
con la luz resplandeciente del Evangelio. Por esto fue suspendido de su cargo o
parroquia, en 1830.
Frohlich
comenzó a predicar el verdadero Evangelio y reunió en congregaciones a muchos creyentes.
Él evangelizó desde Suiza hasta la ciudad de Estrasburgo, donde murió en el año
1857, siendo un fiel y verdadero siervo del Señor Los judíos llamaron al
apóstol Pablo “cabecilla de la secta de los nazarenos” los “creyentes en
Cristo” son llamados “nazarenos” en Austria, Hungría y en los Balcanes hasta el
día de hoy.
Nacido
en Brugg, Aarau, en el año 1803, Samuel Heinrich Frohlich estudió teología en
Zurich y Basilea y se convirtió en un racionalista.
SAMUEL FROHLICH (1803–1857)
La
incredulidad lo condujo al pecado y lo convirtió en un adversario de los
“hermanos moravos” y de aquellos que sostenían lecturas de la Biblia para el
estudio del Nuevo Testamento griego; en realidad, se opuso a todos aquellos que
aspiraban a un avivamiento espiritual. Pero cuando tenía aproximadamente 22
años de edad se percató de su error.
Ahora
él se dio cuenta de su incapacidad para su llamado como predicador. Hizo voto
de fidelidad a Dios y se esforzó por vencer el pecado, sin embargo, sólo se vio
involucrado aun más en el fracaso y la desdicha. En el bosque y en las montañas
oró clamando a Dios por ayuda, pero no recibió ninguna, hasta que pudo poner su
mirada en Jesús en quien encontró la paz que buscaba. En la casa de su padre se
preparó diligentemente para el examen al que debía someterse.
Sus
inclinaciones evangélicas desagradaron a sus examinadores, quienes retardaron
su ordenación, la cual, sin embargo, tuvo lugar en 1827.
Durante
períodos breves de estancia en diferentes parroquias, sus estudios de las
Escrituras lo llevaron a una mayor libertad espiritual. Frohlich fue enviado a
una congregación pecaminosa en Leutweil y allí su predicación del Cristo
crucificado produjo un avivamiento. Esto suscitó la oposición del clero. Se le
requirió que, antes de predicar sus sermones, los presentara a los ancianos de
la iglesia así como al clero circundante.
Ellos
tachaban de sus notas todos aquellos pasajes que hacían referencia a los
hombres estando muertos en sus “delitos y pecados” o siendo justificados sólo
en Jesucristo por medio de la fe. Estas enseñanzas traían vida y libertad a las
almas cargadas, pero resultaban ser locura y tropiezo para los sabios.
Mientras
enseñaba a sus catequistas, fue iluminado en cuanto al bautismo según el Nuevo
Testamento. A pesar de la constante persecución, él continuó sus labores
durante dos años hasta que, en 1830, con el apoyo del gobierno, las autoridades
eclesiásticas sacaron de circulación todos los libros religiosos antiguos y los
sustituyeron por otros de un carácter racionalista. Al negarse a aceptar estos
libros, Frohlich fue llevado ante las autoridades tanto por esta ofensa como
por otros comportamientos en los cuales él los había ofendido. Esto trajo como
resultado su condenación y deposición. Las autoridades alegaron que él había
actuado contrario a la ley.
Dos
artesanos húngaros, cerrajeros, Johann Denkel y otro, en el transcurso de sus
viajes vinieron de Budapest a Zurich, donde conocieron a Frohlich y fueron
convertidos y bautizados. A su regreso a Budapest, Denkel fue diligente al
hablarles a sus colegas acerca del Evangelio. Entre los que creyeron se
encontraba Ludwig Hencsey, quien se convirtió en un siervo del Señor activo y
exitoso, y llegó a fundar muchas congregaciones de los “nazarenos”. Alguien a
quien él pronto fue capaz de guiar a Cristo fue Josef Kovacs, un noble quien se
carteaba con Frohlich en latín (1840).
Una
viuda, Ana Nipp, ofreció un espacio en su casa en Budapest, el cual llegó a ser
el primer lugar de reunión. Hencsey escribió libros que explicaban los
principios de la fe, los cuales, al ser reproducidos y distribuidos por los
conversos, fueron un medio para sumar a muchos miembros (1840–1841). Un grupo
salió de Budapest, tomando diferentes rumbos para publicar la fe, y las
congregaciones se propagaron tan lejos como a las fronteras de Turquía;
mientras que en los Estados Unidos también se fundaron muchas.
LOS NAZARENOS Y EL NO PARTICIPAR EN EL SERVICIO MILITAR
En
cualquier parte que se encuentran los nazarenos, ellos reconocen las
autoridades legales y las sirven lealmente. Pero en lo que respecta a portar
armas y prestar juramentos han sido inflexibles en su negativa. A pesar de su buena
voluntad de servir en cualquier posición excepto en combate, no se les ha
mostrado ninguna consideración por parte de las autoridades militares.
Por
otra parte, el hecho de que son muy numerosos no ha hecho otra cosa que
intensificar los esfuerzos para vencer su oposición. Ellos han sido tratados
con mucha severidad. Una gran cantidad de ellos siempre ha estado en prisión,
donde muchos han pasado la mayor parte de sus vidas bajo condiciones
deplorables, separados de sus familiares y amigos.
Su
paciente sumisión cuando han sido llevados a la corte, grupo tras grupo, y
cuando han sido sentenciados a largas condenas de prisión (rara vez menos de
diez años) ha ganado la admiración de muchos que no comparten sus convicciones.
Sin embargo, su martirio continúa. Muchos han sido maltratados salvajemente,
además de su encarcelamiento, y hay casos en los que, habiendo cumplido casi
todo el término de su condena, se les ha otorgado (sin que ellos lo soliciten)
un indulto, además del restablecimiento de su estado civil y militar. Luego,
inmediatamente se les ha exigido portar armas, y al negarse nuevamente, han
sido condenados a otro término completo de encarcelamiento, sin tomar en cuenta
lo que ya habían sufrido.
Debido
a sus propias experiencias, Frohlich, mediante sus escritos, condenó de manera
desmedida la religión formal que prevalecía en las grandes Iglesias, lo mismo
la Católica que las Protestantes, y los nazarenos por lo general son
incansables en su denuncia de lo que en su opinión es contrario a la enseñanza
del Nuevo Testamento. Entre ellos una iglesia Luterana puede ser descrita como
una “cueva de ladrones”, mientras que muchos de ellos apenas creen en la
posibilidad de salvación fuera de sus propios círculos. Esta exageración se puede
apreciar en la enseñanza de Frohlich.
Al
escribir sobre El
misterio de la piedad y el misterio de la iniquidad (1
Timoteo 3.16; 2 Tesalonicenses 2.7), él plantea que lo que el género humano ahora sufre no es
el resultado de la transgresión de Adán, la cual fue borrada por la
muerte de Cristo. Al contrario, dice él, es por causa de la incredulidad del hombre
hacia Cristo que se le ha permitido a Satanás traer sobre el mundo un
segundo engaño y una segunda caída, de manera que los miembros de la así
llamada Iglesia Cristiana han venido a considerar su cristianismo como
algo que se recibe por nacimiento, lo cual afirman a través de su bautismo
de infantes y otras formas de religión, sin que haya una conversión
verdadera ni un arrepentimiento de sus pecados e ídolos y del poder de
Satanás.
Las
tradiciones sin poder del servicio y la misericordia divina
son el segundo y peor engaño de Satanás, el cual trae consigo la segunda
muerte. Sólo aquellos que son llamados de Dios, quienes han hecho firme
su vocación y elección por medio de una total santificación, son
librados de este.
Estos
hermanos, dispersos por el amplio valle y las llanuras del Danubio central y
llegando hasta los Balcanes, se distinguen entre sus coterráneos por su
solemnidad y su diligencia discreta. La persecución ha forjado en ellos una
firme resistencia que no ha podido ser vencida.
Sin
embargo, a pesar de tener cierta vena de legalismo severo, ellos demuestran una
paciencia y benignidad ante tratamientos crueles e injustos, sin resistir al que
es malo. Y por la simplicidad y el carácter bíblico de su adoración y de su
vida cristiana, son un testimonio a aquellos que los rodean.
GROVES, MULLER, CHAPMAN (1825–1902)
A. N. Groves; Fundación de iglesias en Dublín;
Groves parte con un grupo rumbo a Bagdad; Comienzo de la obra; La peste y la
inundación; Muerte de la señora Groves; Llegada de los colaboradores
procedentes de Inglaterra; El Coronel Cotton; Groves se traslada hacia la
India; Propósitos de su estancia allí: llevar la obra misionera de regreso al
modelo del Nuevo Testamento y reunir nuevamente al pueblo de Dios; Jorge Muller;
Henry Craik; Fundación de una iglesia en la Capilla de Bethesda, Bristol, para
llevar a cabo los principios del Nuevo Testamento; Visita de Muller a Alemania;
Fundación de instituciones y los orfanatos para el aliento de la fe en Dios;
Roberto Chapman; J. H. Evans; La conversión de Chapman; Su ministerio en
Barnstaple y sus viajes; Un conjunto de iglesias aceptan las Escrituras como su
guía.
A
principios del siglo XIX varias personas estaban convencidas tanto de la
importancia como de la posibilidad de volver a las enseñanzas de la Escritura,
no sólo en lo relacionado a la salvación personal y la conducta, sino también
en lo concerniente al orden y al testimonio de las iglesias. Fue por ello que
se hizo un serio intento por poner en práctica tales convicciones.
A.
N. GROVES (1795–1853)
Antonio
Norris Groves, un dentista que vivía en Plymouth, Inglaterra se encontraba de
visita en Dublín, Irlanda, en 1827. Esto debido a unos estudios en el Colegio
Trinidad. En una conversación con Juan Gifford Bellett, abogado y natural de Dublín,
con quien estaba relacionado en el estudio de la Biblia, Groves comentó que a
él le parecía, a partir del análisis de las Escrituras, que los creyentes que
se reunían como discípulos de Cristo podían libremente partir el pan juntos
como su Señor les había exhortado, y que si ellos se guiaran por la práctica de
los apóstoles se reunirían cada día del Señor para de ese modo recordar la
muerte del Señor y obedecer su mandamiento de despedida. No pasó mucho tiempo
para que ellos encontraran un grupo de creyentes en Dublín que se reunía de
esta manera.
REUNIONES EN DUBLÍN (SEGUNDA DÉCADA DEL SIGLO XIX)
Uno
de los primeros miembros de este grupo fue Eduardo Cronin. Al principio era
Católico Romano, pero luego se unió a los independientes.
Al
darse cuenta de la unidad esencial que debe existir entre el pueblo de Dios,
adoptó la costumbre de tomar la Cena del Señor de vez en cuando con distintos
cuerpos de las iglesias no conformistas. Al establecerse en Dublín, se percató
de que le exigían convertirse definitivamente en miembro de uno de estos
cuerpos, de lo contrario no se le permitiría más partir el pan con ninguno de
ellos.
Al
ver que esto era una contradicción de la propia unidad que él procuraba
reconocer, Cronin se negó a someterse, después de lo cual fue denunciado
públicamente desde el púlpito de uno de estos grupos. Contra esto se elevó una
protesta encabezada por uno de los miembros de la Sociedad Bíblica y con el
tiempo él y Cronin comenzaron a reunirse en su casa para la oración y la
partición del pan.
Posteriormente
se les sumaron otros creyentes, y trasladaron las reuniones a la casa de
Cronin. Pero, poco después (1829), al incrementarse el grupo, Francis
Hutchinson, que era uno de ellos, les prestó un local amplio en su casa en la
Plaza Fitzwilliam.
Otro
grupo similar fue fundado casi al mismo tiempo, también en Dublín.
Aproximadamente en el año 1825, Juan Vese y Parnell (conocido después como Lord Congleton) y dos amigos,
al estar preocupados por el hecho de que su hermandad los unos con los otros
durante la semana se veía aminorada debido a su separación los domingos para
participar con sus distintas denominaciones, trataron de encontrar algún
circulo en el cual sus diferencias de criterio sobre temas eclesiásticos ya no
les impidiera expresar su unidad como hijos de Dios.
Al
fracasar en su intento de encontrar algún grupo como el que buscaban, y estando
conscientes de que no necesitaban de ningún edificio consagrado ni ningún
ministro ordenado, comenzaron a reunirse y a partir el pan en una de sus
propias casas.
Poco
después, uno de sus miembros se encontró el domingo con un miembro del círculo
en que se encontraba Bellett, a quien él consideraba un cristiano. Durante la
breve conversación que sostuvieron, ambos se sorprendieron por el hecho de que,
aunque eran uno en Cristo, cada cual andaba por diferente camino. Esto a la
larga llevó a la unión de estos dos grupos. Groves había partido hacia
Inglaterra, pero Ballet y los que estaban con él habían sido unidos por un
clérigo joven, Juan Nelson Darby.
Estos
pronto comenzaron a reunirse con el grupo en la casa de Francis Hutchinson.
Celebraban sus reuniones en horarios que no interferían con los servicios en
las iglesias o en las capillas de los disidentes, de modo que todo el que
quisiera pudiera asistir a ellos.
Debido
al incremento en la cantidad de sus miembros, resultaba inconveniente celebrar
las reuniones en una casa particular, de manera que se decidió rentar un gran
salón de subastas en la calle Aungier, donde a partir de ese momento se
celebraron las reuniones. Había gran gozo en el hecho de que se percibía la
presencia y las bendiciones del Señor.
Cronin
escribió sobre este tiempo: “¡Ay, las benditas temporadas con mi alma, que
también conocieron Juan Parnell, Guillermo Stokes y otros, cuando apartábamos
los muebles y poníamos la mesa simple con su pan y vino en las noches de los
sábados, temporadas de gozo para no olvidarlas jamás, porque sin duda nos
sonreía el Maestro y contábamos con su aprobación en el comienzo de un
movimiento como lo fue aquel!”
De
vez en cuando ellos se enteraban de que grupos de creyentes se estaban
reuniendo en otras partes de las islas británicas y en otros sitios, sin
saberlo entre sí, creyentes en cuyos corazones y conciencias se había grabado
que el pueblo de Dios debía regresar a una obediencia literal a su Palabra,
convirtiéndola en su guía en tanto que la comprendieran.
Hubo
también muchos individuos que, tan pronto se enteraron de que otros estaban
llevando a cabo lo que ellos hasta entonces tan solamente habían deseado, se
asociaron con ellos.
Antonio
Norris Groves, cuyas palabras en Dublín habían resultado tan fructíferas, aún
siendo muy joven, había prosperado grandemente en su profesión. Él tenía un
matrimonio feliz, tenía tres hijos pequeños, una casa confortable en Exeter y
un círculo agradable de amigos y parientes. Antes de su conversión en su
adolescencia, él creía que ser misionero era el camino ideal para el cristiano,
de manera que cuando se convirtió se consagró al Señor con aquella visión en
mente.
Sin
embargo, su joven esposa, quien se convirtió casi al mismo tiempo y a quien él
estaba unido devotamente, se opuso a todo lo que tuviera que ver con la idea de
convertirse en misioneros, a pesar de que ella estaba de acuerdo con él en el
deseo de servir al Señor.
Ambos
habían llegado al acuerdo de apartar un diez por ciento de sus ingresos y
distribuirlo entre los pobres. Esto pronto se incrementó a una cuarta parte, y
al darse cuenta con el tiempo de que todo lo que ellos tenían pertenecía al
Señor, renunciaron a toda idea de ahorrar dinero o de guardar dinero para sus
hijos y, tras reducir sus gastos por medio de simplificar lo más posible su
propio estilo de vida, donaron el resto de sus ingresos.
Groves
se abstuvo de decirle algo más a su esposa acerca de su interés insaciable por
la obra misionera al ver que ella estaba en contra. No obstante, ella tuvo sus
propias experiencias, avivadas al entrar en contacto con los pobres y
sufrientes en sus distribuciones, por lo que después de algunos años y de
manera independiente ella llegó a la misma conclusión a que su esposo había
llegado años atrás.
Ahora
a ambos les parecía que lo más correcto sería que él fuese ordenado y que ambos
pudieran viajar al extranjero con la ayuda de la Sociedad misionera de la
iglesia. Fue precisamente pensando en esto que él visitó de vez en cuando el
Colegio Trinidad en Dublín, y en una de estas ocasiones tuvo una conversación
con su amigo Bellett la cual llevó a su encuentro con otros para la partición
del pan.
En
una visita posterior, al darse cuenta a partir de la lectura de la Escritura de
la libertad que el Espíritu Santo da para el ministerio de la Palabra de Dios,
él entendió que no era necesario que él fuese ordenado por la Iglesia
Anglicana, y al hablar con Bellett sobre esto le dijo: “No tengo duda de que
este es el propósito de Dios para nosotros debemos reunirnos en toda sencillez como
discípulos, sin esperar algún púlpito o ministerio, mas confiando que el Señor
nos edificará a todos al ministrar, como a él le agradó y le pareció bien, lo
que salga de nosotros mismos”.
Bellett
relata: “En el mismo instante en que él dijo aquellas palabras, tuve la seguridad
de que mi alma había recibido la idea correcta; recuerdo aquel momento como si
fuera ayer y puedo señalarle el lugar. Aquel fue el día del nacimiento de mi
mente.
Aún
deseando viajar al extranjero bajo la “Sociedad de iglesias misioneras”, Groves
fue a Londres para hacer los arreglos pertinentes a fin de viajar como laico,
pero al enterarse de que no se le permitiría celebrar la Cena del Señor,
incluso al no haber ningún ministro ordenado disponible, él retiró su
solicitud. Él había sido bautizado en Exeter, pero cuando se le dijo: “Por
supuesto, tienes que ser bautista ahora que estás bautizado”, él contestó: “No,
yo deseo seguir en todas aquellas cosas en que ellos sigan a Cristo, pero no
deseo, por el simple hecho de unirme a un grupo, aislarme de los demás”.
En
1829, Groves y su esposa, con sus dos hijos de nueve y diez años y Kitto, el
tutor de los niños (luego famoso erudito de la Biblia), así como otros más,
viajaron a través de San Petersburgo y Tiflis hacia Bagdad.
GROVES
Y EL GRUPO SE TRASLADAN A BAGDAD
Mientras
sus vagones atravesaban el sur de Rusia, ellos se encontraron con algunos de
los creyentes menonitas. Al viajara través de la región montañosa de
Transcaucásea, vieron a lo lejos, en la cima imponente de una de las
innumerables montañas, la ciudad de Shusha, una ciudad bien construida. Luego
escalaron la pendiente abrupta para llegar a una gran casa, a una de las
primeras que llegaron, en los límites de la ciudad. Allí les abrieron la puerta
y fueron recibidos por los misioneros de la Sociedad Misionera de Basilea, por
Pfander y el Conde Zaremba, quienes llevaron a cabo una obra importante en
aquellos lugares hasta que fueron expulsados del país.
Pfander
acompañó al grupo hasta Bagdad y se quedó con ellos allí por un tiempo. Su
experiencia y conocimiento de idiomas les permitió a ellos comenzar a trabajar
más pronto de lo que hubiera sido posible sin él. Las necesidades del viaje
fueron suplidas de diferentes formas y Groves escribe al respecto: “Siento que
soy feliz al no tener que apoyar ningún sistema, al moverme lo mismo entre
cristianos profesos que entre mahometanos.
A
los primeros, una persona en mi situación puede decirles en verdad: “No deseo
llevarlos a ninguna iglesia, sino a la simple verdad de la Palabra de Dios”; y
a los demás: “Nos gustaría que leyeran el Nuevo Testamento para que aprendan a
discernir la verdad de Dios, no por medio de lo que ven en las iglesias a su
alrededor, sino por medio de la misma Palabra de Dios”.
Se
estableció así el pequeño grupo en Bagdad y comenzaron el estudio del idioma,
mientras que el tratamiento de los enfermos les dio acceso a muchos, y se
inauguró una escuela que prosperó desde el principio. Los armenios resultaron
ser accesibles, y se abrieron algunas puertas entre algunos de los judíos y sirios;
los musulmanes eran a menudo hostiles, pero fue posible conversar con algunos.
“Los
dos grandes objetivos de la iglesia en los últimos tiempos”, escribió Groves,
“son, en mi opinión, la publicación del testimonio de Jesús en todos los países
y el llamado a las ovejas de Cristo que puedan estar encarceladas en todos los
sistemas babilónicos que existen en el mundo”.
LA
PESTE Y LA INUNDACIÓN
El
segundo año de su estancia allí comenzó con mucho porque alentarse, pero los
rumores de la guerra y la peste eran cada vez más amenazantes, y cuando la
peste realmente llegó a la ciudad la cuestión de irse o quedarse se tornó urgente.
Muchos se estaban marchando, pero al pensaren la obra prometedora ya comenzada,
y en la escuela, teniendo en cuenta, además, que un grupo de colaboradores
procedentes de Inglaterra ya había llegado a Alepo, ellos decidieron quedarse.
La
peste comenzó a propagarse, las multitudes de personas que pudieron escapar lo
hicieron, pero el avance y asedio de un ejército impidió la retirada de muchos.
El agua escaseó y los ladrones se aprovecharon de una autoridad débil para
saquear. La peste se propagó rápidamente, y aunque la mitad de la población se
había ido, entre los 40.000 habitantes que se quedaron la mortalidad pronto
llegó a los 2.000 fallecidos diarios. Luego el caudal del río aumentó, y
después de varios días de angustia, guardando la esperanza de que el río
pudiera contenerse, el agua se comenzó a meter en la ciudad.
Las
murallas fueron socavadas por el agua y cayeron. Una gran inundación destruyó
miles de casas. La gente afligida por la peste se encontraba apiñada en áreas
reducidas; los alimentos se agotaron. En un mes habían perecido 30.000 almas en
la más extrema miseria. La cosecha, lista para ser recogida, fue destruida 50 kilómetros
a la redonda.
En
cuanto al pequeño grupo misionero, sus corazones fueron desgarrados por los
horrores indescriptibles que tenían lugar a su alrededor; sin embargo, Groves
pudo escribir en este tiempo lo siguiente:
El
Señor nos ha concedido una gran paz en la confianza segura en su tierno cuidado,
y en la verdad de su promesa de que no nos faltarán nuestro pan y agua. Pero
desde luego que nada excepto el servicio a semejante Señor como lo es él me
mantendría en las escenas que estos países exhiben, y tengo la certeza que continuarán
así hasta que el Señor haya concluido sus juicios sobre ellos por su desprecio
del nombre, la naturaleza y posición del Hijo de Dios. Sin embargo, no me
marcho porque guardo la esperanza de que él tenga un remanente incluso entre
ellos para cuya manifestación estos tiempos convulsos están preparando el
camino.
El
Señor ha detenido el agua justo a la altura de nuestra calle, gracias a un
pequeño saliente de un terreno alto, de manera que hasta ahora todos estamos
secos y libres de la espada del ángel destructor.
Al
analizar la ruina de la obra prometedora ya comenzada, él escribió: Se requiere
gran confianza en el amor de Dios, y mucha experiencia en el mismo, para que el
alma permanezca en paz y se apoye en el Señor en un país de semejantes cambios,
sin tener ni siquiera a ninguno de nuestros coterráneos cerca, sin vía de
escape en ninguna dirección; rodeados por la peste más desoladora y la
inundación más destructiva, obligados a presenciar escenas de miseria que desgarran
los sentimientos, y para las cuales uno no puede suministrar ningún alivio.
No
obstante, hasta en estas circunstancias, el Señor nos ha mantenido en paz y
tranquilidad personal por medio de su misericordia infinita, y estamos
confiando bajo la sombra de su ala Todopoderosa; él nos ha permitido reunirnos
diariamente sin que ninguno de nosotros falte cuando decenas de miles han
estado cayendo a nuestro alrededor. Pero esto no es todo, por cuanto él nos ha
hecho saber por qué nos quedamos en este lugar y por qué nunca se nos permitió
sentir que era nuestro deber abandonar el puesto en el que nos encontrábamos.
MARÍA DE GROVES SUCUMBE ANTE LA PESTE
El
nivel de las aguas disminuyó; la virulencia de la peste pasó. Entonces María,
la madre y esposa, la guía de la casa, cuyo amor, gracia y fe inagotable habían
sido un sostén sobre el cual todos se habían apoyado, enfermó de la peste, como
pronto todos pudieron ver. Su esposo y una enfermera fiel cuidaron de ella.
Ella había estado completamente segura de
que ellos debían quedarse en Bagdad, y ahora, al enfrentarse a la posibilidad
de dejar a su esposo e hijos y a la pequeña bebé nacida allí, en semejante
lugar, ella dijo: “Estoy asombrada por los caminos del Señor, pero no más que
por mi propia paz en semejantes circunstancias”.
Ella
murió. Su esposo lloró de dolor mezclado con adoración: Cuán difícil es para el
alma ver el objeto de sus más duraderos y arraigados afectos terrenales,
sufriendo sin poder suministrarle alivio, sabiendo también que el Padre celestial
que ha enviado el sufrimiento puede aliviarlo y, sin embargo, parece hacerse el
sordo ante los lamentos de uno. Al mismo tiempo, sentí en lo más profundo de
las afecciones de mi alma que, a pesar de todo, él es un Dios de infinito amor.
Satanás me ha probado gravemente, pero el Señor me ha mostrado, en el Salmo 22,
un lamento más maravilloso aparentemente
desatendido, y el Espíritu Santo me ha dado la victoria,
y me ha permitido conformarme con la voluntad de mi Padre, aunque ahora no veo
el fin de sus benditos y santos caminos.
Luego
la pequeña bebé enfermó y, a pesar de la mayor dedicación de su padre, fue
arrebatada de ellos. Groves mismo fue el próximo en ser atacado, y parecía que
dejaría a sus hijos desamparados, pero se recuperó.
A
medida que la peste y la inundación disminuyeron, el enemigo externo avanzó, la
ciudad fue asediada y en toda la ciudad imperó la ley de la calle. La casa de
Groves fue atacada y robada en varias ocasiones, pero aunque desarmados e
indefensos, sus moradores no sufrieron ningún daño corporal. Los proyectiles
pasaban sobre el techo donde ellos dormían y el hogar fue estremecido por las
balas de cañón. La violencia prevalecía en las calles, y en particular los
hijos de la población cristiana sufrían un tratamiento abominable. Finalmente,
la ciudad fue tomada; sus captores se comportaron con una moderación
inesperada, y la tranquilidad y el orden fueron restaurados.
LLEGAN LOS COLABORADORES PROCEDENTES DE INGLATERRA
En
el verano de 1832, llegaron los tan esperados colaboradores de Inglaterra.
Ellos eran el Dr. Cronin, ahora viudo, con su hija pequeña y la madre de él,
Juan Parnell y Francis W. Newman (cuyo hermano posteriormente se convirtió en
el famoso Cardenal). Groves y todos los que lo acompañaban se alegraron
sobremanera por esta llegada, y todo el grupo, ahora mayor, entró en un período
no sólo de actividad en estudio y trabajo, sino, además, de una hermandad útil
y gozosa, y avance hacia un conocimiento más amplio de Dios y la santidad.
Ellos
tenían todas las cosas en común; los viernes ayunaban y oraban juntos. Hubo
mucho estudio de la Palabra de Dios; varias conversiones tuvieron lugar. Estos fueron
tiempos que ellos nunca pudieron olvidar, a partir de los cuales se inició para
varias personas, de varias nacionalidades, el comienzo de una nueva vida en
Dios.
La
hermana de Cronin se había casado con Parnell en el camino, cuando estuvieron
en Alepo, pero había sido rápidamente arrebatada de él por la muerte, y ahora
su madre también había fallecido. En este mismo año Newman y Kitto viajaron a
Inglaterra en busca de nuevos colaboradores, y al año siguiente los que estaban
en Bagdad fueron visitados por el Coronel Cotton, cuyas habilidades ingenieras
y cuidado cristiano por el pueblo de la India acabaron con las terribles
hambrunas periódicas del Delta Godaveri y trajeron prosperidad a su inmensa población.
Groves siguió con él hasta la India, dejando a los demás en Bagdad por un
tiempo.
Uno
de los objetivos en ir a la India, escribe Groves, era “para llegar a unirnos
verdaderamente más de corazón con todos los grupos misioneros allí, y demostrar
que, a pesar de todas las diferencias, somos uno en Cristo; solidarizándonos en
sus penas y regocijándonos en su prosperidad”.
Las
profundas experiencias por las que él había atravesado lo capacitaban para esto
de una manera especial, también su notable humildad, sin fingimiento, la cual
le permitía ver rápidamente cualquier cosa positiva en los demás y le hacía
lento para condenar. Además, su conocimiento de las Escrituras y su conocimiento
de la obra misionera lo capacitaban para dar consejo sabio, de manera que él no
viajaba simplemente elogiando todo lo que veía, sino que podía señalar
posibilidades de mejoramiento.
Él
vio de una manera tan palpable la necesidad de las enormes multitudes que
seguían sin el Evangelio que consideraba que casi cualquier esfuerzo por
alcanzarlas, sin importar cuán imperfecto fuese, era mejor que no hacer nada.
Además, él estaba optimista de que, si en algún lugar por primera vez los
verdaderos creyentes dejaran a un lado sus diferencias denominacionales para
exhibir la unidad esencial de las iglesias de Dios en obediencia a las
Escrituras y en la tolerancia del amor, sería en un país no cristiano, como en
la India. Esto eliminaría el obstáculo principal para la propagación del
Evangelio. Era una gran tarea la que se planteaba, y valía la pena llevarla a
cabo a toda costa.
Ya
fuese por medio de los amplios viajes por todo el país, al visitar a muchos
misioneros de varias confesiones, o cuando se establecía en un distrito en
específico, la gracia y el poder del ministerio de Groves, así como su amor
desinteresado, ganaron muchos corazones y dieron abundantes frutos en las vidas
y el servicio de muchos.
Sin
embargo, cuando se trataba de aplicar los principios de la Palabra de Dios a
personas y organizaciones que de alguna manera se habían apartado de ellos,
surgía la oposición, y él sufría intensamente al ver que su deseo ardiente de
servir era malinterpretado por misioneros y sociedades y a su vez era tomado como
una crítica, una afectación de superioridad y como una amenaza a la estabilidad
de las organizaciones existentes. Sus propias palabras son: Cuán lentos somos
para aprender realmente a sufrir, y para ser humillados con nuestro amado Señor
(Filipenses 2.3–10).
Sin
embargo, creo que por lo general somos mucho más capaces de aceptar alegremente
cualquier cantidad de prueba mental o corporal que aquella que nos degrada ante
el mundo. Darnos cuenta de que nuestra humillación es nuestra gloria, y nuestra
debilidad nuestra fortaleza, exige una fe extraordinaria: dondequiera que voy,
percibo la mala influencia de principios contrarios.
Estoy
convencido de que no seguir a nuestro Señor y bajarnos al nivel de las personas
a quienes deseamos servir, destruye todo nuestro poder real; por otra parte,
mientras permanezcamos por encima de ellas tenemos poder, pero es terrenal.
¡Oh, que el Señor levante a algunos para que nos muestren el camino! Cuando la
verdad penetra la mente de una persona en la India, parece apoderarse de ella
con un agarre más poderoso y tenaz que como sucede por lo general en
Inglaterra. En la India las personas a menudo sólo tienen la Palabra de Dios,
porque el círculo de religiosos profesos es muy pequeño.
Por
lo tanto, las opiniones que ellos abrigan son mucho más bíblicas. Nunca hubo un
momento en que fuese más importante que ahora hacer todo esfuerzo posible para que
ellos no arraiguen en este país los males del dominio eclesiástico, o sea, la
soberbia y la mundanería bajo las cuales las Iglesias establecidas en Europa
han sufrido.
Groves
nuevamente escribe: Nunca hubo un momento más importante para la India que el
presente.
Hasta
ahora todo en la iglesia ha sido tan libre como nuestros corazones pudieran
desear. Las personas se han convertido, ya sea por medio de la lectura de la
Palabra de Dios o por la influencia entre ellos mismos, y han bebido las aguas
vivas dondequiera que las han encontrado abundantes y claras; pero ahora la
Iglesia Anglicana procura extender su poder, y los Independientes y los metodistas
tratan de cercar sus pequeños rebaños.
Mi
propósito en la India es doble. En primer lugar, tratar de frenar las actividades
de estos sistemas exclusivos al demostrar en la iglesia cristiana que ellos no
son necesarios para todo lo que es santo y moral; y en segundo lugar, tratar de
grabar en la mente de cada miembro del cuerpo de Cristo que a él le ha sido dado
algún ministerio para la edificación del cuerpo y, en lugar de desalentar,
animar a cada uno a dar un paso al frente y servir al Señor.
Yo
abrigo en mi corazón el deseo, si el Señor me guarda, de fundar una iglesia
sobre estos principios. Y mí deseo más sincero es remodelar todo el plan de las
actividades misioneras a fin de llevarlas al estándar sencillo de la Palabra de
Dios. El aliento que el Señor me ha dado es inmenso, más allá de todo lo que yo
pude haber esperado. No tengo palabras para expresar cuán calurosamente he sido
recibido, no sólo por un grupo, sino por todos.
En
otra ocasión él escribe: Cuanto más lo analizo, más me convenzo de que la obra
misionera de la India, llevada a cabo por los europeos, está totalmente por
encima de los naturales. Tampoco veo cómo es posible que se pueda lograr una
impresión duradera si no se mezclan con ellos de una manera que hasta ahora no se
ha intentado. Cuando pienso en este asunto del sistema de castas, en relación
con la humillación del Hijo de Dios, veo en dicho sistema algo muy diferente y
particularmente contrario a Cristo.
Si
el que es uno con el Padre en gloria se despojó a sí mismo y fue enviado en la
semejanza de pecadores y se convirtió en el amigo de publicanos y pecadores
para poder salvarlos, resulta realmente odioso que un gusano se niegue a comer o
a mezclarse con otro gusano para no contaminarse. De qué manera tan sorprendente
la revelación del Señor a Pedro reprueba todo esto: “Lo que Dios limpió, no lo
llames tú común”.
Al
hacer planes para vivir en la India, él dice: Proponemos que nuestros arreglos
domésticos deben ser todos muy sencillos y muy económicos, y que nuestro plan
debe ser estrictamente evangélico.
Nuestro
gran propósito será derribar las barreras odiosas que el orgullo ha erigido
entre los naturales y los europeos. Con este propósito en mente, sería recomendable
que cada evangelista lleve consigo a dondequiera que vaya, de dos a seis
alumnos nativos con quienes él podría comer, beber y dormir en sus viajes, y
con quienes él podría hablar acerca de las cosas del reino al sentarse y al
levantarse.
Es
decir, de este modo ellos podrían ser preparados para el ministerio en la
manera en que nuestro querido Maestro preparó a sus discípulos, renglón tras
renglón, mandato sobre mandato, un poquito allí, otro poquito allá, a medida
que ellos puedan asimilarlo, conscientes de principio a fin que nuestro deber
no es el de hacer que los demás hagan lo que nosotros mismos no hacemos o que
actúen sobre los principios que nosotros no actuamos, sino más bien que seamos
ejemplos de todo lo que deseamos ver en nuestros amados hermanos. Y aún no
pierdo las esperanzas de ver surgir en la India una iglesia que sea un pequeño
santuario en los días oscuros y convulsos que se avecinan en la cristiandad.
Después
de pasarse un tiempo en Inglaterra, donde se volvió a casar, Groves regresó a
la India, llevando consigo a un grupo misionero que incluyó a los hermanos
Bowden y Beer con sus esposas de Barnstaple quienes comenzaron a trabajar en la
poblada zona del Delta Godaveri.
OTRO GRUPO LLEGA A LA INDIA
Groves
mismo se estableció en Madrás donde se le unió el grupo que él había dejado
atrás en Bagdad. Después de haber dependido por tanto tiempo de las donaciones
que el Señor le había enviado por medio de sus siervos para sus provisiones, él
ahora sentía, en Madrás, que las circunstancias eran tales que sería mejor para
el testimonio que él siguiera el ejemplo de Pablo, quien estaba dispuesto, según
las circunstancias, a vivir de las donaciones de las iglesias, o ganarse su
propio sustento. Fue por ello que Groves volvió a ejercer como dentista y fue
exitoso en esto.
TÁCTICAS DE GROVES EN EL EVANGELIO
Sus
esfuerzos por ayudar a las distintas sociedades misioneras con el tiempo
trajeron como resultado que algunos se le opusieran, que lo excluyeran de sus
círculos y que hablaran en su contra, considerándolo un enemigo y un peligro
para la obra. Esto él lo sintió intensamente y fue una de las razones que
motivara su partida de Madrás y su traslado a Chittoor, lugar que pronto se
convirtió en un centro de actividad y de bendiciones.
A
fin de alentar a aquellos que estaban involucrados en la obra del Señor para
que también se ganaran su sustento, cuando les fuera posible, y a los ocupados en
los negocios para que igualmente fueran activos en la obra espiritual, Groves
compró un terreno y desarrolló primero el cultivo de la seda y luego de la caña
de azúcar, dándoles así empleo a muchos. A veces esto prosperaba, pero también
hubo pérdidas, y la aceptación de un préstamo que se le ofreció en una ocasión
para extender el negocio lo comprometió con mucho trabajo y preocupación antes
que pudiera liquidar la deuda.
Una
carta escrita a Inglaterra en este período explica su propósito: Aquello que
hace que su generosidad sea doblemente apreciada es que demuestra la
continuación de su amor por nosotros individualmente, pero sobre todo, por la
obra del Señor en estas tierras desoladas y abandonadas.
Creo
que todos sentimos un interés creciente en ese plan de las misiones que estamos
siguiendo ahora; ya sea trabajando nosotros mismos o asociándonos con aquellos
que tienen algún “negocio honrado” y
también dar un ejemplo a los demás de que al hacer esto ellos pueden apoyar a
los débiles.
Últimamente
nos hemos enterado de varios misioneros que están muy interesados en nuestras
perspectivas de éxito. Ese querido joven natural, llamado Aroolappen, quien
partió de entre nosotros hace algunos meses, se ha mantenido, en medio de
tantas pruebas y tentaciones, fiel a sus propósitos. Él ha decidido comenzar
sus labores en un vecindario muy poblado, cerca de las Montañas Pilney, en el
distrito Madura, un poco al sur de Tiruchchirapālli.
Además,
existe la probabilidad de que se le una un hermano natural que está dispuesto a
salir a construir, con una pala en una mano y una espada en la otra la manera
en que, en mi opinión, se construirá el muro en estos tiempos convulsos.
Nuestro amado Aroolappen ha rechazado cualquier forma de salario, porque la
gente, dice él, no dejaría de decirle que él predica porque es asalariado.
Cuando él me dejó, yo quise asignarle algo mensualmente, como una remuneración
por su trabajo de traducir para nosotros; pero él rechazó cualquier suma
estipulada.
Los
otros dos de quienes escribí son un inglés y un encuadernador natural, quienes
están decididos a seguir el mismo camino.
Acerca
del hombre inglés, él escribe más adelante: Él está habituado al clima y puede
caminar sesenta y cuatro kilómetros diariamente sin fatigarse. Lee y escribe
Tamil y Telugu con facilidad, y renuncia a treinta y cinco rupias al mes, un
caballo y una casa para poder llevar a cabo la obra de Dios. Él viaja a través
de las regiones de habla Tamil y Telugu en un pequeño carruaje lleno de libros,
tratados y cosas para vender, predicando el Evangelio a los naturales en sus
propios idiomas, a medida que pasa, y en inglés a todos los soldados en las
estaciones militares. Él ya ha sido bendecido con la conversión de dos le
aseguro que todos sentimos que, de no haber visto otro fruto de nuestro
esfuerzo aparte de estos dos o tres hermanos que actúan sobre estos principios
de servicio, habríamos dicho que realmente nuestro esfuerzo en el Señor no ha
sido en vano.
Por
tanto, creo que podemos considerar nuestra permanencia en la India, bajo Dios,
como el medio para la introducción de esta forma de ministerio entre los
cristianos naturales y los paganos, y la continuación de nuestra estancia aquí
será, confío, por medio de la gracia de Dios, el medio de establecerla y
extenderla. Los que conocen a los naturales, estoy seguro, opinarán al igual
que yo, que este plan de misiones, por medio del cual el propio natural es
dirigido a Dios, está
planeado para desarrollar la individualidad
de carácter, la ausencia de la cual se ha lamentado tanto, y cuyo
remedio muy pocas veces se ha buscado.
Al
natural, por naturaleza, le gusta contar con una provisión y la comodidad, y de
ese modo es mantenido en dependencia del sistema. Por otra parte, al europeo le
gusta mantener al natural subyugado y mantenerse a sí mismo al mando. Pero, debe
quedar claro para todos que si las iglesias naturales no se fortalecen de
manera que aprendan a apoyarse en Dios en lugar de depender del hombre, los
cambios políticos en determinado momento pueden barrer con la situación
presente, en lo que depende de los europeos, y no dejar ni siquiera un rastro.
La
última visita de Aroolappen a su familia en Tinnevelly ha llevado a la
discusión de estos principios entre el inmenso grupo de obreros allí; y aunque
él no ha establecido su residencia entre ellos, él está lo suficientemente
cerca como para que ellos lo observen, tanto a él como a los principios sobre
los cuales él está actuando. Verdaderamente encomendamos estos brotes tempranos
del poder del Espíritu Santo pues confiamos que eso es lo que son a sus muy
fervientes oraciones, para que nuestros hermanos puedan continuar en el
espíritu de una verdadera humildad y dependencia de Dios. El hecho de que
nuestra posición aquí pone la obra pastoral y la hermandad en una igualdad
cristiana sencilla con los naturales, de ninguna manera es el rasgo menos
importante de nuestra obra.
Antes
que nosotros llegáramos, a nadie excepto a un natural ordenado se le permitía
celebrar la Cena del Señor o bautizar. Y cuando nuestros hermanos cristianos
Aroolappen y Andrés participaron de la Cena del Señor con los cristianos
naturales, esto provocó más interés y preguntas de lo que usted pudiera
imaginarse. La referencia constante a la Palabra de Dios ha
llevado, y continúa llevando, las cuestiones relacionadas con el ministerio y
el gobierno de la iglesia a una posición completamente nueva en las mentes de
muchos.
Sin
embargo, todo esto no impidió que Groves comprendiera que existen personas que
en ocasiones son llamadas a dedicar todo su tiempo al ministerio de la Palabra
de Dios, y en este sentido escribe:
No
tengo duda de que aquellos a quienes Dios ha llamado a ministrar deben esperar
en su ministerio y entregarse totalmente
a él hombres reconocidos como pastores y maestros son imprescindibles para
el buen orden de todas las asambleas; por tal razón, son requeridos y
encomendados por Dios. Y aunque no me opongo a reunirme con aquellos que no los
tienen, si fuera el resultado de la providencia del Señor no concederles ninguno,
sería incapaz de asociarme personalmente con aquellos que los rechazan por
considerarlos innecesarios o no bíblicos.
Groves
también escribió: “Es mi más sincero deseo, si el Señor quita de en medio las
dificultades, dedicar el resto de mi corta existencia a un ministerio
ininterrumpido”. Al escribir sobre dos miembros de la Iglesia Anglicana que
ayudaron mucho a los hermanos Bowden y Beer en su obra en el Delta Godaveri, él
dice: “Su sistema puede ser sectario, pero ellos no lo son. Y es diez veces
mejor tener que ver con católicos en un sistema sectario que con sectarios que
no pertenecen a ningún sistema.”
Estando
de visita en Inglaterra en 1853, Groves enfermó y murió a la edad de 58 años,
sufriendo, pero en paz, en la casa de Jorge Muller en Bristol.
JORGE MULLER (1805–1898)
Otro
que llegó a convencerse de la importancia de una obediencia literal a las
Escrituras fue Jorge Muller. Él era natural de Prusia y nació, en 1805, cerca
de Halberstadt. Aunque él estudió para el ministerio, creció llevando una vida
pecaminosa y disoluta, e incluso fue encarcelado en una ocasión por el delito
de estafa. Encontrándose en un estado muy infeliz, Muller fue llevado por un
amigo, cuando tenía veinte años, a una reunión en una casa particular en Halle.
Allí escuchó la lectura de la Biblia. Aunque él había estudiado mucho, esto era
nuevo para él. Él se sintió inmediata y poderosamente conmovido por ello, y no
tardó mucho para que el amor de Jesús por su alma y la suficiencia su sangre expiatoria ganaran la respuesta del
amor y la fe de su corazón.
Muller
tuvo mucho conflicto espiritual como resultado de la crisis por la cual había
atravesado, pero su costumbre diaria y constante de leer las Escrituras y orar
lo llevó a un conocimiento cada vez mayor de la voluntad de Dios.
Él
deseaba muchísimo convertirse en misionero entre los judíos. Por lo tanto, fue
enviado a Inglaterra a estudiar en la Sociedad Judía de Londres en preparación
para dicho ministerio. Poco después de su llegada a Inglaterra, él escuchó con
regocijo lo que A. N. Groves estaba haciendo al renunciar a un buen sueldo y
marcharse como misionero a Persia, confiando en el Señor en lo concerniente a
suplir sus necesidades. Muller fue enviado a Teignmouth por motivo de su salud,
y estando allí conoció a Henry Craik, quien había sido un miembro de la casa de
Groves. Este fue el comienzo de una amistad de por vida.
Aquí
él recibió una nueva bendición espiritual, especialmente al darse cuenta más
claramente que la Palabra de Dios es el único estándar del creyente y que el
Espíritu Santo es su único maestro. Al contar con mayor entendimiento, también
surgieron dudas en su mente en cuanto a su relación con la Sociedad Misionera,
y con el tiempo, por medio de un acuerdo amistoso con el Comité, esta relación
llegó a su fin.
MULLER
DEJA LA SOCIEDAD MISIONERA
Sus
motivos para dejar la Sociedad fueron: él se dio cuenta de que no era conforme
a la Escritura el requisito que se le pedía de ser ordenado en la Iglesia
Luterana o en la Iglesia Anglicana; también se dio cuenta de que cualquiera de
las Iglesias establecidas, al ser una mezcla del mundo y de la verdadera
iglesia, contienen principios que inevitablemente llevan a una desviación de la
Palabra de Dios, y el hecho de que son instituciones impide que sus costumbres
puedan ser alteradas, sin importar cuánta nueva luz puedan recibir de las Escrituras.
Muller
también se oponía, por razones de consciencia, a ser dirigido por los hombres
en sus labores misioneras. Como siervo de Cristo, él sentía que debía ser
guiado por el Espíritu Santo en cuanto al tiempo y el lugar. Y aunque amaba a
los judíos, él no podía limitarse a trabajar casi exclusivamente entre ellos.
Él le había causado algunos gastos a la Sociedad y, por tanto, estaba
comprometido con ellos, pero él logró arreglar este asunto satisfactoriamente,
y la Sociedad lo trató con mucha consideración.
Una
nueva duda surgió en cuanto a cómo podrían ser suplidas sus necesidades
temporales. Pero esto no le preocupaba, ya que él se apoyaba en las promesas
del Señor como las que aparecen en Mateo 6.25–34; 7.7–8; Juan 14.13–14, y al
darse cuenta de que si él realmente buscaba primero el reino de Dios y su justicia,
sus provisiones temporales le serían suplidas.
Al
haber abandonado su puesto el ministro de la Capilla Ebenezer en Teignmouth, Muller
fue invitado por toda la iglesia de dieciocho miembros para que se convirtiera
en su ministro. Esto con un salario anual de £55. Él aceptó y ministró con
regularidad entre ellos, pero también visitó y predicó en muchos lugares en el
vecindario. Él se percató de que su ministerio era más eficaz cuando consistía
en la exposición de las Escrituras.
Al
escuchar un día una conversación entre tres hermanas en el Señor sobre el tema
del bautismo, Muller se dio cuenta de que, aunque había sido un fuerte
partidario del bautismo de infantes, él nunca había escudriñado seria y
devotamente las Escrituras con relación a ese tema, de manera que se dedicó a
hacerlo, y se convenció de que sólo el bautismo de creyentes, y específicamente
por inmersión, es la enseñanza de la Escritura. Muchas objeciones surgieron en
su mente en cuanto a poner en práctica esta ordenanza, pero al tener la
seguridad de que era la voluntad del Señor que él actuara literalmente sobre la
base de sus mandamientos, Muller fue bautizado.
Poco
después de esto, él comprendió que, aunque no es un mandamiento, los apóstoles
nos han dado el ejemplo de partir el pan todos los días del Señor. Él también
se dio cuenta conforme a la Escritura que el Espíritu Santo debe tener libertad
para obrar por medio de los hermanos a quienes él desee usar, de modo que todos
puedan beneficiarse de los dones que el Señor ha derramado entre ellos. A
medida que estas cosas fueron analizadas y consideradas por la iglesia, pasaron
a ser parte de su práctica.
MULLER
SE CASA CON LA HERMANA DE GROVES
En
este mismo año (1830) Muller se casó con la hermana de A. N. Groves, en quien
él encontró una esposa totalmente de acuerdo con él en lo referente a procurar
aprender y cumplir la voluntad de Dios como se manifiesta en las Escrituras.
Ella se interesó de manera especial en las próximas medidas que ellos tomaron,
pues ahora comprendían que no era correcto que él recibiera un salario fijo
derivado de la renta de los bancos y contribuciones regulares de miembros de la
iglesia, de manera que renunciaron a ello.
LA DEPENDENCIA TOTAL DE DIOS
Lo
que en realidad les costó más que renunciar al salario fue su determinación de
obrar sobre una conclusión a la que ellos habían llegado ante Dios, que ellos
nunca pedirían ayuda ni tampoco darían a conocer sus necesidades a ningún hombre,
sino que verdaderamente acudirían al Señor y confiarían en él para que él supliera
todas sus necesidades. En este mismo tiempo, ellos recibieron la gracia para
obrar literalmente sobre el mandamiento del Señor: “Vended lo que poseéis, y dad limosna”.
Más
de cincuenta años después, él escribe: No nos arrepentimos en lo más mínimo de
la medida que tomamos.
Nuestro
Señor también nos ha dado, en su tierna misericordia, la gracia para continuar
pensando de la misma manera en cuanto a los puntos anteriores, tanto en lo
referente al principio como a la práctica. Y este ha sido el medio de hacernos
saber el tierno amor y el cuidado de nuestro Señor por sus hijos, hasta en lo
más insignificante, de una manera nunca antes conocida por nosotros y esto ha
hecho, en especial, que conozcamos más completamente al Señor de lo que lo
conocíamos antes, como un Dios que escucha las oraciones.
En
1832, la familia Muller y Henry Craik se trasladaron a Bristol, donde los dos
hermanos eran pastores de la Capilla de Gedeón por un tiempo, pero también
alquilaron la Capilla de Bethesda, al principio sólo por un año. Allí un
hermano y cuatro hermanas se unieron a ellos en una hermandad “sin ninguna
regla,” según dijeron, “deseando sólo actuar según al Señor le agrade mostrarnos
la luz por medio de su Palabra”. Esta iglesia creció rápidamente y desde el
comienzo fue muy activa en las buenas obras.
Después
de unos cinco años, surgió una duda que los hizo escudriñar la Escritura
diligentemente para encontrarle una solución al problema. Cuando la iglesia se
había fundado, todos sus miembros eran creyentes bautizados. Luego tres
hermanas solicitaron pertenecer a la hermandad, de cuya fe y santidad no se
tenía ninguna duda, pero ellas no habían sido bautizadas como creyentes ni
tampoco, cuando se les explicaron las Escrituras, comprendieron que este era el
camino correcto que ellas debían tomar. La mayoría en la iglesia, incluyendo a Muller
y a Craik, opinaba que debían ser recibidas, pero a varios miembros la
conciencia no les permitía concebir la idea de recibir como miembros a
creyentes no bautizados. Luego de mucho análisis de las Escrituras, la cantidad
de los que se oponían se redujo a unos pocos.
Algunos
recibieron ayuda por medio del consejo de Roberto Chapman de Barnstaple. Él era
de un carácter tan santo, de tanto conocimiento de la Palabra de Dios y de un
juicio tan sano, que ganó el respeto de todos los que se ponían en contacto con
él. Chapman presentó el asunto de la siguiente manera: O bien los creyentes no
bautizados entran dentro del tipo de personas que andan desordenadamente, y en
ese caso debemos apartarnos de ellos (2 Tesalonicenses 3.6); o no andan
desordenadamente.
Si
un creyente anda desordenadamente, no sólo debemos apartarnos de él en la Cena
del Señor, sino que nuestro comportamiento hacia él, en todas las ocasiones en
que tengamos contacto con él, indudablemente tiene que ser diferente de lo que
sería si anduviera ordenadamente. Sin embargo, evidentemente este no es el caso
en la conducta de los creyentes bautizados hacia sus hermanos creyentes no
bautizados.
El
Espíritu Santo no permite que así sea, sino que él testifica que el hecho de
que ellos no hayan sido bautizados no implica que anden desordenadamente y, por
lo tanto, puede existir la más hermosa comunión entre los creyentes bautizados
y los no bautizados. El Espíritu Santo no nos permite negarnos a la hermandad
con ellos en la oración, en la lectura y escudriñamiento de las Escrituras, en
la hermandad social e íntima y en la obra del Señor.
No
obstante, este tiene que ser el caso si ellos andan desordenadamente. Se llegó
a la conclusión de que “tenemos que recibir a todos a quienes Cristo ha
recibido (Romanos 15.7), sin tomar en cuenta el límite de gracia o conocimiento
que ellos hayan alcanzado”. Algunos dejaron la iglesia al escuchar de semejante
posición, pero la mayoría de ellos regresó y después no hubo jamás discrepancia
alguna sobre este asunto.
Ciertas
dudas en cuanto a los ancianos y en cuanto al orden y disciplina de la iglesia
vinieron luego a preocupar las mentes de los hermanos, y hubo un largo y
minucioso análisis de las Escrituras sobre estos asuntos. Ellos llegaron a
darse cuenta de que el mismo Señor asigna ancianos en cada iglesia en el cargo
de supervisores y maestros, y que esto debe continuar ahora, a pesar del estado
caído de la Iglesia, como en los tiempos apostólicos.
Esto
no implica que los miembros asociados en la hermandad de la iglesia deban elegir
a los ancianos conforme a su propia voluntad, sino que ellos deben esperar en
el Señor a fin de nombrar a los que reúnan los requisitos para instruir y
dirigir en la iglesia del Señor. Estos toman posesión del cargo por medio del
nombramiento del Espíritu Santo, el cual es dado a conocer a los que han sido
nombrados y a aquellos entre quienes ellos van a servir, mediante el llamado
secreto del Espíritu Santo a través de su posesión de las cualidades requeridas
y mediante la bendición del Señor sobre sus obras.
Los
hermanos deben reconocerlos y someterse a ellos en el Señor. Las cuestiones
relacionadas a la disciplina de la iglesia deben ser finalmente resueltas en la
presencia de la iglesia, siendo el acto de todo el cuerpo. “Con relación a la
acogida de los hermanos en la hermandad, este debe ser un acto de simple
obediencia al Señor tanto por parte de los ancianos como por parte de toda la
iglesia. Sentimos el deber y la obligación de recibir a todos aquellos que
hagan una profesión convincente en Cristo, conforme a la Escritura que dice:
‘Recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de
Dios’”.
Estas
y otras conclusiones no eran reglas de la iglesia, sino que expresaban lo que
los miembros habían comprendido así como la manera en que habían determinado
actuar hasta que pudieran recibir una nueva luz de la Escritura.
En
cuanto a la Cena del Señor se comprendió que: aunque no poseemos ningún
mandamiento expreso con relación a la frecuencia de su cumplimiento, el ejemplo
de los apóstoles y de los primeros discípulos nos guiaría a cumplir esta ordenanza
todos los días del Señor.
En
esta ordenanza manifestamos nuestra participación común en todos los beneficios
de la muerte de nuestro Señor, así como nuestra unión con él y los unos con los
otros; por lo tanto, también se debe dar oportunidad para el ejercicio de los
dones de enseñanza y exhortación, así como para la comunión en oración y
alabanza.
La
manifestación de nuestra participación común en los dones de cada uno no puede
darse completamente en tales reuniones si toda la reunión es, como es
inevitable, conducida por un individuo. Sin embargo, esta manera de reunirse no
quita, de aquellos que tienen los dones de enseñanza y exhortación, la
responsabilidad de edificar a la iglesia cuando se ofrezca la oportunidad.
Durante
una visita a Alemania en 1843, Jorge Muller pasó algunos meses entre un grupo
que estaba complacido de tener su ministerio y que le había invitado, pero que
no le permitiría partir el pan con ellos cuando llegara el momento, ya que él
estaba dispuesto a hacerlo con cristianos en la Iglesia del estado, o con los
que no habían sido bautizados como creyentes. Ellos incluso trataron de que él
se comprometiera a nunca partir el pan con creyentes que, aunque bautizados, no
evitaban el compañerismo con aquellos que no lo eran.
Al
comentar sobre estos hechos, Jorge Muller dice: Estos hijos de Dios habían
estado en lo cierto al considerar bíblico el bautismo de creyentes y separarse
de la Iglesia del estado. Pero sobre estos dos puntos ellos habían puesto un
énfasis indebido. Aunque el bautismo de creyentes es la verdad de Dios, y
aunque la separación de las Iglesias del estado por parte de los hijos de Dios
que saben que una iglesia es una congregación de creyentes es correcta, porque
en las Iglesias del estado ellos no ven otra cosa que el mundo mezclado con
algunos creyentes verdaderos, no obstante, si se hace un gran asunto de estos
puntos, si se toman fuera de proporción, como si lo fueran todo, habrá pérdida
espiritual por parte de aquellos que lo hacen.
Mejor
dicho, cualquiera de las partes de la verdad que se enfatice demasiado, aunque
tenga que ver con las verdades más preciadas relacionadas con nuestra
resurrección en Cristo o nuestro llamado celestial, o la profecía, tarde o
temprano, los que hacen esto y, por tanto, les dan un lugar demasiado
importante, terminarán perdiendo en sus propias almas y, si son maestros,
perjudicarán a quienes enseñan. Ese fue el caso de Stuttgart. El bautismo y la
separación de la Iglesia del estado finalmente se han convertido en lo único
para estos queridos hermanos.
“Nosotros
somos la iglesia. La verdad sólo puede encontrarse entre nosotros. Todos los
demás están en error y en Babilonia.” Estas fueron las frases usadas una y otra
vez por nuestro hermano. Que Dios en su misericordia les dé a ellos y a mí un
corazón humilde.
EL INSTITUTO DE CONOCIMIENTO BÍBLICO
Ambos
hermanos, Craik y Muller, sentían profundamente que cada creyente tiene el
deber, de una manera u otra, de ayudar en la causa de Cristo, pero que para
ello se debía buscar cualquier medio necesario, no de parte de los hombres, en
particular no de los incrédulos, sino de parte del mismísimo Señor en oración
llena de fe. En el ejercicio de esta convicción ellos fundaron en 1834 “El
Instituto de Conocimiento Bíblico para el País y el Extranjero”, con el
objetivo de ayudar a las escuelas primarias, las escuelas dominicales y las
escuelas de adultos por medio de impartir en ellas clases sobre el modelo
bíblico, hacer circular las Sagradas Escrituras y ayudar a aquellos misioneros
cuyo proceder parecía estar más conforme a las Escrituras.
El
motivo de fundar una nueva institución cuando ya existían tantas sociedades
religiosas fue que, si bien ellos reconocían las buenas obras hechas por las
otras, había algunos puntos en los que sus conciencias no les permitían unirse
a estas sociedades. El propósito, decían ellos, que estas sociedades religiosas
proponen para sí mismas es el mejoramiento gradual del mundo hasta que todos
lleguen a convertirse. En cambio, la enseñanza de la Escritura es que la
conversión del mundo no tendrá lugar hasta la venida del Señor, que en esta
época presente el mundo empeorará espiritualmente, pero que el Señor está
reuniendo a un pueblo de entre todas las naciones.
Además,
estas sociedades mantienen muchas relaciones con el mundo, de manera que
mediante el pago de una suscripción una persona no convertida puede hacerse
miembro; aparte de esto, a los inconversos a menudo se les pide dinero, y los
patrocinadores y presidentes se eligen por preferencias de entre aquellos que
son ricos e influyentes. Estas sociedades también contraen deudas. Todas estas
cosas son contrarias tanto a la letra como al espíritu del Nuevo Testamento.
Por
tanto, ellos se propusieron no pedir dinero nunca (aunque se les permitía
aceptarlo de alguien que lo donara por cuenta propia); no aceptar a ningún
incrédulo como colaborador en la dirección o ejecución de los asuntos de la
institución; no incurrir en deudas para ampliar sus actividades, sino apoyarse
en la oración privada para “presentar las necesidades de la institución al
Señor, y actuar según los recursos que Dios provea”.
A
partir de este pequeño comienzo, sin recursos iníciales, sin publicidad, fluyó
siempre una constante corriente de bendiciones que crecieron constantemente en
volumen. Los pobres fueron aliviados, se fundaron y continuaron escuelas en varios
países, una gran cantidad de Biblias fueron vendidas o donadas, se envió ayuda
a los misioneros en muchos países, y esto de una manera que no los controlaba
ni limitaba su libertad, sino que sólo atendía sus necesidades y las
relacionadas al trabajo que ellos hacían.
Todas
estas amplias y crecientes actividades fueron llevadas a cabo en una simple
dependencia de Dios. Una y otra vez ellos se quedaron sin fondos para atender
las distintas necesidades que se les presentaban, ya fuese en su ministerio o
en su propia vida. Pero siempre, en el momento indicado, recibían provisiones
en respuesta a las oraciones, de manera que su propia fe en Dios y la comunión
con él eran ejercitadas y fortalecidas, mientras otros también eran alentados
en el camino de la fe.
En
1836, Jorge Muller inauguró su primer orfanato al alquilar una casa por un año
en la calle Wilson, Bristol, donde recibió a 26 niños.
Él
declara como sus motivos principales para emprender esta obra:
(1)
Que Dios sea glorificado, si se digna concederme los recursos, para que se
comprenda que no es en vano confiar en él; y que de esta manera la fe de sus
hijos sea fortalecida.
(2)
El bienestar espiritual de los hijos sin padre y sin madre.
(3)
Su bienestar temporal.”
LOS ORFANATOS DE MULLER
Al
ver que tantas personas del pueblo de Dios estaban agobiadas por las
preocupaciones y las inquietudes, él deseó dar una prueba visible y tangible de
que en nuestros días Dios escucha las oraciones y responde a ellas exactamente
como siempre lo hizo, y que si confiamos en él y buscamos su gloria él suplirá
nuestras necesidades. Muller había sido estimulado grandemente por el ejemplo
de Franke de Halle en Alemania, quien, dependiendo sólo del Dios vivo, había
construido y sostenido un orfanato grande. De modo que él tenía la certeza de
que semejante obra en Bristol sería la mejor manera de testificar de la
fidelidad de Dios en este país.
Todas
sus expectativas fueron más que realizadas. Aunque a menudo él fue reducido a
la más absoluta necesidad, sin embargo, el número creciente de huérfanos nunca
disminuyó. La obra fue continuada hasta su muerte a los 92 años de edad, y
desde entonces sus sucesores la han llevado a cabo en el mismo espíritu. La
gran cantidad de huérfanos recibidos (de los cuales muchos se han convertido),
los enormes edificios construidos, las masivas sumas de dinero recibidas y
empleadas —todo esto representa un ejemplo sorprendente del poder triunfante de
la oración de fe.
En
1837, Jorge Muller publicó la primera parte de su libro, Un relato de algunos de los tratos del Señor con
Jorge Muller, un libro que ha ejercido una influencia
extraordinaria en las vidas de una gran cantidad de personas al alentarlas en la fe
en Dios.
La
ciudad de Barnstaple en Devonshire está relacionada con el nombre de Roberto
Cleaver Chapman, quien ministró la Palabra de Dios allí durante unos setenta
años y murió allí en 1902, próximo a cumplir sus cien años de edad. Chapman
nació en Dinamarca, hijo de padres ingleses, y su madre, a quien estaba
profundamente ligado, ejerció una gran influencia sobre él. Mientras aún vivía
en Dinamarca fue instruido por un abad francés, y luego estudió en una escuela
en Yorkshire. Él desarrolló marcados intereses y habilidades literarias, convirtiéndose,
además, en un excelente lingüista.
Atraído
por la Biblia a la edad de dieciséis años, Chapman hizo un estudio minucioso de
todo el libro, llegando a conmoverse mucho por el mismo. Al dedicarse al
estudio de derecho se convirtió en procurador, y se desempeñó bien en su
profesión.
En
este tiempo, Santiago Harrington Evans se encontraba predicando en Londres, en
la Capilla de la calle John, Bedford Row, la cual había sido construida para él
por un amigo. Él había sido un cura, pero al convertirse por medio de la
lectura de unos sermones que su párroco le había prestado, comenzó a predicar
la justificación por medio de la fe con una convicción sincera. Este fue el
medio tanto para la conversión de pecadores como para el avivamiento de
creyentes, pero fue resentido por su párroco, quien le pidió que se marchara.
Ahora
él también tuvo dificultades con relación al bautismo de infantes, y se dio
cuenta de que la relación existente entre la Iglesia y el estado impedía la
santa disciplina en la Iglesia. Por lo tanto, él dejó la Iglesia. Poco después,
él y su esposa fueron bautizados. Sin embargo, Evans no se convertiría en el
pastor de una iglesia bautista, porque eso implicaría terminar su compañerismo cristiano
con muchos creyentes, entre quienes, él creía, bien podía haber mejores
personas que él.
En
la Capilla de la calle John se celebraba la Cena del Señor cada domingo por la
noche, y aquellos que de alguna manera demostraban estar capacitados para
ayudar y edificar la iglesia fueron alentados a hacer uso de sus dones.
Fue
precisamente a esta iglesia que, aproximadamente a los veinte años de edad,
Roberto Chapman fue traído. Mientras caminaba una noche, vestido de etiqueta,
cerca de la capilla, uno de los ancianos lo vio y lo invitó a pasar. Él entró,
y al cabo de unos pocos días experimentó el cambio de la conversión. Al
describir esto más tarde, dijo: ¡Señor, recuerdo tus tratos conmigo! Cuando me tomaste
de la mano por primera vez y tu Espíritu Santo me convenció de pecado, mi copa
estaba llena de amargura por mi culpa y el fruto de mis hechos todo en mi
interior era un invierno monótono.
Me
sentía harto del mundo, odiándolo con gran enojo, pero era incapaz de dejarlo y
no estaba dispuesto a hacerlo. Me hablaste en el momento oportuno, diciendo:
“Este es el reposo con que darás reposo al cansado; y este es el refrigerio”. Y
¡cuán dulces tus palabras: “Ten
ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados”! ¡Cuán
hermosa la visión del Cordero de Dios! ¡Y cuán gloriosa la túnica de justicia,
ocultando del ojo santo de mi Juez todos mis pecados y corrupción! Entonces el
cojo saltó como un ciervo, y cantó la lengua del mudo. En Jesús crucificado, en
ti mi Señor, mi alma encontró descanso, y en el seno de tu amor.
Chapman
fue bautizado y formó parte de la congregación de creyentes en la calle John. Estos
pasos le ocasionaron la pérdida de muchos amigos y fueron también la causa de
la desaprobación de sus parientes, pero desde el principio de esta nueva vida
él se entregó por entero a seguir en las pisadas de Cristo. Las Escrituras se
convirtieron en su creciente deleite, entró en una vida de oración de fe, y
tuvo cuidado de ocuparse con las necesidades de los pobres y de todos aquellos
que estuvieran en problemas.
Él
sintió que había sido llamado de Dios para dedicarse al ministerio de la Palabra
de Dios. Algunos dijeron que él nunca sería un predicador, pero él contestó:
“Mi gran propósito es imitar
a Cristo”. Roberto Chapman nunca se casó, y en 1832 se
estableció en Barnstaple, ministrando la
Palabra
de Dios en la Capilla Bautista Ebenezer. Harrington Evans siguió allí el curso
de su ministerio con un interés constante, diciendo de él: “Él es una de mis
estrellas. Lo considero uno de los primeros hombres de la época. Él no tiene
altibajos.
Él
se deshizo de todo cuanto poseía y vivió en una dependencia constante e
inmediata del Señor para la satisfacción de sus necesidades diarias. Regaló a
otros todo lo que recibía más allá de lo que era necesario para suplir sus
modestas necesidades.
Acerca
de su temprano ministerio en Barnstaple, él escribió: Cuando se me pidió
abandonar a Londres e ir a ministrar la Palabra de Dios en la Capilla Ebenezer,
entonces ocupada por una comunidad de “bautistas exigentes”, estuve de acuerdo,
poniendo sólo una condición: que tendría la libertad de enseñar todo cuanto
encontrara en las Escrituras. Esto fue lo que hice por un tiempo con la
bendición del Señor.
Un
hermano que me visitó en aquellos días me instó a que dejara la regla estricta
de que nadie excepto los creyentes bautizados podían partir el pan. Yo le
respondí que yo no podía forzar las conciencias de mis hermanos y hermanas; y continué
mi ministerio, instruyéndolos pacientemente de la Palabra de Dios. En ese
tiempo yo sabía muy bien que podía lograr el cambio porque la gran mayoría estaba
de acuerdo conmigo, pero consideré que sería más agradable a Dios esforzarme
por lograr que todos llegaran a un consenso.
EL MINISTERIO DE CHAPMAN EN BARNSTAPLE
Un
poco después de esto, algunos cristianos residentes en Barnstaple, que apoyaban
las opiniones estrictas que nosotros habíamos abandonado para ese entonces, nos
exigieron que renunciáramos al uso de la capilla. Examiné minuciosamente la
Escritura Fideicomisaria y me di cuenta de que no habíamos dejado a un lado ni
una sola de sus provisiones. Sin embargo, les dimos la capilla, así como debo
darle mi capa a quien me la pida. No es de extrañarse que les diga que no pasó
mucho tiempo para que el Señor nos diera una capilla mucho mejor.
Fue
por este tiempo que Chapman conoció a Jorge Muller, a Henry Craik y también a
algunos de los creyentes que en Dublín y en otras partes se esforzaban por
vivir las Escrituras.
Las
dos casas modestas, en la 6ª y 9ª de New Buildings, Barnstaple, donde Roberto
Chapman y su amigo Guillermo Hake vivieron en una hermandad ininterrumpida
durante cincuenta y nueve años, hasta la muerte del segundo en el año 1890, se
convirtieron en un lugar de peregrinación para personas de todo el mundo que
iban allí en busca de consejo y ayuda sobre temas espirituales.
Roberto
Chapman viajó a varios países. Sus visitas a España llevaron a varios siervos
del Señor a dedicarse a la obra del Evangelio en ese país, con muy buenos
resultados. La influencia de su vida piadosa parece haber afectado a todos los
que entraron en contacto con él. Cuando otros trabajaron en España, varios años
después de las visitas de Chapman a ese país, se encontraron un ejemplo tras
otro de personas que se habían convertido y que mantenían un buen testimonio de
Cristo, y esto como resultado de sus conversaciones con Chapman.
En
cierta ocasión un viajero se encontró con un inglés que tenía negocios en uno
de los puertos del Mar Negro en Rumania. Ambos conversaron sobre temas espirituales,
y el inglés relató cómo había sido religioso antes de llegar a Rumania, pero
que ahora él había renunciado a todo y estaba convencido de que todos los que
profesaban ser cristianos eran hipócritas, “aunque”, agregó, corrigiéndose a sí
mismo, “yo conocí a un cristiano auténtico; él acostumbraba a pasar por el
lugar donde yo vivía en Devonshire. Su nombre era Roberto Chapman.”
Las
tradiciones e instrucciones de los primeros tiempos de la iglesia antes que las
Escrituras estuvieran completas, han tomado en el Nuevo Testamento una forma
permanente destinada a la dirección continua y literal, tanto del cristiano
como de las iglesias de Dios, y el esfuerzo por actuar conforme a ellas nunca
ha cesado, aun cuando a veces sólo unos pocos lo han mantenido.
Algunos
ejemplos de esto, en esta época, son la congregación en Edimburgo donde los
hermanos Haldane trabajaron; las asambleas en Dublín con las cuales Groves,
Cronin, Bellett y otros tuvieron que ver; la iglesia en Bristol fundada por Muller,
Craik y los que estaban con ellos; los “hermanos menonitas” en el sur de Rusia;
y los grupos de estundistas en distintas partes de Rusia. Pero estos son sólo
unos pocos de los tantos movimientos en los distintos países, algunos limitados
a pequeños grupos, otros llegando a formar amplios círculos.
En
los principios más importantes todos ellos tenían una afinidad espiritual muy cercana
con los de las iglesias bautistas e independientes que resistieron y permanecieron
intactas ante el racionalismo popular de la época.
PERIODO DE SECULARIZACION GENERAL
(1789 HASTA EL PRESENTE)
INTRODUCCIÓN AL PERÍODO
Este fue un período de revolución. La nación americana fue
organizada bajo una constitución en los primeros años de este período, después
de despojarse del yugo político de Inglaterra. Francia entró en su revolución al
mismo principio de este período, también. El Congreso de Viena (1815) se
esforzó por restaurar las fronteras tradicionales, pero la revolución no había
todavía terminado. Se estaban desarrollando nuevas naciones en Europa y en las
Américas.
Hubo revoluciones en otras áreas, también. Los adelantos mecánicos
e industriales crearon una nueva clase de vida económica y social. El adelanto
científico del siglo XX ha hecho de casi cada década una era asombrosa y
desafiante.
El moderno movimiento misionero ayudó a inaugurar este período. Su
impacto en el enriquecimiento general de la vida y del humanitarismo general no
puede ser medido completamente. Muchos grandes movimientos humanitarios de
Inglaterra y América surgieron directamente de misiones y avivamientos
religiosos de este período.
Este ha sido también un período de amplia secularización de la
cultura. Esto significa, como lo expresó un escritor, el desarrollo de la “civilización
religiosamente neutral”. Esta situación no es enteramente buena ni
completamente mala, pero es esencialmente cierta. Hasta cierto punto esto
describe la gran extensión del cristianismo denominacional. El divorcio de la
iglesia y el estado (un aspecto de esta secularización) ha dado por resultado
religión por convicción en vez de por coerción.
La segunda reforma en Inglaterra durante la primera mitad del siglo
XVII desarrolló numerosos tipos de política y doctrina. Estos fueron trasplantados
a América por la inmigración. Los movimientos más antiguos del continente
también se movieron hacia América, pero la tendencia ha sido hacia la
diversidad en la organización, aun en los grupos que siguen un solo sistema de
pensamiento teológico. El calvinismo, por ejemplo, fue organizado en América
poco a poco por diferentes grupos.
Los calvinistas escoceses no sólo no se unieron a los calvinistas
de otras naciones, sino que reprodujeron en América muchos otros cismas que habían
tenido lugar en Escocia. Los calvinistas ingleses, franceses, holandeses,
suizos, alemanes, y escandinavos, retuvieron sus propios tipos separados de
organización, que reflejaban diferencias raciales y de lenguaje, cuando se
trasladaron a América. Como resultado, el cristianismo en la América colonial
fue sorprendentemente complejo y ha continuado desarrollando nuevas formas en
los siglos que han seguido.
Indudablemente, una reacción contra la proliferación indebida dio
impulso hacia movimientos ecuménicos y de unión eclesiástica que resultaron en considerable
fuerza en la primera mitad del siglo XX.
En el pensamiento religioso, este período ha sido testigo del alto
nivel de racionalismo, seguido por una reacción que intenta retener elementos
del antiguo sobrenaturalismo. Durante la primera mitad del siglo XX ha habido
vigorosos y numerosos ataques sobre el sobrenaturalismo tradicional. El efecto
final de los acelerados ataques debe esperar su descripción por una pluma
posterior.
PUNTOS DE ESPECIAL INTERÉS
El estudiante debe notar los ciclos recurrentes en el pensamiento
religioso. Generalmente el péndulo oscila hasta un extremo, que depende en gran
manera de las condiciones históricas, y después se aleja de él. Los conceptos
extremos son básicamente autodestructivos. Este hecho trae algún consuelo en
períodos de especulación y corrupción sin inhibición.
Una observación afín tiene que ver con la naturaleza del hombre.
Como un ser autoconsciente y espiritual, el hombre nunca estará satisfecho con ningún
sistema religioso que apele únicamente a su intelecto. El escolasticismo
estéril no tiene más vitalidad en el siglo XX que la que tuvo en el segundo.
Con frecuencia trae una reacción espiritual y de avivamiento.
La secularización de la cultura y la política, que ha ocurrido no
sólo en Occidente sino casi universalmente, no es un mal simple. Un estado y
una cultura “neutrales” quitarán los elementos de influencia dañina del cristianismo,
eliminarán el cristianismo como un instrumento de bajas motivaciones, y
reducirán la coerción religiosa. Debe hacer énfasis en la naturaleza
espiritual y en el valor independiente del verdadero cristianismo.
CRISTIANISMO EUROPEO CONTINENTAL
Una descripción completa de cualquier aspecto de este último
período es manifiestamente imposible. El progreso en el desarrollo tecnológico difícilmente
puede ser creído o entendido, sin tratar de describirlo. El hierro, el acero,
el aluminio y los plásticos, produjeron sucesivamente grandes impulsos en la
manufactura de comodidades básicas. El carbón, el vapor (tanto en la tierra
como en el mar), la electricidad, el petróleo, y la fisión atómica, han
proporcionado fuerza para el transporte, la comunicación, la iluminación, la
guerra, y para muchos otros usos.
La revolución industrial movilizó y explotó estos recursos. Se han
hecho asombrosas investigaciones en todas las ciencias, desde la antropología hasta
la zoología. El cuerpo, la mente, y el alma, se han convertido en sujetos de intenso
estudio. Cada parte del hombre de este mundo se ha puesto bajo observación.
Fuertes corrientes intelectuales han acompañado este progreso
físico. Carlos Darwin (1809-82), después de hacer primero suposiciones básicas en
un esfuerzo por explicar el cambio y el progreso en la historia humana, desarrolló
una teoría de evolución basada en la supervivencia del más apto.
La proyección de su teoría en las áreas de la religión y la
filosofía produjo considerable controversia, que no ha terminado todavía. Carlos
Marx (1818-83) presentó la creencia en la necesidad de la victoria final de un
“socialismo científico”, la eliminación de todas las clases económicas, y el
milenio final de una sociedad igualitaria. Sus ideas comunistas todavía son
probadas en grande escala. Representando sólo una nube en el horizonte en el
último tiempo, Hegel (1770-1831) idealizó el estado, y Nietzsche (1844-1900) la
“super-raza”, poniendo las bases para los movimientos totalitarios del siglo
XX.
La atmósfera política del mundo se refleja en la historia del
cristianismo en Europa durante este período. En general, ha sido un período en
que los estados nacionales han peleado por su autonomía y demandado autoexpresión.
El Imperio Alemán se fundó en 1870; Italia se unificó y Francia se convirtió en
república ese mismo año; China, Japón y el Oriente se abrieron a la cultura
occidental; las colonias sudamericanas se convirtieron en repúblicas
independientes; y por todo el sureste de Europa surgieron nuevos estados
independientes.
El gobierno popular casi ha destronado universalmente a los
soberanos hereditarios. Casi todo el mundo ha sido explorado, y el desarrollo
de las comunicaciones y el transporte lo han hecho más pequeño.
Los principales grupos cristianos del Continente en este período
fueron los católicos romanos, los luteranos, y los calvinistas. Estos tres
considerados brevemente en las tres secciones cronológicas en que cae este
período.
LA REVOLUCIÓN FRANCESA (1789-1815)
La historia de Europa está ligada a la Revolución Francesa durante
la primera parte de este período. En el siglo XVIII apareció un creciente reconocimiento
del pueblo común por toda Europa de que el absolutismo y la opresión del estado
y la iglesia eran grandemente responsables de su depresión económica y su
condición social. La corrupción y el lujo en los altos puestos de la iglesia y
el estado contrastaban grandemente con la necesidad y sufrimientos de las
clases bajas.
Esto era particularmente cierto en Francia. La Iglesia Romana
poseía la mitad de las tierras de Francia, y era tan reprensible como el estado
secular por su trato al pueblo. Había resentimiento general contra los diversos
diezmos impuestos por la iglesia, contra la rigurosa represión de los
disidentes religiosos, y contra las estériles órdenes monacales. La arbitraria
política nacional y los disipados hábitos personales de los reyes Luis XIV, XV,
y XVI (de 1643 a 1793) trajeron a Francia al borde de la bancarrota.
Para imponer impuestos adicionales, el rey se vio obligado a convocar
una asamblea de los Estados Generales, un congreso formado del clero, la
nobleza, y los comunes. Los representantes del pueblo común, conocidos como el
Tercer Estado, se apoderaron del control y por su audacia y certera
representación del estado de la época tuvieron éxito en iniciar una reforma
radical. El 21 de septiembre de 1792, Francia se convirtió en República, y
cuatro meses después el rey fue ejecutado.
Como reacción contra la intensa oposición de la Iglesia Romana, la
nueva república se levantó sobre líneas ateístas al principio, pero
gradualmente fue cediendo hasta permitir el culto religioso. Napoleón
Bonaparte, un general francés, resultó victorioso al derrotar una coalición de
otros poderes que intentaban echar abajo la Revolución Francesa.
En 1798 Napoleón invadió Italia y deshizo el estado papal, y puso
prisionero en París al papa Pío VI, donde muy pronto murió. Napoleón fue
coronado emperador en 1804. Sus victorias y diplomacias cambiaron el mapa de Europa.
Sin embargo, finalmente fue derrotado por una coalición de poderes y exiliado a la Isla de Santa Elena
en 1815. El Congreso de Viena (1815) se esforzó por restaurar el mundo que
Napoleón había desarreglado. Se inició un período de conservatismo político
reaccionario y de romanticismo en la literatura y la religión.
LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA.
En Francia la misma revolución hizo trizas a la Iglesia Romana en
sus propiedades, su establecimiento sus diezmos y sus impuestos papales, y su sistema
monástico. La reorganización de la vida religiosa en Francia en 1790 por la
Asamblea Nacional, ignoró en efecto las diferencias religiosas. En el reino del
terror de los dos años siguientes, cientos, tal vez miles de fieles sacerdotes
católicos romanos fueron asesinados.
En la reacción después de 1795, sin embargo, a los católicos y a
los otros se les permitieron privilegios para tener cultos. En 1795 el papa Pío
VI se unió con los dirigentes europeos para preparar un ejército contra
Francia. Napoleón Bonaparte derrotó la coalición, capturó Roma en 1798, y puso prisionero
al papa en Francia, donde murió en 1799.
En 1801 el nuevo papa, Pío VII (1800-20) consiguió un
consentimiento de Napoleón de restaurar la Iglesia Romana en Francia bajo
limitaciones radicales, pero Napoleón abrogó la mayor parte de esto con sus interpretaciones
arbitrarias. En 1809 él anexó el estado papal a Francia.
Cuando el papa protestó, fue puesto prisionero. En 1813 él obligó
al papa a firmar un acuerdo que permitiera la anexión, pero en el desastre en Rusia,
Napoleón perdió su poder coercitivo. El papa repudió su firma y en 1814
restauró la orden jesuita. Aunque la supresión de esta orden en 1773 había
significado teóricamente la total abolición, se encontró que estaba completamente
organizada y en casi completa fuerza para entrar en batalla. El cardenal
Consalvi representó al papado en el Congreso de Viena en 1815, y pudo conseguir
la devolución de todo lo que Napoleón había quitado a la Iglesia Romana.
LUTERANISMO.
La Revolución Francesa afectó grandemente a los luteranos en los Estados
Alemanes. La guerra y los sufrimientos revelaron que el escepticismo y la
infidelidad no eran suficientes para hacer frente a las necesidades del
espíritu humano, y las multitudes se volvieron una vez más a la fe religiosa.
El Santo Imperio Romano se deshizo en 1806, estimulando el fortalecimiento de
estados independientes como Austria, Prusia, y Bavaria. Más tarde en el siglo
esto contribuyó a la unificación del pueblo alemán bajo el liderazgo de Prusia.
CALVINISMO.
El calvinismo en Europa también sintió el golpe de la Revolución Francesa.
Ya el escepticismo había debilitado este grupo en Francia, Suiza, los Estados
Alemanes, y los Países Bajos. Las inestables condiciones políticas que
siguieron hasta el Congreso de Viena en 1815 trajeron desorganización e
incertidumbre al calvinismo continental.
REACCIÓN Y CONTINUACIÓN DEL CONFLICTO (1815-70)
Durante una década después del Congreso de Viena, la reacción
contra la revolución y los movimientos democráticos fue evidente en la
diplomacia y la actividad de los grandes poderes. Los sentimientos nacionales,
sin embargo, no pudieron ser suprimidos por mucho tiempo. Dos veces más Francia
disparó explosivos movimientos nacionalistas en 1830 y en 1848, en su búsqueda
de un gobierno sensible y estable.
Holanda (1815), Bélgica (1830), y Grecia (1832) establecieron gobiernos
autónomos, y otros iniciaron su
camino hacia la existencia como estados.
Los Estados Alemanes dieron la clave para los importantes eventos
de la última parte de este período. El Congreso de Viena había ayudado a la formación
de una unión alemana (Bund) compuesta
de treinta y cinco estados, y
después se organizó una Unión Alemana del Norte encabezada por Prusia. En 1870
Prusia declaró la guerra a Francia, y la victoria trajo la organización de la
moderna nación alemana. Por curioso que parezca, durante la guerra
franco-prusiana, el gobierno francés dio el paso que llevó a la fundación de un
estado italiano unificado.
La corte papal había empleado soldados franceses para proteger el
estado papal. Cuando París estaba amenazado en 1870, Francia ordenó que estos
soldados regresaran a su patria, y los patriotas italianos pudieron vencer a
Roma y unificar las diversas secciones de la península.
LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA.
La reacción contra los excesos de la Revolución Francesa produjo
gran prestigio a la Iglesia Católica Romana como un factor de conservación y estabilización.
León XII (1821-29) pudo negociar concordatos o acuerdos favorables con la
mayoría de las naciones importantes, incluyendo estados protestantes. Los
católicos recibieron completa libertad en Inglaterra el año de la muerte de
León, y durante todo el período tuvieron lugar permisos de la Iglesia de
Inglaterra para la Iglesia Romana.
Otra
característica de este período fue la continuación de los estallidos anti
protestantes del papado. En 1816 Pío VII denunció las sociedades bíblicas como
instrumentos diabólicos para socavar la religión. En mayo de 1824, León XII
publicó conceptos similares y llamó sus traducciones (de las sociedades)
“evangelio del diablo”.
En
1826 él anunció que “cualquiera que estuviera separado de la Iglesia Católica
Romana, sin importar cuán intachable pudiera ser en otros aspectos de su vida,
por esta sola ofensa estaba separado de la unidad de Cristo, no tenía parte en
la vida eterna, y la ira de Dios estaba sobre él”. Pío VIII (1829-30) también incluyó
la libertad de conciencia y las
sociedades bíblicas entre otros males. Gregorio XVI (1831-46) calificó la
libertad religiosa de locura y demencia. Estas declaraciones formaron el fondo
para el arrollador “Compendio de Errores” de Pío IX, que será considerado en
breve.
En
este período, el movimiento conocido como “ultramontanismo” también alcanzó su
cumbre. La palabra es una referencia geográfica a la dominación papal. La
restauración de los jesuitas en 1814 fue un gran paso en esa dirección. La
reacción conservadora después del Congreso de Viena lo favoreció también. El
movimiento llegó a su cumbre durante el pontificado de Pío IX (1846-78). De manera
muy singular, sus victorias doctrinales dentro de la Iglesia Romana y sus
derrotas políticas del exterior se unieron para exaltarlo a él y al papado
hasta cumbres de aquí en adelante inaccesibles. Su estrategia en su victoria
doctrinal fue planeada cuidadosamente y bien ejecutada.
Pío
se convirtió en papa en 1846 durante un período político muy tormentoso. En
1849, aprovechando la general veneración católica (y en algunos casos verdadera
adoración) de María, la madre de Jesús, Fío envió comunicados a todos los
obispos católicos romanos preguntándoles si deseaban que el papa preparara una declaración
autorizada con referencia a María que mostrara sus propias opiniones, diciendo,
“Vosotros sabéis muy bien, venerables hermanos, que toda la base de nuestra fe
está puesta en la santa Virgen.
Dios
la ha revestido de la plenitud de todo bien, para que en adelante, si hay en nosotros
alguna esperanza, si hay alguna gracia, si hay alguna salvación, debamos
recibirla solamente de ella, según la voluntad del que nos dará la posesión de
todas las cosas por María.”
Después
de recibir la aprobación de la gran mayoría de los obispos, el 8 de diciembre
de 1854, Pío definió el dogma oficial. Debe recordarse que un canon es una ley
eclesiástica que puede ser cambiada subsecuentemente si las circunstancias lo
autorizan, pero un dogma es una declaración oficial de la verdad que no puede
ser cambiada o alterada y que debe ser creída por todos los fieles como una
condición para la salvación.
Esta
fue la primera ocasión que un dogma ha sido promulgado por un papa sin la
autoridad del concilio general. Pío pretendía que este dogma había sido
revelado por Dios y debía ser creído firme y constantemente por todos los
fieles.
Afirmaba
que “la muy bendita Virgen María, en el primer instante de su concepción, por
una singular gracia y privilegio del Dios todopoderoso, por la intuitiva
percepción de la raza humana, era guardada inmune de cualquier contaminación
del pecado original”. La mariolatría fue llevada así un paso adelante. La
tradición romana la ha declarado sucesivamente una virgen perpetua, enseguida
la liberó de pecado después de la concepción de Cristo, después extendió esa libertad
de pecado a su propio nacimiento, y este dogma la declaró sin pecado
hereditario. Quedó para el siglo XX la proclamación de su ascensión corporal al
cielo, a su muerte.
En
1846 Pío IX emitió su “Compendio de Errores”, que recapitulaba las encíclicas
de los papas inmediatamente anteriores y ponía la lista al día.
Además
de condenar las sociedades bíblicas, las escuelas públicas, y la libertad de
conciencia, específicamente denunció la separación de la iglesia y el estado,
insistió en que los pontífices romanos y los concilios ecuménicos nunca habían
errado al definir la fe y la moral, y reclamó el derecho de usar la fuerza para
llevar a cabo la política papal. El siguiente papa (León XIII) declaró que este
compendio que denunciaba los llamados errores era emitido en condiciones de
infalibilidad.
En
1870 se tuvo el que puede haber sido el último de los concilios ecuménicos de
la Iglesia Católica Romana. Prácticamente Pío IX arregló todos los detalles
antes que el concilio fuera convocado. Pese a vigorosas protestas de una
respetable minoría de obispos que se rehusaron a ser obligados, el concilio aprobó
cuatro decretos.
El
primero afirmaba que Simón Pedro fue hecho por Cristo cabeza visible de la
iglesia, tanto en honra como en jurisdicción. El segundo identificaba al obispo
romano como el perpetuo sucesor de Pedro, dotado de todos los privilegios de Pedro.
El tercero pretendía que el pontífice romano tiene inmediato y completo poder
sobre toda la iglesia por todo el mundo.
El
último afirmaba que cuando el papa habla excátedra (desde el trono) al definir una
doctrina concerniente a la fe y la moral para ser sostenida por la iglesia
universal, es infalible. La declaración terminaba con la afirmación de que
cualquiera de tales definiciones del papa (sin un concilio) es irreformable.
La
estrategia que había ocupado el pensamiento de Pío IX por muchos años ha sido
cumplida. Mediante sagaz diplomacia él había declarado una enseñanza popular
que tuviera fuerza dogmática, sin la concurrencia de un concilio ecuménico.
Esto preparó el camino para continuar la dominación papal. Esta declaración de
infalibilidad de 1870 volvió inútiles otros concilios ecuménicos. Todas las
definiciones excátedra de fe y moral del papa romano tenían ahora la fuerza de
dogmas. La declaración de esta infalibilidad es muy ambigua, lo que se ajusta
exactamente al propósito de los proponentes jesuitas de la acción.
Cuando
el siguiente papa “infalible” León XIII, declaró que el “Compendio de Errores”
de 1864 era excátedra, el puede haber colocado, sin embargo, a la Iglesia
Romana en tal posición que estará continuamente en aprietos, particularmente
los católicos americanos que pretenden aceptar la doctrina de la separación de
la iglesia y el estado, y algunos que defienden de dientes afuera la libertad
de conciencia, ideales americanos básicos.
Todo
este desarrollo doctrinal ocurrió durante un período de revolución política. El
estado papal había separado por más de mil años las secciones norte y sur de la
península italiana. Patriotas italianos como Víctor Emmanuel y Garibaldi
deseaban fervientemente unificar toda la península y hacer de Roma la capital
secular de la nación unificada. El papado resistió vigorosamente. Sin embargo,
la revolución popular en la península ya había estallado cuando Pío IX llegó al
trono papal.
En
un esfuerzo por aplacar al pueblo, Pío concedió algunas reformas en el gobierno
papal pero nada menos que la entrega total satisfarían a los patriotas del sur.
Entre 1859 y 1866, mediante diplomacia y
guerra, Víctor Emmanuel pudo conseguir cuatro quintas partes de las
tierras papales, y dejó únicamente Roma y sus alrededores en manos papales.
Cuando Francia fue obligada a retirar sus tropas de Roma para defender París, Emmanuel
venció la resistencia que quedaba y capturó
Roma, e hizo de ella la capital nacional de una Italia unida.
Los
patriotas italianos trataron de aplacar a Pío, pero él nunca se reconcilió por
la pérdida de la administración temporal, y se negó a dejar el Vaticano, que,
aunque había sido derrotado, se le permitió retener. El conspiró por la
devolución del estado papal hasta su muerte en 1878. Los papas siguientes
mantuvieron la pretensión de ser prisioneros en el Vaticano hasta 1929.
A pesar de la humillación personal en su pérdida temporal, el
papado fue impulsado grandemente por ella. Muchos amigos de la verdadera
religión habían instado al papado por quinientos años a dejar la competencia temporal
con otras naciones en bien de la influencia espiritual y el bienestar.
Los donativos empezaron a volcarse en las arcas del pontífice, y toda
la maquinaria de la Curia se dirigió al adelanto eclesiástico en vez de a la
administración secular, y las
relaciones con los diversos estados nacionales mejoraron grandemente en vista
del decreciente poder secular de un papado ambicioso y coercitivo.
Otro interesante resultado de la declaración papal de la infalibilidad
fue la secesión de la Iglesia Romana de un gran partido que negaba la infalibilidad
papal, que incluía a algunos eruditos muy capaces. El grupo tomó el nombre de
Antigua Iglesia Católica, y alcanzó un número de miembros de tal vez cien mil,
pero gradualmente ha disminuido en número y nunca ha obtenido la adhesión
popular que muchos supusieron tendría.
LUTERANISMO.
La historia del luteranismo europeo a mediados del siglo XIX
concierne principalmente con el movimiento hacia la unión de la iglesia y con
los desarrollos filosóficos.
El deseo de unidad del rey Federico Guillermo III de Prusia
después de la desolación causada por la Revolución Francesa lo llevó a escuchar
con simpatía las sugestiones de Schleiermacher y otros clérigos dirigentes de que
debería intentarse alguna clase de unión eclesiástica. La unión de luteranos y
calvinistas en Prusia fue decretada en 1817 y tuvo la aprobación de la gran
mayoría de prusianos. Por 1827 muchos de los Estados Alemanes habían seguido
este ejemplo. Las Universidades de Wittenberg y de Halle se unieron en una
institución en Halle.
Una ruidosa minoría protestó contra esta corriente general,
particularmente entre los luteranos. Klaus Harms dirigió lo que fue conocido
como Escuela Confesional, en oposición a la unión con la Iglesia Reformada, y
en 1841 un número de luteranos se separaron de la iglesia del estado y
organizaron la Iglesia Evangélica Luterana de Prusia. El luteranismo en otras
partes de Europa, particularmente en los países escandinavos, continuó
contagiado por el racionalismo.
Debe recordarse que el racionalismo había traído al escepticismo y
al ateísmo al frente durante el último período del cristianismo europeo (de 1648
a 1789). Emmanuel Kant (1724-1804), aunque un producto de la Iluminación (como
era llamado el racionalismo) modificó el craso intelectualismo de Wolff al
limitar el área de los detalles filosóficos a los fenómenos, y al concebir al hombre como más que
una mente.
Hegel (1770-1831) se fue por otras direcciones, pero, esencialmente,
por su optimismo filosófico y su teoría del desarrollo dio gran ímpetu a una posición
media. F. E. D. Schleiermacher (1768-1834) afectado profundamente muy temprano
por el pietismo alemán, dio un gran paso para aliviar el antagonismo entre el
racionalismo y el sobre-naturalismo al hacer de la religión una experiencia
interior, la conciencia de absoluta dependencia de Dios. Su sistema dejaba
mucho que desear para los que creían en la realidad objetiva de un Dios amante
y personal, pero dio cierta respetabilidad a los credos del cristianismo. Soren
Kierkegaard (1813-55), el “danés melancólico”, puso los fundamentos para una
nueva formulación teológica durante este período, pero no fue descubierto por un
siglo.
CALVINISMO.
Los lamentables efectos del racionalismo se ven en las luchas de
las iglesias de este período, siguiendo las enseñanzas de Calvino. En la misma
Ginebra, el lugar de nacimiento del calvinismo, la venerable compañía del clero
se rehusó a ordenar candidatos en 1817 si ellos creían las mismas cosas en que
Calvino hizo énfasis: la deidad de Cristo, el pecado original y la
predestinación. El resultado fue un cisma, y los conservadores organizaron
congregaciones libres e independientes. El movimiento se esparció por toda
Suiza y más allá, por el resto del período.
Los dirigentes de este movimiento conservador en los cantones
suizos fueron Alejandro Vinet (1797-1847) y Federico Godet (1812-1900).
Los calvinistas franceses tuvieron la misma experiencia. El
liberalismo teológico prevaleció de tal manera en la Iglesia Reformada de
Francia que Federico Monrod y el Conde Gasparin organizaron en 1849 la Iglesia Francesa
Reformada Libre.
Una historia similar puede contarse de los Países Bajos. Antes de
1834 casi todas las iglesias reformadas estaban incluidas en la iglesia establecida.
El liberalismo y el escepticismo religioso reinaban. Isaac da Costa
(1798-1860), un convertido del judaísmo, se hizo evangelista del calvinismo
ortodoxo. De 1834 en adelante, un gran número de iglesias dejaron la Iglesia
Reformada establecida y se unieron con las congregaciones conservadoras, que
finalmente fueron reconocidas en 1869 como la Iglesia Reformada Cristiana.
Muchos calvinistas conservadores permanecieron dentro de la institución más
antigua con la esperanza de hacerla retroceder.
Sin embargo, después de medio siglo de lucha, éstos también se
separaron de la iglesia establecida y más tarde se unieron con el grupo de los
cristianos reformados. Otro partido que surgió del racionalismo de este período
fue conocido como la escuela Groeningen, que hacía énfasis en el amor como
fundamental en la religión. Eran indiferentes a las doctrinas calvinistas
ortodoxas.
EL
NUEVO SIGLO (DE 1870 HASTA EL PRESENTE)
Este período final ha sido notable por el rápido ascenso de Alemania
y Rusia hasta el frente como potencias mundiales. La Primera Guerra Mundial
(1914-18) surgió directamente de las alianzas militares tan estrechamente
entrelazadas, destinadas a mantener el equilibrio del poder.
El nacionalismo arrebatado, los antiguos odios y rivalidades, la
carrera armamentista, y los impulsos irresponsables completaban el explosivo cuadro
en 1914. La chispa surgió en un incidente en los Balcanes, y la guerra empezó
el verano de 1914. Alemania y sus
aliados fueron finalmente derrotados. Después de la guerra Alemania se
convirtió en república por diez años.
Las manifiestas iniquidades del tratado de paz y la difícil
depresión económica de los primeros años de la década de 1930 alentaron la
ascensión de Adolfo Hitler y del partido nacional socialista en Alemania. La
Segunda Guerra Mundial empezó en septiembre de 1939. La coalición alemana fue
derrotada en 1945. El uso de bombas atómicas al final de la guerra marcó el
principio de una nueva era.
LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA.
A pesar de que la Primera Guerra Mundial invalidó seriamente las
más fuertes potencias continentales católicas romanas, a la iglesia le fue sorprendentemente
bien en el conflicto y apareció más fuerte en algunos respectos después de la
guerra que antes. La aparición del partido nazi bajo Hitler en 1933 marcó el
principio de la represión de los católicos en Alemania, que continuó hasta el
fin de este período. Al mismo tiempo, la amenaza del comunismo ruso apareció
claramente a la vista. En el mismo fin del período Rusia envolvió a muchas de
las pequeñas naciones eslavas vecinas en la esfera de su influencia, y reprimió en cada caso a la Iglesia Romana
en favor de la Iglesia Ortodoxa Oriental.
Internamente
la actividad de la Iglesia Romana puede recapitularse bajo tres títulos: lucha
con el modernismo, censuras contra el protestantismo, y relaciones con estados
seculares.
León
XIII (1878-1903) sucedió a Pío IX y fue uno de los papas más capaces de este
período. Aunque algunas veces él es calificado de “papa moderno” porque
desplegó interés en estudios clásicos y científicos y permitió que los clérigos
liberales dirigieran reformas sociales, un estudio cuidadoso de su vida sr su
obra muestra que él continuó el dogmatismo medieval de sus predecesores. En
1897 él puso en marcha una encíclica que censuraba todos los libros condenados
antes de 1600, aunque pudieran no haber sido incluidos en listas posteriores de
libros prohibidos.
León
permitió solamente estudios bíblicos y científicos que no impugnaran el dogma
de la Iglesia Católica. Pío X (1903-14) fue elegido probablemente como reacción
a León. Tenía poco aprecio por la erudición y la educación elevada. Mucha de la
obra de León fue virtualmente destruida por la hostilidad personal y cultural de Pío X. En 1907 él
publicó un nuevo compendio que condenaba el modernismo. Su encíclica del mismo
año atacaba vigorosamente el modernismo dentro de la Iglesia Romana. Pío abogó
por un regreso a la filosofía escolástica y demandó el rechazamiento de los que
desearan estudiar derecho canónico, excepto a los que tenían un fondo
escolástico.
Cualquier
mancha de modernismo era suficiente para el rechazamiento de un maestro en
seminarios o universidades católicos y la expulsión de los que ya estaban en
estas instituciones. Los obispos debían esforzarse por impedir la publicación
de libros modernistas y eliminarlos de las escuelas.
Todas
las reuniones de sacerdotes debían ser investigadas para ver que el modernismo
no tuviera lugar. Benedicto XV (1914-22) continuó la pelea contra el modernismo,
como lo hicieron Pío XI (1922-39) y Pío XII (1939-1958).
Este
ha sido un período de continuos ataques del papado contra el protestantismo.
León XIII se excedió al aprobar la inquisición española de la edad media, al
calificar las llamas como “benditas”. El alabó al infame Torquemada, el
perverso director de la inquisición española, por su “muy prudente celo e
invencible virtud”. En 1896 León denunció la ordenación y sucesión anglicanas,
condenando tanto la forma como la intención.
El
inició el punto de vista típicamente romano relativo a la tolerancia religiosa,
que afirma que cuando los protestantes tienen el control de una nación, los
católicos deben ser tolerados de acuerdo con la política general protestante de
tolerancia religiosa; por otra parte, cuando los católicos tienen el control,
debe seguirse la política católica de no tolerancia.
Pío
X desaprobó vigorosamente toda lectura y estudio de la Biblia. Su ataque en 1910
contra los reformadores y sus seguidores como “enemigos de la causa de Cristo”
levantó considerable antagonismo. Benedicto XV continuó la lucha papal contra
el protestantismo.
El
papa León XIII tuvo mucho éxito al establecer relaciones amistosas con algunos
de los estados. Mediante diplomacia táctica y laboriosos esfuerzos de los jesuitas,
el papado hizo amigos de Bélgica, España, Francia, Inglaterra, Rusia, y los
Estados Unidos. Sus sucesores no fueron tan afortunados. Bajo Pío X y Benedicto
XV Roma recibió severos golpes.
En
1905 Francia promulgó leyes que separaban la iglesia y el estado. La propiedad
eclesiástica fue confiscada, y finalmente se retiró la ayuda financiera a la
religión. Además, las revoluciones en Portugal y México redujeron el prestigio
del papa. El golpe fue particularmente radical en la república de México. Su
nueva constitución de 1917 separó la iglesia y el estado y confiscó las
propiedades eclesiásticas. Todos los oficiales y sacerdotes católicos romanos
fueron exiliados.
Se
había esperado que el concordato de 1929 entre Pío XI y el gobierno italiano
trajera relaciones pacíficas entre los partidos. Debe recordarse que en 1870
los patriotas italianos capturaron Roma, el último de los territorios papales
fuera de los pocos acres que constituyen el Vaticano.
Desde
entonces los papas se negaron a dejar esta área, llamándose prisioneros. En
1929 Mussolini convino en pagar al papado una indemnización de 87.500.000
dólares, añadir unos cuantos acres a los terrenos del Vaticano, y reconocer la
ciudad del Vaticano como estado libre.
Sin
embargo, la controversia más amarga se continuó después porque cada parte no
estaba dispuesta a cumplir el acuerdo. En 1946 la monarquía fue derrocada y se adoptó un gobierno republicano.
Teóricamente
la Iglesia Romana no era más favorecida que cualquier otro grupo religioso,
pero en la práctica el fondo católico del pueblo dio a la Iglesia Romana un
lugar favorito.
En
1931 en España también fue reemplazada la monarquía por una república, y la
constitución estipuló la separación de la iglesia y el estado, dando esperanzas
de que se practicaría la igualdad religiosa para todos los grupos. La Guerra
Civil empezó en 1936, y en 1939 llegó a ser dictador el general Franco, pro-católico.
La Iglesia Católica Romana se hizo dominante otra vez como religión
establecida.
En Francia la Iglesia Católica Romana, la única religión de una
gran mayoría del estado, es ignorada por la mayoría de sus adherentes, y tiene poca
vitalidad.
Entre las dos guerras, la Iglesia Romana peleó valientemente
contra los nazis, sin mucho éxito.
EL LUTERANISMO.
El luteranismo de Europa ha padecido severas pruebas este período.
La reforma de Lutero fue plantada en un ambiente de granjeros y campesinos y había esperado que el benevolente
príncipe de un estado comparativamente pequeño mantuviera la pureza y bienestar
de la Iglesia Luterana en su área. Después de 1870 vinieron cambios radicales.
La tardía unificación de Alemania en una sola nación requirió considerable reajuste,
hasta el punto de la organización y el control luterano.
La rápida industrialización de Alemania y la revolución mecánica
también lanzaron sobre el luteranismo europeo nuevas normas sociales y
económicas que demandaron respuesta rápida y radical. Al mismo tiempo de este
desafío, el militarismo y la guerra paralizaron o reclutaron el caudillaje luterano.
La Constitución de Weimar adoptada por la República Alemana
después de la Primera Guerra Mundial estipulaba la separación de la iglesia y
el estado, aumentando las penalidades del luteranismo tradicional. La vitalidad
del movimiento de Lutero disminuyó lentamente en las primeras décadas del nuevo
siglo. Se ha estimado que el 75 por ciento de los cristianos nominales de
Alemania en los años veinte eran indiferentes a la religión.
La aparición de los Nazis en 1933 produjo problemas adicionales.
Los esfuerzos de Hitler por gobernar tanto a las iglesias luteranas como a las reformadas
en beneficio del estado produjeron el cisma y el conflicto. Se hicieron
intentos de paganizar el cristianismo para exaltar factores raciales y nacionales. El mismo Hitler estaba
deseoso de ver una iglesia nacional organizada por un grupo llamado Movimiento
de Fe de Cristianos Alemanes, pero la oposición de hombres como Martín
Niemoller, pastor de Berlín, ofreció firme resistencia. Se organizó un sínodo
confesional opuesto a este Movimiento de Fe, que incluía a luteranos y a
calvinistas.
La Segunda Guerra Mundial restringió drásticamente toda la obra cristiana.
En los países escandinavos el luteranismo se ha mantenido como la religión de
la mayoría.
EL
CALVINISMO.
Los turbulentos años de las dos guerras y una casi continua
contienda ideológica en Europa contribuyeron a la amarga lucha modernista confesional
dentro del calvinismo europeo y minaron la vitalidad de las iglesias reformadas
del Continente. Es cierto que el calvinismo estaba mejor preparado por su
perspectiva general para hacer frente a las revoluciones industrial y mecánica
del nuevo día que el luteranismo.
La separación de la Iglesia Romana del estado en Francia en 1905
también ayudó al calvinismo en esta lucha. Los mismos golpes que sacudieron al luteranismo
cayeron sobre el calvinismo. La separación general de la iglesia y el estado
ocurrió en los cantones de Suiza, parcialmente por la influencia católica
romana; principalmente por causa de la indiferencia.
De Suiza, sin embargo, al fin de la Primera Guerra Mundial surgió
una fuerte protesta contra el liberalismo teológico. Karl Barth (1886-1968), pastor
de una pequeña iglesia reformada de Suiza, profundamente conmovido por la
violencia de una guerra mundial, formuló un sistema teológico que algunas veces
ha sido llamado la teología de la crisis porque interpretaba los problemas
contemporáneos y las convulsiones mundiales como resultado de la confianza del
hombre en sí mismo y del consecuente descuido de la voluntad de Dios; algunas
veces llamada teología dialéctica, que se refiere a la total incapacidad del
hombre de buscar a Dios y a la necesidad de permitirle a Dios, mediante su
soberana gracia, hablarle al hombre; y algunas veces llamada neoortodoxia, que
refiere el movimiento a la antigua ortodoxia cristiana. Barth exaltaba la
soberanía de Dios como trascendente y el pecado del hombre como irresistible.
Aunque el sistema de Barth tenía elementos inaceptables para
muchos sobrenaturalitas tradicionales, estaba en marcado contraste con el arrogante
racionalismo de la generación anterior y
ha sido grandemente influyente en la teología contemporánea.
COMPENDIO FINAL
El último período ha sido casi de constante guerra y revolución
política en el Continente. La Iglesia Católica Romana ha sido golpeada
duramente en lo que ha sido tradicionalmente el área de su fuerza más grande.
La indiferencia y el secularismo han sido más grandes enemigos de Roma que el
modernismo.
Los tumultuosos sucesos del período han hecho llover pesados
golpes sobre el protestantismo continental. La decadencia interna por el racionalismo
general tiene más que ver que las frecuentes guerras con la pérdida de la vitalidad. La neoortodoxia, una
reacción contra el optimismo humanista y el
agresivo nacionalismo teológico, ha provisto el punto de partida para nuevas fórmulas teológicas de varias clases.
EL CRISTIANISMO INGLES
El siglo XIX perteneció a Inglaterra. De la misma manera que
Francia se convirtió en ama del Continente después de la Guerra de los Treinta
Años por las severas pérdidas de los otros combatientes, Inglaterra alcanzó el caudillaje
cuando Francia fue abrumada por el oleaje de su Revolución al fin del siglo. La
reina Victoria (1837-1900), continuando la tradición de longevidad de Hanover,
proporcionó el montaje para la elevación de Inglaterra a la dominación mundial
en el siglo XIX. Una parte no pequeña de esta realización se hizo posible por
la capacidad de Inglaterra de beneficiarse de la historia.
Las lecciones de su propia “Revolución Incruenta”, de la
Revolución Americana (cuando una de sus colonias consiguió la independencia política),
y de la Revolución Francesa (cuando sucedió una sublevación contra un gobierno
no representativo) no fueron desperdiciadas por Inglaterra. Se inició un
programa que produjera simpatía de la voz del pueblo. En 1832 se aprobó una
vasta Ley de Reformas, una de cuyas estipulaciones era aumentar grandemente el
número de los que podían votar.
La Segunda Acta de Reformas de 1867 doblaba el número de votantes,
mientras que la legislación de 1918 y 1928 trajo casi el sufragio total al
pueblo. Se estableció la política de gobierno doméstico para las posesiones
coloniales, y en 1867 Canadá recibió la condición de práctica independencia en
todos los asuntos domésticos; mientras, otras colonias se inclinaban en esa
dirección. Irlanda e India fueron excepciones de este tratamiento liberal.
El siglo XX trajo serios problemas al imperio. Las mismas áreas a
las que no se les concedió una medida de independencia tomaron los asuntos en sus
propias manos. La India y las colonias adyacentes dieron grandes pasos hacia su
completa independencia. La mayor parte de Irlanda se separó del imperio y por
1949 se separó completamente. Ya no era factible una política mercantil imperial
para proveer abundantes y exuberantes frutos. Dos caras guerras mundiales
trajeron pesadas y variadas cargas a la gente y a la nación.
EXAMEN
DE LOS PRINCIPALES EVENTOS RELIGIOSOS
Hubo cuatro amplios movimientos religiosos que afectaron a
Inglaterra durante este período.
MOVIMIENTO
MODERNO DE MISIONES FORÁNEAS.
La momentánea victoria de Inglaterra sobre Francia en 1763 envió
un torbellino de exploradores a encontrar nuevas playas tocadas por el océano
ahora controlado por Inglaterra; hombres como el comodoro Byron, el capitán
Wallis, y el capitán Cook entre 1764 y 1768. La predicación a campo raso de
Wesley y Whitfield hasta cierto punto había divorciado el evangelio de los
edificios y había movido a compasión los corazones de los cristianos por los
que no tenían salvación. Hombres como David Brainerd en América estaban
buscando a los indios para Cristo.
Le tocaba a Guillermo Carey, un joven zapatero remendón bautista,
inaugurar y ejemplificar el moderno movimiento misionero foráneo. En 1792 se formó
una sociedad bautista para misiones foráneas.
Carey y otros fueron enviados a la India. Inspirados por Carey,
los ingleses independientes y la Iglesia de Inglaterra organizaron sociedades misioneras
foráneas. En los siguientes dos siglos casi cada sección del mundo habitado
recibió misioneros de todas partes del cristianismo inglés.
EL AVIVAMIENTO RELIGIOSO Y LOS MOVIMIENTOS HUMANITARIOS.
Los fuegos del avivamiento, disminuidos durante las guerras con
las colonias americanas y con
Francia, ardieron brillantemente por un breve tiempo después de la derrota de
Napoleón en 1814. El fin de varias guerras agotadoras con peligro de invasiones
inminentes fue marcado con el genuino reconocimiento de bendiciones divinas.
Como sucedió un siglo antes, un avivamiento en los Estados Unidos precedió el
énfasis espiritual en Bretaña.
De hecho, el alcance y los
efectos del avivamiento en América en los primeros años del siglo XIX fueron
mucho más grandes que lo que se hicieron evidentes en Inglaterra. Otra vez
después de 1859 tuvo lugar un avivamiento en toda Bretaña, que recibió impulso
con la predicación de Dwight L. Moody más de una década después, y con el
influyente ministerio de Carlos Haddon Spurgeon en Londres.
Al lado de esta sensibilidad religiosa tal vez ocasionado por ella
hubo un número de reformas morales y humanitarias. El gran aumento en número de
estas dentro de denominaciones fuera de la Iglesia de Inglaterra, junto con la
democratización general del proceso legislativo en Inglaterra y la ampliación
de franquicia, garantizaban que las prohibiciones que existían sobre los
disidentes no podían continuar.
Por los años de 1860 la batalla se ganó casi enteramente cuando
una por una las discriminaciones radicales fueron o eliminadas o reducidas. Las
injustas leyes penales fueron reemplazadas lentamente, y el trato y el alojamiento de prisioneros fue mejorado
grandemente. La esclavitud fue abolida en 1833. La legislación reprimió los
abusos en los sistemas fabriles, incluyendo las largas jornadas de mujeres y niños.
La nación aceptó la responsabilidad adicional de la educación de
sus niños y jóvenes. Una nueva sensibilidad hacia el bien público produjo la legislación
para varios tipos de ayuda al bienestar común: policía, franqueo postal barato,
salud pública, comercio y navegación, etcétera. El siglo XX trajo la creciente
conciencia de la responsabilidad gubernamental por los ciudadanos en los
problemas más allá del nivel local.
ESCEPTICISMO Y MATERIALISMO.
El avivamiento wesleyano del período anterior volvió los corazones
de las masas de la infidelidad y el
escepticismo, pero un fuerte núcleo de anti sobrenaturalismo nunca fue tocado
en este o en avivamientos posteriores. Varios factores del siglo XIX
contribuyeron a aumentar las filas de este grupo. Uno fue el desarrollo de un
movimiento sociniano articulado, que apelaba principalmente a las clases
intelectuales y exaltaba la ética cristiana como la principal contribución de
las Escrituras cristianas.
Tanto en Inglaterra como en América el desarrollo de una estructura
organizacional produjo nuevos adherentes, particularmente en los estratos
elevados de la sociedad. Además, en este período, los filósofos del Continente
hicieron radicales ataques a las Escrituras. La tendencia a limpiar, negar, o
modificar la revelación cristiana, evidente en la obra de hombres como David
Strauss (1808-74) y Julio Nellhausen (1844-1918), socavó la fe de algunos que
no estaban afianzados con firmeza.
Otro factor que inducía al escepticismo fue la hipótesis de la
evolución propuesta por Carlos Darwin (1809-82) en 1859. Sus ideas, con
frecuencia malinterpretadas y mal
aplicadas, fueron ampliadas de una teoría basada en la observación de los
fenómenos biológicos hasta abarcar declaraciones sociales, éticas y
metafísicas. Tales proyecciones de su teoría estaban dirigidas a socavar la
posibilidad de una revelación divina (particularmente de una trasmitida por un
estado social menos avanzado) y
a reducir la necesidad de actividad divina creativa y vigilancia providencial.
Otro factor subversivo más podía ser llamado “cientismo”. Los
adelantos tecnológicos apoyaron el antiguo materialismo y llevaron a mucha
gente a una especie de fe ciega en la naturaleza dinámica del progreso y el
ingenio humanos.
Los penosos días de ajuste entre guerras, la severa depresión
económica, la gran pérdida humana y la destrucción física de la guerra misma,
los problemas sociales inmediatos incluidos en la moralidad de tiempos de guerra
y de personas desplazadas, y un millar de otras presiones también separaron los
pensamientos de Inglaterra de las cosas espirituales. Ha habido inequívocas
evidencias de declinación espiritual en el presente siglo.
El apoyo financiero ha disminuido, la asistencia a los templos ha sido
muy pobre, y excepto para los
católicos romanos, ha sido difícil para las diversas denominaciones religiosas
encontrar candidatos para el ministerio.
ECUMENISMO.
El cristianismo inglés como un todo ha entrado sinceramente en el movimiento
ecumenista (universal). Hasta cierto punto el ecumenismo se originó en la
explosión de entusiasmo por las misiones mundiales que siguió al principio del
movimiento misionero moderno de Guillermo Carey. La Sociedad Misionera de
Londres de 1795, fue formada de miembros de la Iglesia de Inglaterra,
presbiterianos escoceses, metodistas e independientes.
La Sociedad Bíblica Británica y Foránea de 1804 era interdenominacional:
también lo eran muchos otros esfuerzos cooperativos de Bretaña, América y de
los campos misioneros durante ese siglo. Tal vez el principal antecedente del
movimiento fue la formación de la Alianza Mundial Evangélica en Londres en
1846, después de una reunión preliminar en 1845. El propósito de este cuerpo
era primordialmente promover la unidad en vez de ocuparse en alguna tarea inmediata
común.
Las conferencias subsecuentes se tuvieron en Bretaña, en el
Continente y en los Estados Unidos. Además, los movimientos interdenominacionales
entre jóvenes cristianos aumentaron la influencia del movimiento, incluyendo
organizaciones tales como la Asociación Cristiana de jóvenes, iniciada en
Londres en 1884, y otros
cuerpos, tanto de Bretaña como de Estados Unidos.
Los antecedentes inmediatos del movimiento moderno se encuentran
en las conferencias misioneras interdenominacionales. Los misioneros foráneos, luchando
con problemas mutuos, se reunían en conferencia, algunas veces oficial, algunas
veces no oficial. Conferencias bien conocidas se tuvieron en Londres en 1854,
en Liverpool en 1860, y en varias partes de Inglaterra intermitentemente hasta
el fin del siglo. Casi todas las denominaciones, excepto los católicos romanos,
tomaron alguna parte en este movimiento.
Un gran paso adelante en el movimiento fue la reunión de 1920 en Edimburgo,
en la que por primera vez se tuvo una conferencia compuesta de representantes
delegados oficialmente de juntas y sociedades misioneras. El motivo general fue
el cristianismo unido, y un
comité de continuación consiguió conferencias posteriores. Se tuvieron otras conferencias
en Estocolmo (1925), Amsterdam (1948), y Evanston (1954). El Concilio Mundial
de Iglesias se constituyó en la reunión de 1948.
EXAMEN DE LOS PRINCIPALES CUERPOS CRISTIANOS
El resto de este capítulo se dedicará a un breve examen de cada
uno de los principales cuerpos cristianos de Inglaterra durante este período, a
la luz del fondo general.
LA IGLESIA DE INGLATERRA.
La Iglesia de Inglaterra en el período moderno ha estado consistentemente
inclinada a las misiones. Después que empezó el movimiento misionero moderno
por los bautistas, la Sociedad Misionera de Londres, formada en 1795, incluía a
muchos anglicanos, mientras que la Sociedad Misionera Eclesiástica de 1799
estaba compuesta solamente de anglicanos. Los anglicanos eran también una parte
de la Sociedad Religiosa de Tratados de 1799 y de la Sociedad Bíblica Británica
y Foránea de 1804.
Podía esperarse que los dirigentes anglicanos, particularmente los
que favorecían el sacramentalismo heredado de la Iglesia Católica Romana, miraran
con desagrado los desbordantes avivamientos evangélicos del siglo XVIII y la creciente fuerza de los
evangélicos dentro de la iglesia establecida. El crecimiento progresivo de los
disidentes y la remoción de las prohibiciones religiosas contra ellos, junto
con el desarrollo de la cooperación entre evangélicos dentro de la Iglesia
Anglicana y los disidentes, fue de grave preocupación para el antiguo partido.
Este fondo general, junto con las corrientes intelectuales y escépticas que se extendían por
toda Inglaterra en el siglo XIX, llevaron al desarrollo de tres partidos distintos
dentro de la Iglesia de Inglaterra.
Un grupo de clérigos de la Iglesia de Inglaterra favorecía las
doctrinas de la Iglesia Católica Romana, pero permitía que el soberano inglés
fuera la cabeza de la iglesia en vez del papa de Roma. Eran sacramentalistas estrictos,
deseaban la retención de monjes y monjas, hacían hincapié en la naturaleza
vital de la sucesión apostólica, e insistían en la unión de la iglesia
con el estado inglés.
El
éxito y el crecimiento de los disidentes los elevó
a una actividad febril. En 1883 iniciaron la publicación de una serie de Tratados
para los Tiempos, que cubría la historia eclesiástica y la doctrina. El tratado más importante fue el último,
escrito en 1841 por Juan Enrique Newman
(1801-90), que intentaba mostrar que los Treinta y un
Artículos de la Iglesia de Inglaterra, hasta entonces considerados la porción más protestante del sistema anglicano,
podían en realidad ser interpretados en un
sentido católico romano.
Newman
también favoreció otros elementos del sistema católico romano, y en 1845 fue
recibido en la Iglesia Católica Romana. Muchos otros de este partido lo
siguieron. Después de su defección la dirección del partido de la Alta Iglesia
fue asumida por E. B. Pusey (1800-82). En general, el movimiento de la Alta Iglesia
ha romanizado muchos aspectos de la vida devocional y litúrgica de la vida
anglicana.
Se
ha alentado la vida monástica para hombres y mujeres. Se ha introducido la
confesión auricular. El partido de la Alta Iglesia recibió un golpe en 1896
cuando el obispo de Roma declaró que toda la sucesión episcopal anglicana no
tenía validez. No obstante. El partido ha mantenido una fuerte posición en la Iglesia
Anglicana.
Los
evangélicos de la Iglesia de Inglaterra han sido llamados el grupo de la Baja
Iglesia. Muchos evangélicos dejaron la Iglesia de Inglaterra con el movimiento
metodista, pero el caso Gorham probó que los evangélicos todavía podían existir
dentro de la Iglesia Anglicana. En 1847 un obispo de la Alta Iglesia se negó a
instalar a G. C. Gorham, un evangélico en doctrina, por causa de los conceptos
de Gorham. El caso fue llevado a la corte, donde la decisión final favoreció a
Gorham, determinando que el evangelismo tenía apoyo legal dentro de la comunión
anglicana.
El
partido de la Iglesia Liberal favoreció la más amplia posibilidad de flexibilidad
en las normas doctrinales y eclesiásticas
del anglicanismo.
Este
partido también ha conseguido apoyo legal en el anglicanismo. En 1860 una
colección de siete ensayos algo radicales de clérigos anglicanos radicales
exaltó a los vigilantes ortodoxos, y dos de los autores fueron procesados por
herejía en las cortes eclesiásticas. Finalmente fueron absueltos. El caso
reveló que se podía conceder la máxima libertad de pensamiento teológico y de
escritura dentro de la Iglesia Anglicana, con el principal requisito de
conformidad externa a los Treinta y Nueve Artículos y al libro de oración.
Se
ha considerado a sí misma como la mitad del camino entre el catolicismo romano
y el protestantismo, y ha pensado que en tal posición estaría el lugar ideal y la norma para la reunión de toda la
cristiandad. Las conferencias de Lambeth, una reunión mundial de todos los
obispos de la comunión anglicana que se ha reunido en Londres alrededor de cada
diez años desde 1867, exploró las posibilidades de unión con otros.
En
1888 aprobó cuatro asuntos que consideraba mínimos para la unión, como sigue:
el Antiguo y el Nuevo Testamentos como regla y norma de fe; el Credo de los
Apóstoles y el Credo Niceno como las declaraciones doctrinales de fe; la
observancia de los dos sacramentos del bautismo y la cena del Señor; y el episcopado histórico para preservar la
continúa unidad de la iglesia. La Iglesia Anglicana ha esperado una unión más cercana
con todos los grupos cristianos. Protestantes, la Iglesia Ortodoxa Oriental, y
hasta con la Iglesia Católica Romana.
Que
los cuatro asuntos aprobados en 1888, conocidos como el cuadrilátero de
Lambeth, eran el puro mínimo es evidente del hecho de que cuando los grupos
locales intentaron establecer la unión en África del Sur en 1913, en Canadá en 1925,
y en el sur de India en 1947, la Iglesia de Inglaterra se mantuvo aparte porque
no se aseguraba la adecuada ordenación episcopal.
La
Iglesia de Inglaterra fue grandemente herida por las dos guerras mundiales que
ocurrieron en la primera mitad del siglo XX, acompañadas como estuvieron de un
período de secularismo y depresión económica.
Hubo
una marcada disminución en la vitalidad y la influencia, el número de
candidatos para el ministerio declinó radicalmente, la asistencia a los templos
y el interés religioso se
redujeron radicalmente por las actividades de guerra y por el cansancio, y hubo una continuación de la literatura escéptica
y el pensamiento secular.
En
alguna medida esta declinación, junto con los agotados recursos de la nación y
la desaprobación parlamentaria del libro de oración revisado en 1927 y 1928
trajo demandas, tanto de dentro como de fuera de la Iglesia de Inglaterra, para
que la iglesia fuera separada del estado. Los de dentro pensaban que las vastas
subvenciones de la iglesia, acumuladas por más de cuatro siglos, probablemente
podrían proveer para las necesidades financieras de una iglesia separada.
Sin
embargo, otros pensaban que la separación pronto sería seguida por el retiro de
la subvención. El partido de la Alta Iglesia, en particular, se oponía a
cualquier plan de separación.
En Gales la Iglesia de Inglaterra se estableció al principio de
este período, aunque una gran mayoría del pueblo eran disidentes. Una serie de avivamientos,
particularmente entre el grupo disidente pero también recibida por las iglesias
establecidas de Gales, contribuyó a disipar la situación de letargo y
desinterés al principio del período. La unión de la Iglesia Anglicana con el
estado terminó en Gales en 1920.
Hasta 1949 toda Irlanda era parte de Inglaterra. El Parlamento de
Irlanda se deshizo en 1800, y los representantes recibieron asientos en el
cuerpo inglés. La Iglesia de Inglaterra fue establecida como la iglesia del
estado en Irlanda por una pequeña minoría, a pesar de las protestas de una gran
mayoría católica romana y una vigorosa minoría presbiteriana en el condado de
Ulster. Sin embargo el Acta de Emancipación Católica Romana de 1829 quitó
muchas prohibiciones de la mayoría, y en 1868 la Iglesia Anglicana de Irlanda
fue separada del estado.
Australia fue colonizada por vez primera cuando Gran Bretaña hizo
de ella una colonia penal en 1787. El nombre sobresaliente en los años formativos
fue el de Samuel Marsden, capellán de la Iglesia de Inglaterra desde 1793 hasta
su muerte en 1838. Por sus esfuerzos el cristianismo avanzó no sólo en
Australia sino en Nueva Zelandia y las otras islas del pacífico también. La
gran inmigración británica empezó en los primeros veinticinco años del siglo X1X,
formada en su mayoría de adherentes de la Iglesia de Inglaterra, aunque el
resto estaba formado por católicos irlandeses, presbiterianos
escoceses-irlandeses, y metodistas ingleses.
La colonización de Nueva Zelandia se inició diez años después de
la de Australia. También aquí Samuel Marsden tomó la dirección al convocar un
activo programa misionero. La inmigración inglesa ocurrió por 1840 y era
principalmente anglicana.
La historia del Canadá, predominantemente francés hasta 1763,
después inglés, se refleja en su cristianismo. Esa historia se esbozará
brevemente en el capítulo del cristianismo americano.
La India y otras colonias de Inglaterra durante este período
fueron las recipientes de mucho trabajo de muchas sociedades misioneras de Bretaña.
LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA EN INGLATERRA.
Al principio de este período había varias prohibiciones contra los
católicos romanos en Inglaterra. Estaban desorganizados en gran manera y no
eran numerosos. En 1829, sin embargo, el Acta de Emancipación Católica Romana
quitó muchas de las prohibiciones civiles. En 1850 el papa restauró la
jerarquía en Inglaterra con el nombramiento de un arzobispo de Westminster.
Esto creó gran furor entre los que temían el movimiento católico romano.
El fracaso de la cosecha de patatas en Irlanda poco antes de la
mitad del siglo XIX hizo que muchos campesinos católicos romanos de Irlanda emigraran
a Inglaterra, y engrosaran el número de ese grupo allí. Algunos se unieron a la
Iglesia Romana del movimiento Tratadista, mientras que otros emigraron del
Continente. Como resultado, las instituciones familiares del romanismo pronto
aparecieron por toda Inglaterra, Escocia y Gales: iglesias, escuelas, y órdenes
monásticas para hombres y mujeres.
La gran emigración irlandesa católica romana proporcionó un
creciente número de los de esa fe en Inglaterra durante la primera mitad del
siglo XX, aumentando la población católica romana hasta alrededor de dos y medio
millones. Este grupo ha crecido más rápidamente y soportado la pérdida de
vitalidad mejor que cualquier otra denominación inglesa. La nueva nación de
Erín (Irlanda), arrancada del resto de Irlanda para convertirse en república en
1949, es predominantemente católica.
EL CALVINISMO INGLÉS.
El presbiterianismo, tan activo en Inglaterra durante el período
de Cromwell y poco después, desapareció prácticamente después de la restauración;
algunos cayeron en el unitarismo y otros se unieron al movimiento
congregacional. El siguiente siglo los únicos presbiterianos de Inglaterra eran
las pequeñas congregaciones de presbiterianos escoceses que mantenían lazos con
su patria. Estas crecieron lentamente durante el siglo XIX y en 1876
organizaron la Iglesia Presbiteriana de Inglaterra. En los primeros veinticinco
años del siglo XX este grupo sumaba casi 85,000.
Los presbiterianos irlandeses se establecieron en el norte de
Irlanda en los primeros años del siglo XVII. Cuando los protestantes Guillermo y María llegaron al trono inglés en
1688, mejoró la mala condición de la minoría presbiteriana de Irlanda. Por
1691, mediante subsidios provistos por el gobierno inglés, grandes cantidades
se establecieron en el condado de Ulster. Los inmigrantes de esos
presbiterianos escoceses-irlandeses tuvieron una parte muy importante en el
surgimiento del presbiterianismo americano.
En los primeros años de este período los presbiterianos irlandeses
estuvieron luchando con los conceptos unitarios corrientes en Inglaterra
en ese tiempo, y finalmente triunfaron. En 1860 se formó la Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana en
Inglaterra. La separación de la Iglesia
Anglicana del estado en 1868 dio impulso a los presbiterianos de Irlanda, junto con el reciente avivamiento
espiritual de ese tiempo. Las misiones y la
educación avanzaron, y al principiar el siglo XX sumaban más de cíen mil, aunque sufrieron dos guerras mundiales y el escepticismo. En el siglo XX se han hecho esfuerzos
por unir a los presbiterianos ingleses con los
congregacionalistas ingleses.
El
presbiterianismo fue la iglesia establecida en Escocia al principio del período.
Los presbiterianos escoceses no fueron muy influidos por el avivamiento
evangélico del siglo XVIII, tal vez como reacción contra las doctrinas
arminianas de Wesley. Sin embargo, sí ocurrió un genuino avivamiento espiritual
en los primeros años del siglo XIX, iniciado por los hermanos Haldane. Esta
nueva vida espiritual agitó un antiguo problema, el asunto del control secular,
como se vio en el patrocinio de los laicos.
¿Tienen
los patrones nobles y ricos de una comunidad el derecho de nombrar el ministro
de la iglesia local? Escoceses valientes se opusieron a esto dos veces,
produciendo cisma en 1733 y 1760.
El
movimiento del siglo XIX fue dirigido por Tomás Chalmers (1780-1847). La
Asamblea General de la Iglesia de Escocia tomó la parte de las iglesias,
declarando en 1834 que no se obligaría a una congregación, aceptar un pastor,
contra el deseo general.
En
1842 el asunto llegó a la Casa de los Lores, en Inglaterra, que decidió que una
iglesia debía aceptar un ministro nombrado por un patrón, le gustara o no. El
año siguiente, en un acto dramático y de sacrificio, cerca de la mitad de los
presbiterianos de Escocia dejaron los salarios y los edificios de la Iglesia de
Escocia en protesta contra el patrocinio de los laicos y formaron la Iglesia
Libre de Escocia. La mayoría de estos grupos separados por el patrocinio de los
laicos se reunieron por 1900 bajo el nombre de la Iglesia Libre Unida de Escocia,
y en 1929 este cuerpo se unió
con la iglesia establecida otra vez, habiendo sido eliminado el principio del
patrocinio de los laicos.
El
presbiterianismo fue llevado a Australia y Nueva Zelandia con la ola de emigración
de 1820. Aunque menores en número que los anglicanos y los católicos romanos,
tienen considerable influencia. La historia de Canadá se relatará en conexión
con el cristianismo americano.
El
congregacionalismo inglés de este período estaba íntimamente relacionado al
presbiterianismo, y recibía a muchos de sus miembros e influía en el
pensamiento de los que no hacían el cambio. El movimiento congregacional fue grandemente bendecido por el avivamiento
wesleyano del siglo XVIII, y también por el
movimiento misionero moderno y por el breve
avivamiento después de las guerras napoleónicas. Una evidencia de la aumentada vitalidad de los primeros años del siglo XIX,
además del crecimiento en grupo de electores e
iglesias, fue el desarrollo de un vigoroso
compañerismo intereclesiástico.
Primero surgieron las uniones
de condado, inspiradas principalmente por el desafío
de las misiones domésticas. En 1832 se formó
la Unión Congregacional de Inglaterra y Gales.
En el presente siglo, el congregacionalismo inglés, galés, y escocés, contando tal vez con medio millón en 1928, llevó a
cabo un vigoroso programa de educación y otras
benevolencias, aunque dos guerras y la
depresión les han costado caras.
METODISTAS INGLESES.
El metodismo inglés creció más rápidamente que cualquier otro de
los grupos disidentes durante este período, al mismo tiempo que tenía considerables
dificultades por el gran número de cismas. Después de la muerte de Juan Wesley
en 1791, el metodismo se separó rápidamente de la Iglesia Anglicana. La rígida
organización eclesiástica y la disciplina del metodismo inglés alzaron un
número de protestas.
Los grandes dirigentes después de Wesley fueron Tomás Coke
(1727-1814), Jabez Bunting (1779-1858), y
el contemporáneo Juan Scott Lidgett. El movimiento, por supuesto, tuvo
una divergencia original, y un grupo se volvió calvinista y el otro arminiano.
El último resultó ser el grupo dominante. En este grupo surgieron cismas, en
1797 por la representación de laicos (los metodistas de la Nueva Conexión), en
1810 por los métodos de las reuniones de agrupaciones (metodistas de la
Conexión Primitiva), en 1815 por el evangelismo celoso (cristianos bíblicos), y
en 1828 por la música (metodistas wesleyanos protestantes).
Para 1907, sin embargo, la organización de la Iglesia Metodista
Unida unió a varios de estos grupos, y en 1932 la mayoría de los metodistas
ingleses, que sumaban más de un millón, se unieron en un cuerpo. Los metodistas
de Nueva Zelandia, en la tercera década de este siglo, sumaban cerca de 30,000,
y en Australia alrededor de 166,000. Los metodistas ingleses también recibieron
severos golpes de las dos guerras y la consiguiente declinación espiritual.
BAUTISTAS INGLESES.
Este período final en la historia de la iglesia está caracterizado
en parte por los bautistas ingleses al empezar el moderno movimiento misionero.
El avivamiento wesleyano trajo nueva vida a los bautistas ingleses. Los bautistas
generales se beneficiaron grandemente con el trabajo de Dan Taylor, fundador de
la Nueva Conexión de Bautistas Generales. Los bautistas particulares fueron
inspirados a iniciar el moderno movimiento misionero. Guillermo Carey, un jornalero
zapatero remendón, se hizo bautista en 1783.
Aunque carecía de una educación escolar adecuada, pudo superarse
por la propia iniciativa, llegando a dominar el hebreo, griego, latín y
holandés en sus horas libres. Con la ayuda de Andrés Fuller, Juan Sutcliffe,
Samuel Pearce, y Juan Ryland, hijo, Carey organizó una sociedad bautista
misionera en Londres en 1792. El siguiente año Carey fue a la India como
misionero, y con sus compañeros tradujo la Biblia a diecisiete idiomas y
publicó tratados en veinte lenguajes, en diecinueve años. Además, más de
setecientos convertidos fueron bautizados y una docena de nativos se entregaron para el ministerio cristiano.
La obra bautista, tanto en la patria como en el extranjero, creció
rápidamente bajo la inspiración de este ejemplo. Se fundaron escuelas, y se
iniciaron varias reformas sociales en cooperación con otros cristianos.
Predicadores como Roberto Hall (1764-1831), Carlos Haddon Spurgeon
(1834-92), Alejandro Maclaren (1825-1910), Juan Clifford (1836-1923), y Juan H.
Shakespeare (1857-1928) dieron nueva respetabilidad a la causa bautista. En
1891 se arregló la división que existía entre bautistas generales y particulares desde el principio de
la vida bautista inglesa, principalmente por la obra de Juan Clifford.
En 1953 había 202, 361 bautistas en Inglaterra propiamente dicho,
alrededor de 100,000 en Gales, 20,000 en Escocia, y 5,000 en Irlanda. El
escepticismo y dos guerras han matado sus miles entre los bautistas ingleses en
el siglo XX.
En los dominios, con la posible excepción de Canadá, la obra
bautista ha sido alimentada principalmente desde Inglaterra. Los bautistas australianos
suman más de 30,000, los bautistas de Nueva Zelandia suman alrededor de 11,000,
mientras que los bautistas canadienses ascienden casi a 150,000.
OTROS
GRUPOS
Hay en Inglaterra otros muchos grupos pequeños que no pueden ser discutidos,
aunque algunos de ellos han hecho contribuciones vitales y perdurables por sus
conceptos distintivos.
COMPENDIO FINAL
En los primeros años de este período los bautistas ingleses
iniciaron lo que ha sido llamado el movimiento misionero moderno. Durante el
siglo XIX, prácticamente todas las denominaciones de Inglaterra realizaron programas
misioneros foráneos en casi todas partes del mundo. El escepticismo y el
secularismo, sin embargo, se han acrecentado grandemente en Inglaterra en los
últimos dos siglos, y el cuadro
general es de decadencia religiosa y vitalidad atenuada.
Durante el último siglo el movimiento ecuménico ha ganado favor en
una gran mayoría de denominaciones inglesas. La Iglesia de Inglaterra ha
definido los cuatro puntos mínimos para la unión eclesiástica, y es evidente por el desarrollo en
varias partes del mundo que cada uno de esos puntos se considera significativo.
Las iglesias y la fe cristiana en Inglaterra, junto con el resto
de la nación, han sufrido grandemente por las dos guerras mundiales en que
Inglaterra ha sido un contendiente principal.
EL CRISTIANISMO EN NORTE AMERICA
El cristianismo en los Estados Unidos durante el período moderno
ha tenido un crecimiento fenomenal. La gran expansión del país en extensión y
población en parte explica esto. En 1789 el territorio de los Estados Unidos se
reducía al área de lo que ahora es el este de Mississippi y el norte de Florida
(que incluía una franja de tierra a lo largo de la costa del Golfo hasta el
Mississippi).
El resto fue adquirido por medio de compra, o tratados de anexión:
en 1803 la vasta área del oeste del Mississippi conocida como Luisiana; Florida
en 1819; Texas en 1847; el área de Oregon Washington en 1848; California,
Arizona y Nuevo México por la cesión mexicana de 1848; Alaska en 1867; y en 1898 las áreas territoriales de
las Islas Filipinas, Guam, Puerto Rico, Islas Hawái, Islas Samoa, y las Islas Wake. La población
americana en 1790 era de alrededor de cuatro millones, en 1880 cerca de
cincuenta millones, por 1915 se acercaba a los cien millones, y por 1957
alcanzó casi ciento setenta millones.
Durante este tiempo la agricultura y el comercio constituían la
principal ocupación de la nación, tomando luego el primer puesto la industria.
Grandes ciudades y una sociedad altamente industrializada han
alterado el carácter de la vida diaria. El increíble avance en la tecnología y
en la producción masiva ha traído riqueza con sus consiguientes problemas sociales
y económicos. La organización del trabajo y la amplia vigilancia gubernamental
han contribuido a equilibrar las fuerzas entre el gigante industrial y la masa
obrera. Las impresionantes contribuciones de los Estados Unidos a las dos
Guerras Mundiales han llevado a la nación a un lugar de prominencia mundial.
Durante estos años el ambiente en América ha sido peculiarmente a propósito
para el desarrollo religioso de la gente. Un número de factores importantes
caracterizan la historia de este país desde 1789 hasta el presente: Están
enumerados aproximadamente en el orden cronológico en que ocurrieron.
FACTORES
EN LA HISTORIA RELIGIOSA DE AMÉRICA
RELACIÓN
DE LA IGLESIA Y EL ESTADO EN LOS ESTADOS UNIDOS.
Algunos han opinado que la contribución más grande de los Estados Unidos
emanada del poder gubernamental, ha sido la completa separación de
la iglesia y el estado. Debe recordarse que a través de los siglos la Iglesia Católica Romana mantuvo el poder y modeló
su sistema con la ayuda de las potencias
seculares. Fue únicamente por la ayuda del estado que
Roma pudo dar vigor a su uniformidad, reprimir la herejía, y extender su sistema.
El
luteranismo, el calvinismo, el zwinglianismo, y el anglicanismo
no se oponían a recibir ayuda del estado. En América parecía
que tal vez el gobierno se encontraría en el mismo dilema de unión religiosa. Nueva Hampshire, Massachusetts, y
Connecticut habían establecido el
congregacionalismo por ley en el tiempo de la Revolución Americana, mientras que Maryland y Virginia habían
establecido la Iglesia de Inglaterra.
La
norma nacional en cuanto a la religión, sin embargo, no siguió a ninguno de
estos estados, sino el sistema de Rhode Island, separación de la iglesia y el
estado, muy menospreciado cuando se estableció, pero con un continuo aumento de
adherentes. Entre otras cosas, la Revolución Americana socavó el
establecimiento de la Iglesia Anglicana sobre bases patrióticas, porque en ese
entonces no se sabía que los seguidores americanos del sistema instituirían un
cuerpo episcopal nacional e independiente.
Además,
en la misma área donde este establecimiento estaba entrañando, la fuerza de la
disensión era considerable, especialmente entre los bautistas, los
presbiterianos y los metodistas. La naturaleza democrática del Gran Avivamiento
había impresionado profundamente a la población, y estos avivamientos todavía
estaban sucediendo en Virginia y en los estados vecinos. El Nuevo Mundo había sido
buscado como un refugio de la persecución religiosa, y el espíritu democrático
de la colonización y los avivamientos religiosos resistieron un establecimiento
nacional.
Además,
al mismo tiempo las clases educadas estaban bebiendo profundamente de las copas
de la filosofía y el liberalismo político de Francia. La democracia y la
libertad eran grandes palabras. La dignidad del hombre común demandaba respeto
y reconocimientos. La indudable corrupción y malignidad de la religión católica
romana en Francia, que se había ligado al estado y estaba minando lentamente su
vida, les dio razones adicionales para no tener unión religiosa entre iglesia y
estado a los intelectuales americanos escépticos que estaban en lugares
políticos claves.
La
misma Revolución de 1776 estaba a la vanguardia de la libertad religiosa. El
derrocamiento de la monarquía y el surgimiento de la democracia fue el triunfo
de la teología de los disidentes, que en los avivamientos
de la pasada generación habían visto el Espíritu de Dios moverse libremente entre toda la gente.
La victoria de la libertad religiosa empezó en Virginia. Aquí, en
medio de estrictas prohibiciones impuestas por la establecida Iglesia de
Inglaterra, los bautistas, fuertemente ayudados por los presbiterianos y los metodistas,
empezaron un activo programa para quitar la unión de la iglesia y el estado.
Esto se cumplió en 1787 por la ayuda política de Jaime Madison.
Además, la nueva constitución fue aprobada por virginianos, con el
entendimiento de que se añadiría inmediatamente un acta de derechos garantizando
la libertad religiosa. Esta promesa se cumplió, y el primero de los derechos protegió a la recién nacida nación
de los males de una iglesia establecida. Era de cajón que los estados
reflejaran este mismo espíritu al eliminar la unión de iglesia y estado.
Los últimos de estos, Nueva Hampshire, Connecticut, y
Massachusetts, eliminaron el apoyo al congregacionalismo en 1817, 1818, y 1833,
respectivamente, principalmente por los esfuerzos de Juan Leland, un bautista.
Hasta el presente día todavía hay problemas entrañados en la separación de la iglesia
y el estado, pero la misma
estabilidad continua de la nación está envuelta en la preservación de este
principio.
ESCEPTICISMO E INFIDELIDAD PRIMITIVOS.
Durante la Revolución Americana e inmediatamente después, la
mayoría de las colonias experimentaron una oleada de infidelidad. Una parte de
la razón fue la amargura y el cinismo que siempre trae la guerra. La Guerra Francesa
e India (1756-63) y la Guerra de Revolución (1775-83) habían traído sufrimiento
general y declinación moral. El íntimo contacto con las corrientes
intelectuales antes de la Guerra de Revolución y con Francia durante la guerra
trajo considerables cantidades de su escepticismo e infidelidad a las playas
americanas. Los escritos anticristianos de Voltaire (1694-1778) en Francia y de
Tomás Paine (1737-1809) en América, fueron ampliamente leídos y aceptados.
Al fin de la revolución se había estimado que menos del diez por
ciento de la población americana era cristiano decidido. Las diversas escuelas “cristianas”
estaban llenas de incrédulos y ateos. Sólo dos del cuerpo estudiantil de
Princeton profesaban ser cristianos en 1782, y las otras escuelas eran igual de
malas. Cundieron las sociedades racionalistas y ateas. Esto no era tan
completamente cierto en el bajo sur, donde los avivamientos de la religión
habían continuado desde los días del Gran Despertar (1739).
El segundo Gran Despertar en los primeros días del siglo XIX
volvieron a América otra vez a la fe. Los cristianos empezaron a multiplicarse
mucho más rápidamente que la población. Mientras que sólo alrededor de 275.000
de 3.929.214 eran cristianos en 1790, más de 83.000.000 profesaron ser
cristianos de una población de más de 165.000.000 en 1956.
EL SEGUNDO GRAN DESPERTAR.
En Nueva Inglaterra, probablemente el área de mayor necesidad espiritual,
ocurrió un segundo Gran Despertar en los primeros años del siglo XIX. Fue muy
diferente del primer Despertar de medio siglo antes.
Hubo menos excitación emocional y menos controversia inmediata
sobre los métodos de avivamiento. Los dirigentes sobresalientes particulares fueron
pocos, y el poder del avivamiento fue canalizado hacia propósitos de
benevolencia. Por causa de ello, prácticamente todas las denominaciones fueron
despertadas a la importancia de extender el evangelio, tanto en la patria como
más allá. Se hicieron esfuerzos crecientes por cristianizar a los indios, y se
hicieron planes por enviar el evangelio a las lejanas fronteras del oeste.
Los congregacionalistas organizaron la Junta Americana de
Comisionados en 1810 para hacer obra misionera foránea. Los bautistas
establecieron la Convención Misionera General de la denominación Bautista de
los Estados Unidos de América para Misiones Foráneas en 1814.
La Sociedad Bíblica Americana se formó en 1816 sobre una base interdenominacional,
como también lo fueron la Unión Americana de Escuelas Dominicales en 1824 y la
Sociedad Americana de Misiones Domésticas en 1826. Los bautistas formaron su
Sociedad de Tratados en 1824, un año antes de la Sociedad Americana de Tratados
interdenominacional.
Los bautistas también formaron su Sociedad de Misiones Domésticas
en 1832. La inspiración para la fundación de estas diversas sociedades de
benevolencia indudablemente se extendió principalmente por el avivamiento
espiritual a fines del siglo. También es cierto que el creciente sentimiento,
tanto en el norte como en el sur, en favor de la abolición de la esclavitud fue
acelerado por estos avivamientos, especialmente los de Carlos C. Finney.
Mientras tanto, un avivamiento de diferente clase se estaba experimentando
al oeste de los montes Alleghanys por el mismo tiempo.
Todas las denominaciones parecen haberse incluido en él, aunque el
movimiento inicial se desarrolló bajo la dirección del presbiteriano Jaime McGready
de Kentucky. En este avivamiento las reuniones en campamentos se hicieron
populares. Los pobladores viajaban por millas a la redonda para hacer un
campamento en una área central. Los ministros de diferentes denominaciones
predicaban al mismo tiempo en varias partes de los terrenos del campamento a
multitudes tan grandes como sus voces podían alcanzar.
En estas reuniones era evidente la gran excitación emocional y
física. Los gritos y el llanto alternaban con los ladridos, los temblores, las
carreras, el andar a gatas, y en algunos casos, la apariencia de completa
pérdida de la conciencia. Como resultado directo de este avivamiento, los
presbiterianos se rehusaron a apoyar la acción de uno de sus presbíteros al
ordenar nuevos hombres para la obra evangelística sin los prerrequisitos
apropiados, y ocurrió un cisma, del que surgió la Iglesia Presbiteriana de
Cumberland.
En general, el avivamiento añadió grandes cantidades a las
iglesias de Kentucky y Tennessee,
y prácticamente todas las fronteras de las denominaciones se beneficiaron con
la renovación del interés espiritual.
CORRIENTE DE EMIGRANTES.
Uno de los factores importantes en la historia religiosa de los
Estados Unidos fue la gigantesca marea de inmigración que fluyó al país.
Produjo repercusiones en muchas direcciones. Las características religiosas de
los inmigrantes dieron colorido al cristianismo americano; la posesión de estos
inmigrantes constituyó un gran desafío para las denominaciones religiosas a las
que pertenecían; grandes comunidades de una sola nación influyeron grandemente
a otras en el área inmediata; el gran aumento de las denominaciones en América
a las que los inmigrantes pertenecían les trajo no sólo problemas inmediatos
sino también un rápido aumento de poder y prestigio; y cuando las grandes
cantidades de inmigrantes llegaron y se asentaron cerca de la costa, los
colonos de las comunidades a lo largo de la costa se persuadieron a mudarse al
oeste, donde había más espacio.
El número de inmigrantes se aceleró por muchos factores. La
migración al oeste después de la compra de Luisiana en 1803 y el retorno de la
paz en 1815, produjeron una demanda inmediata de trabajadores a lo largo de la costa,
especialmente para el amplio programa de construir vías férreas, canales, y
caminos. La inquietud, el hambre, y la crisis económica en varios países,
sirvieron para llevar a muchos a las playas americanas.
La Revolución Americana y la guerra de 1812 desanimaron la
inmigración en las primeras décadas del siglo XIX. Por 1820, sin embargo, los inmigrantes
empezaron a llegar a razón de más de 9,000 por año; entre 1825 y 1835 el
promedio llegó a 35,000 al año; en los siguientes diez años el promedio fue de
70,000 al año; mientras que entre 1845 y 1885 casi 12.000.000 inmigrantes llegaron
al país, aproximadamente 25,000 al mes por cuarenta años.
En la primera mitad del siglo el número más grande de inmigrantes
vino de Irlanda, donde el fracaso de la cosecha de patatas en los años de 1840 produjo
hambre virtual a millones. Se ha estimado que cerca de dos millones de los
irlandeses emigraron a América, prácticamente todos ellos ávidos católicos
romanos. No tantos alemanes hicieron el viaje, mientras que un número más
pequeño vino de prácticamente todos los países del sur de Europa, también
fuertemente católico. Esta avalancha de inmigrantes influyó grandemente en la
historia de las diversas denominaciones de América.
LA EXPANSIÓN AL OESTE Y LA GUERRA.
La “frontera” americana (la frontera americana debe interpretarse
en el contexto histórico de la nación como los confines que estaban en proceso de
ser ganados por el hombre a la naturaleza), resultado de un gran nuevo continente
de tierra virgen colonizado lentamente, tuvo un lugar increíblemente
significativo en la vida religiosa de la nación. Modeló la economía hasta
hacerla de abundancia en vez de escasez en la propiedad de la tierra.
El espacio de tierra de Europa había sido agotado o vaciado antes
de tiempo por siglos, y la tierra significaba estabilidad y riqueza. En un país
virgen la presencia de un confín, en constante expansión daba a cada hombre un
sentimiento de independencia financiera y de dignidad.
Proveía una sociedad fluente, porque una persona podía moverse
hasta el confín por cualquier razón o sin razón. Estimulaba nueva emigración al
atraer la fuerza humana, particularmente de los obreros marginales o trabajadores
no especializados, con las oportunidades del país virgen.
Alentaba el espíritu democrático tanto como cada hombre podía
soportar en su propio valer en las ásperas y rigurosas áreas de la vida
colonial.
Alentaba a esas denominaciones de cristianos que exaltaban la
democracia en la vida eclesiástica: los bautistas, metodistas, y otros cuerpos
similares.
La ruda, y muchas veces inmoral, vida “fronteriza”, desafiaba a las
denominaciones de las antiguas comunidades del este a enviar misioneros a las
colonias a alentar a los cristianos a ganar a los perdidos. El avivamiento del
tipo que se reunía en campamentos se desarrolló para la predicación del
evangelio a grandes números.
Otro aspecto de la importancia de la colonización y del oeste
concierne al efecto político de los nuevos estados. La avalancha de emigración
al oeste que produjo una constante proyección de la línea fronteriza trajo como
resultado el establecimiento de nuevos estados. Uno de los problemas abrumadores
de la nueva nación tenía que ver con la esclavitud de los negros, introducida
en 1619 a la colonia de Virginia, impuesta sobre ellos por Inglaterra pese a
sus protestas, extendida por el sur por la importación y financiamiento del
norte, y gradualmente abrazada por el sur por la asoladora elección de un
sistema de una sola cosecha.
Un determinismo geográfico y climático limitó la esclavitud negra
casi totalmente al sur, en un sistema feudal y anacrónico. Sin duda la
institución se hubiera derrumbado por su propio peso, porque económicamente era
errónea tanto como moralmente mala. El asunto se volvió político puesto que
esos estados denominados como “estados esclavos” usualmente formaban una coalición
unida.
Si los estados más antiguos hubieran quedado como miembros
absolutos de la unión nacional, la cuestión de los esclavos no se hubiera
vuelto políticamente explosiva, pero el asunto de los derechos estatales y los
celos seccionales, combinados con las diferencias en la interpretación del
significado de la constitución, se encendieron en un conflicto por la extensión
de la esclavitud.
Muchas de las denominaciones se dividieron por el asunto de la esclavitud.
La guerra sobrevino en 1861 y produjo dolor y pérdida a todas partes de la
nación. El norte ganó en 1865 y aseguró políticamente la unidad de la nación y
anunció la emancipación de la esclavitud americana de los negros. Las tropas
estuvieron estacionadas por todo el sur hasta 1878, contribuyendo a la amargura
engendrada por la guerra. Los cismas causados por este asunto en algunas
denominaciones no han sanado hasta el presente.
NUEVAS DENOMINACIONES.
No es posible, por supuesto, esbozar toda la historia del
cristianismo americano en un breve compendio de esta clase. La ola de libertad
de elección en el área de la religión y produjo una rica y libre variación a
las denominaciones de América. Varias de las más importantes se mencionan aquí.
Tomás Campbell y su
hijo Alejandro eran parte de un extenso movimiento que deseaba restaurar el
primitivo cristianismo eliminando todos los credos y organizaciones
denominacionales. Indudablemente los dos recibieron fuertes impresiones en este
sentido por sus contactos con el cristianismo escocés, y especialmente con
Greville Ewing, Juan Glas, y Roberto Sandeman.
Prácticamente cada doctrina distintiva del movimiento
estaba modelada por las prácticas escocesas. En América los dos Campbell dejaron las filas presbiterianas y en
1812 se unieron al compañerismo bautista. Por
1830 Alejandro Campbell y su grupo dejaron a
los bautistas, difiriendo de ellos en varios particulares, y tomaron el nombre de “Discípulos de Cristo”. Campbell enseñaba
que el bautismo completa la salvación,
observaba la Cena cada semana, y miraba con disgusto
cualquier distinción entre ministros y feligreses, como se ve en títulos tales como “clero” y “laicos”. Walter Scott
de Ohio y Barton W.
Stone
de Kentucky se unieron con Campbell en su movimiento de “restauración” y
contribuyeron grandemente a su crecimiento. En lugar de eliminar los
movimientos denominacionales, Campbell empezó uno nuevo, que lentamente
desarrolló las características de otras denominaciones. Su feligresía total en
1956 era de 1.897.736 en 1951 iglesias. El movimiento conservador de las
Iglesias de Cristo tuvo su origen también en Campbell. En 1956 la feligresía
indicaba 1.600.000 en 16.500 iglesias.
La
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días fue fundada en 1830 por
José Smith, que informó haber visto visiones celestiales y recibido el Libro de Mormón en planchas de oro.
La emigración al oeste en 1847 y la fundación de la ciudad de Salt Lake es un
dramático episodio de la historia americana. La parte del movimiento que se
estableció en Independence, Missouri, tomó el nombre de Iglesia Reorganizada de
los Santos de los Últimos Días y ahora cuenta con 137,856 miembros en 808 iglesias.
La
sección de Utah, se ha extendido y es muy activa en la propagación de sus
creencias. Por causa de su creencia en la continuación de los dones proféticos
mediante su presidente y en la naturaleza sagrada del Libro de Mormón, algunos han puesto en tela de juicio que el mormonismo
deba ser considerado como parte del movimiento cristiano.
Ahora
ellos informan de 1.230.021 comulgantes en 2.624 iglesias. Los alemanes que se
establecieron en Pennsylvania y áreas adyacentes fueron influidos por fuertes
personalidades para formar nuevos grupos denominacionales que combinaran las
más antiguas tradiciones. Felipe Guillermo Otterbein (1726-1813) y Martín Boehm
(1725-1812), el uno ministro reformado y el otro un menonita, se unieron para
tener reuniones evangelísticas entre los alemanes de Pennsylvania y estados
vecinos durante los días de la Guerra de Revolución.
En
1800 formaron los Hermanos Unidos en Cristo. Este grupo se unió en 1946 con la
Iglesia Evangélica (organizada por Jacobo Albright sobre principios metodistas en 1816), y el cuerpo combinado se llamó Iglesia Evangélica
de los hermanos Unidos. Ahora informa 737,489
miembros en 4,370 iglesias.
En 1831 Guillermo Miller (1782-1849), mediante una cuidadosa consideración
de los números simbólicos del libro de Daniel, concluyó que Cristo regresaría
dentro de los siguientes pocos años y reunió un grupo conocido como los
adventistas. Pese al fracaso de su profecía principal, la denominación todavía
persevera, y cuenta ahora con
277.162 constituyentes en 2.858 iglesias.
Un tipo de especulación apocalíptica deformada de Carlos Russell
en el siglo XIX resultó en la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia.
Ahora dice tener 187,120 miembros en 3,484 iglesias. María Baker Eddy puso en
marcha una especie de gnosticismo moderno y fundó la Iglesia de Cristo
Científica (Ciencia Cristiana) en 1879, en Boston, y sus seguidores ahora operan
3,100 ramas de la iglesia madre.
Las iglesias nacionales de Oriente, que rompieron la comunión con
Roma en 1054 fueron lentas en desarrollarse en los Estados Unidos, pero debido a
la inmigración y nacimientos el
número ha crecido firmemente. Los varios grupos nacionales formaron sus propias
iglesias, tales como la Griega Ortodoxa, la Romana Ortodoxa, la Servia
Ortodoxa, y otras. Ellas tienen tal vez un millón de constituyentes en América
en el presente.
Hay en Estados Unidos otros grupos cristianos más pequeños, aunque
importantes, pero no pueden discutirse en una obra como esta.
Además, el cristianismo americano se ha caracterizado por muchos movimientos
benevolentes y semi-cristianos, tales como la Asociación Cristiana de Jóvenes,
organizada primeramente en 1844 en Londres, y la Asociación Cristiana de
Señoritas, también organizada en Londres en 1855. El Ejército de Salvación
inglés, fundado por el metodista Guillermo Booth en 1878, se ha extendido
ampliamente en los Estados Unidos, y ahora cuenta con 249,641 adherentes en
1,323 iglesias.
RESURGIMIENTO DEL RACIONALISMO.
Los antiguos sistemas europeos de racionalismo, ilustrados por la filosofía
de hombres como Cristian Wolff en el siglo XVII, fueron condenados por hombres
como Emanuel Kant, Schleiermacher, Ritschl, y otros, que mostraron que el
hombre no es simplemente una criatura pensante sino también una persona moral,
con sentimientos y con voluntad. La última mitad del siglo XIX, sin embargo,
trajo un racionalismo de una nueva clase.
La ciencia física se sumó a la filosofía, la sociología y la
psicología para elevar dudas respecto a la existencia de Dios o para oponerse
firmemente a la idea de una revelación especial que incluye el
sobrenaturalismo. El mundo material se volvió muy real. Cada filosofía empezó a
clasificar los valores en términos de si podían obrar con éxito en un mundo
cotidiano. Los asuntos religiosos y espirituales fueron considerados en
términos humanitarios y canalizados hacia la superación social. En este medio
ambiente es posible señalar varias actitudes en relación al cristianismo
tradicional.
Estas son:
(1) Un partido definitivamente
no teísta o agnóstico. A pesar de los fenomenales adelantos del cristianismo en
América desde la Revolución, un fuerte núcleo de escepticismo e incredulidad
nunca fue alcanzado. Niega la existencia de Dios y se mofa de cualquier idea de
revelación.
(2) Un partido teísta, pero indistintivamente cristiano. Este grupo
está en la sucesión del deísmo inglés, que afirma que hay Dios pero que no
tiene revelación especial. De esta manera, el hinduismo es revelación tan
válida como el cristianismo; cada profeta en cualquier religión ha sido
inspirado y añade algo a la
revelación total de Dios.
(3) El partido cristiano no sobre naturalista. Este grupo pretende
seguir la tradición cristiana pero niega muchas de las creencias antiguas. La revelación
se hace significativa sólo cuando es razonable.
Las Escrituras Cristianas principalmente, son indignas de
confianza y deben ser escudriñadas muy cuidadosamente por la razón humana para
encontrar la verdad y la significación. Lo que no es razonable en el marco
humano de referencia es descartado. Una expiación vicaria es imposible porque
Cristo era simplemente un buen hombre.
La inmediata confrontación de Dios puede ser sentida por el
espíritu humano y constituye la única autoridad religiosa válida. Para este
grupo el principal valor de la religión reside en ampliar los canales
humanitarios. Tal vez el principal exponente de este partido en América ha sido
Harry Emerson Fosdick (1878-1969).
(4) Un partido americano neo-ortodoxo. Este grupo, que difiere en algunos
aspectos del pensamiento de Karl Barth pero que está de acuerdo con él en el
enfoque básico, hace hincapié en la esencial pecaminosidad del hombre. Como
Barth, sus seguidores son muy liberales con respecto a muchas doctrinas de
sobrenaturalismo tradicional pero persisten en la antigua ortodoxia al punto
del pecado del hombre y la soberanía trascendente de Dios. Tal vez la figura
sobresaliente de esta escuela es Reinhold Niebuhr (1892-1971).
(5)El partido de sobrenaturalismo tradicional. Este grupo se esfuerza
por hacer pertinente el mensaje tradicional cristiano en una era científica y materialista,
sosteniendo las creencias básicas de la revelación del Nuevo Testamento y
aceptando el sobrenaturalismo “irrazonable” del cristianismo como se
ejemplifica en la regeneración espiritual del individuo por la obra del
Espíritu divino.
Tal vez debe ser incluido un sexto grupo, comúnmente conocido como
fundamentalismo, que en algunos casos va hasta el otro extremo del racionalismo;
es decir, elimina completamente el elemento racional de la revelación cristiana
y de la religión en general.
LA UNIÓN ECLESIÁSTICA Y EL ECUMENISMO.
En su mayor parte, el cristianismo americano ha ingresado de
corazón en el movimiento hacia la unión eclesiástica y el ecumenismo. Las
razones son muchas, e incluyen: un deseo básico de unidad; la influencia de los
movimientos interdenominacionales ingleses, particularmente en misiones; la unidad
de “denominaciones familiares”, los que creen en las mismas cosas y en la misma tradición y necesitan
la unión para obtener fuerza y crecimiento en la obra; el desafío del campo
misionero foráneo, donde había necesidad de colocar un cristianismo unido ante
un mundo pagano; los vastos movimientos humanitarios, tal como el
abolicionismo, que cruzó las líneas denominacionales; el clamor por eficiencia;
los movimientos seculares hacia la unidad en el mundo, como se ve en las Naciones
Unidas; la necesidad de un frente unido no católico para competir con la unidad
organizacional de la Iglesia Católica Romana; y los efectos de la teología
liberal, que al amortiguar o negar las convicciones cristianas tradicionales
hace que las diferencias denominacionales menores parezcan relativamente
académicas.
Los antecedentes específicos de los modernos movimientos
ecuménicos en América pueden verse en las sociedades interdenominacionales misioneras,
de tratados, y bíblicas, organizadas poco después del fin del siglo XIX. La
rama americana de la Alianza Evangélica Mundial, una organización
interdenominacional para la promoción de la unidad cristiana, se organizó en
1867, y por casi medio siglo
promovió la causa de la unión eclesiástica y el ecumenismo, aunque en el contexto del evangelismo
conservador.
Otras organizaciones importantes que procuraban la reducción o la
eliminación de las líneas denominacionales fueron el Movimiento Voluntario
Estudiantil (1886) y la Federación Mundial de Estudiantes Cristianos (1895).
Las conferencias misioneras interdenominacionales que empezaron en 1854 en
Nueva York, produjeron la Conferencia de Misiones Extranjeras de Norteamérica.
El Concilio Federal de Iglesias de Cristo en América (desde 1950 el Concilio Nacional)
fue organizado en 1908.
La mayoría de las denominaciones más importantes, con excepción de
los bautistas del sur y los luteranos del sínodo de Missouri, han participado
libremente en las conferencias mundiales de Edimburgo (1910), Estocolmo (1925),
Lausana (1927), Jerusalén (1928), Oxford (1937), Edimburgo (1937), Madrás
(1938), Utrecht (1938), Amsterdam (1948), y Evanston (1954).
DOS GUERRAS MUNDIALES.
Los dos conflictos mundiales del siglo XX en que América ha
participado han tenido efectos significativos. El resultado de la primera fue
el resurgimiento de la doctrina liberal y un humanitarismo optimista.
Muchos creyeron que la última guerra era la final y que pronto
vendría el milenio universal de paz y prosperidad total. Difícilmente se dudaba
de la capacidad del hombre para alcanzar esas cosas. La catastrófica depresión financiera
y la asombrosa ascensión al poder de los dictadores europeos prepararon el
escenario para un segundo conflicto mundial. Con él se extendió la evidencia
del interés en las cosas espirituales.
Nadie puede saber si la historia verá esto como el primer
avivamiento religioso de la era atómica, pero las adversidades del camino
pueden considerarse bendiciones si profundizan la fe en Dios y alientan la
dependencia de él.
UN
RESUMEN DE LAS DENOMINACIONES MÁS ANTIGUAS
EPISCOPALISMO.
La revolución política americana representó también una revolución
religiosa también para los miembros de la Iglesia de Inglaterra en América. No
había obispo de esta iglesia en toda América, y el rompimiento político con
Inglaterra dejó su condición incierta. Después de un período de indecisión, se
tuvo una convención general en 1789 con representantes de todas las colonias, y
se formó la Iglesia Protestante Episcopal de los Estados Unidos de América. Se
basó en la doctrina, disciplina y culto antiguamente observados en la Iglesia
de Inglaterra. La ordenación episcopal para los obispos americanos se recibió
de Escocia e Inglaterra entre 1782 y 1790. La Convención General, que
consistía de una Cámara de Obispos y una
Cámara de Clérigos y Delegados Laicos, se constituyó
en el cuerpo gobernante de la iglesia.
Muchos
factores se combinaron para hacer las primeras cuatro décadas las más
desalentadoras de la nueva iglesia. Sus lazos históricos y doctrinales con
Inglaterra (otra vez en guerra con los Estados Unidos en 1812) le produjeron
mala reputación. Su culto de tipo formal no era efectivo en la frontera de
América, de manera que finalmente se limitó a las áreas más pobladas. El golpe
de la separación del estado, junto con la falta de disciplina efectiva y de
caudillaje nacional, le produjeron muchos tipos de problemas. El escepticismo
general y la infidelidad que llenaron las colonias americanas inmediatamente
después de la revolución, también baldaron grandemente esta iglesia.
Esta
laxitud fue superada, sin embargo. Como regla, los miembros de esta iglesia
eran de los grupos educados y económicamente superiores. Los diversos
movimientos de avivamiento que incluían emocionalismo y excitación física no
les interesaban a ellos. Organizaron seminarios y sociedades misioneras en la
segunda y tercera década del
siglo XIX.
Después
de 1835 hubo un aumento de celo por los convertidos, y bajo la dirección de
hombres como Guillermo A. Muhlenberg se inició un buen crecimiento. La
emigración de Inglaterra trajo a muchos. De hecho, la Iglesia Episcopal
Americana ha sido influida grandemente por las tendencias de la Iglesia de
Inglaterra.
Los
partidos de Alta Iglesia, Baja Iglesia, Iglesia Liberal, de Inglaterra, fueron
reproducidos en América. El Movimiento Tractariano de Inglaterra también se
sintió en América cuando el obispo Ives de la Iglesia Episcopal de Carolina del
Norte se sometió a la Iglesia Católica Romana. No hubo cisma realmente en esta iglesia
durante la Guerra Civil. Los obispos del sur eran sencillamente considerados
ausentes de la reunión en la Convención General de 1862, y después de la guerra
se les concedió lugar otra vez.
El
despierto racionalismo que surgió en la última mitad del siglo XIX afectó la
Iglesia Protestante Episcopal. La primera iglesia unitaria americana surgió de
sus filas. Hubo un rápido crecimiento en el partido de la Iglesia Liberal, que
daba considerable énfasis a las implicaciones sociales del evangelio y a la
interpretación teológica liberal.
Esta
iglesia ha sido activa en el movimiento ecuménico. Ha hecho negociaciones para
unión eclesiástica con la iglesia rusa y otras iglesias ortodoxas del oriente, y también con los antiguos católicos
que dejaron Roma después de la promulgación del
decreto de infalibilidad, y otros.
En 1886 la Convención General sugirió un plan
para una reunión cristiana, que posteriormente
se convirtió en el Cuadrilátero de Lambeth.
En la actualidad esta iglesia tiene 2.757.944 constituyentes en
7,271 congregaciones de América y lleva a cabo un fuerte programa de misiones,
de educación teológica, y de servicio social.
CONGREGACIONALISMO.
El congregacionalismo surgió de la Guerra de Revolución con
brillantes perspectivas. Sus dirigentes habían apoyado la Guerra de
Independencia con entusiasmo, y su historia americana era larga y estable.
La manutención estatal de su clero en Massachusetts, Connecticut,
y Nueva Hampshire, constituía una llaga para los de otras iglesias; sin embargo,
particularmente por los esfuerzos de los bautistas (Isaac Backus y Juan
Leland), por 1833 Massachusetts eliminó la última unión de iglesia y estado.
El antiguo escepticismo probablemente afectó al congregacionalismo
más que a cualquiera otra denominación en América. El unitarismo (que negaba la
esencial deidad de Cristo) se llevó grandes cantidades de sus iglesias. En
algunos casos iglesias enteras se volvieron unitarias, incluyendo la primera
Iglesia Congregacional en América, la Iglesia de los Antiguos Peregrinos de
Plymouth. Mediante un tecnicismo legal, una minoría de unitarios podía
conseguir la propiedad de la iglesia, en muchos casos contra una mayoría
congregacional.
La Universidad de Harvard se hizo universidad unitaria en 1805. En
veinte años el grupo unitario se organizó y se hizo oír. Al presente la Iglesia
Unitaria informa de 96,715 constituyentes en 378 iglesias.
El congregacionalismo fue grandemente bendecido por el segundo
Gran Despertar a principios del siglo XIX. Se fundaron muchas iglesias nuevas; se
iniciaron escuelas y seminarios, y se formaron sociedades para misiones
domésticas y extranjeras, para publicación de tratados y para el adelanto de la
educación.
El movimiento hacia el oeste desafió a los congregacionalistas.
Algunos pensaron que toda Nueva Inglaterra se estaba yendo al oeste en la
primera mitad del siglo XIX. Sin embargo, el congregacionalismo perdió a muchos
de sus constituyentes que se mudaron al oeste. En 1801 se hizo un acuerdo de
cortesía con los presbiterianos, que planeaba esfuerzos cooperativos para
fundar nuevas iglesias.
La mayoría debía decidir si la iglesia sería presbiteriana o
congregacional, pero en práctica casi todas las iglesias de la Unión se
volvieron presbiterianas. Muchos cientos de iglesias congregacionales se
perdieron probablemente ante los presbiterianos antes que el plan se
abandonara.
Como grupo el congregacionalismo se opuso fuertemente a la
esclavitud, y contribuyó al movimiento abolicionista, particularmente en los
primeros días del movimiento. La Guerra Civil no afectó la comunión de las iglesias,
porque este grupo no tenía iglesias en el sur. El renovado racionalismo de
post-guerra afectó profundamente el caudillaje congregacional. Muchos se
volvieron teológicamente liberales y exaltaban el aspecto social del evangelio.
El ecumenismo y la unión eclesiástica han sido muy atractivos.
El congregacionalismo se unió con las Iglesias Evangélicas
Protestantes de Norteamérica en 1925, y con la Iglesia Cristiana en 1931, y
ahora lleva el nombre de iglesias Cristianas Congregacionales. Su feligresía
actual asciende a 1.342.045 miembros en 5.561 iglesias.
CALVINISMO.
El sistema religioso de Calvino, alterado en algunas maneras por
los diversos grupos nacionales de Europa que lo adoptaron, está representado en
América por los presbiterianos y las Iglesias Reformadas (y las Evangélicas).
En un sentido, los congregacionalistas pertenecen a esta familia, pero su fondo
independiente y su tipo de gobierno eclesiástico difiere de ellos bastante para
discutirlos bajo encabezado separado.
Los presbiterianos se desempeñaron noblemente en el lado
patriótico durante la Revolución Americana. El daño físico y el estallido
general de la guerra fueron más que compensados por el elevado prestigio
después de la fundación de la nueva nación. En 1790 había alrededor de
dieciocho mil miembros, pero varios factores contribuyeron a un rápido aumento
en feligresía. Ellos se beneficiaron considerablemente con los vastos avivamientos
en Pennsylvania, Kentucky, y Tennessee en los primeros años del siglo XIX.
La inmigración contribuyó algo. El cumplimiento de la estructura
organizacional indudablemente le dio impulso también al crecimiento. Al mismo
fin del período anterior vino la organización de la Asamblea General, que fue
el coronamiento de las organizaciones locales y territoriales. Desde entonces
el crecimiento presbiteriano se aceleró.
Otro factor contribuyó sin intención al crecimiento de los
presbiterianos. El Plan de Unión de 1801, aparentemente justo para ambas
partes, añadió muchas iglesias presbiterianas en el oeste, a expensas de los congregacionalistas.
Varios cismas han dividido a los presbiterianos americanos. En
1810 un pequeño grupo de Kentucky se retiró por el asunto de los prerrequisitos
para la ordenación ministerial, y organizó la Iglesia Presbiteriana de Cumberland.
El cisma duró cien años, aunque en la reunión de 1906 una minoría se negó a
regresar. La doctrina y las formas de organización produjeron separación en
1838 entre los antiguos y nuevos grupos escolares, mientras que la esclavitud
también causó un cisma que no ha sido remediado todavía.
El presbiterianismo americano se ha caracterizado por su amplia
obra de benevolencia. En la primera mitad del siglo XIX se organizaron sociedades
misioneras domésticas y foráneas. Se han fundado muchas escuelas y seminarios.
Hasta el presente hay alrededor de diez cuerpos de presbiterianos americanos,
el más grande de los cuales es la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos
de América, con 2.645.745 miembros en 8,282 iglesias, y la Iglesia Presbiteriana en los Estados Unidos (presbiterianos
del sur) con 810,917 miembros en 3,852 iglesias.
Los primeros años del período moderno vieron el fin del cisma
dentro de la Iglesia Reformada y la adopción en 1792 de una constitución. Dos
años después se organizó el Sínodo General. Esta denominación es similar a la de
los presbiterianos en organización, porque tienen una fuente común en Zwinglio
y Calvino. La sesión que ellos llaman “consistorio” los presbiterianos la
llaman junta directiva; al sínodo lo llaman “sínodo particular”, y a la
Asamblea General la llaman “sínodo general”. En la actualidad tienen 804
iglesias con 205.323 miembros.
En 1934 la Iglesia Reformada de los Estados Unidos (Alemana Reformada)
se unió con el Sínodo Evangélico de Norteamérica como Iglesia Evangélica y
Reformada. Al presente el número de este cuerpo incluye 774,277 constituyentes
en 2,732 iglesias.
LUTERANISMO.
Los luteranos fueron leales a las colonias y participaron
activamente en la Revolución Americana. Aunque había apenas dieciocho ministros
de esta denominación en América al fin de la Revolución, las siguientes décadas
trajeron un rápido crecimiento, principalmente por inmigración. Tanto el crecimiento
mismo como el tipo de crecimiento produjeron problemas de lenguaje, de
organización y de doctrina. La fuerza del luteranismo continental estaba en
Alemania y en las áreas escandinavas.
El sistema de organización semi-congregacional hacía difícil
conseguir uniformidad. La inmigración del Continente trasplantó a América muchos
de los problemas divisivos que se encontraban en Europa. En el siglo XIX
surgieron controversias sobre puntos de vista confesionales y liberales, y
también sobre diferencias de lenguaje, de distinciones raciales, y de formas de organización.
En general, el luteranismo americano ha hecho hincapié en la
autoridad de cada congregación, aunque se ha cedido alguna autonomía a las organizaciones
generales en desarrollo. La iglesia local es gobernada por un pastor y por un
concilio eclesiástico. Las formas de organización más grandes son la
conferencia y el sínodo. Antes de 1820 el luteranismo americano no tenía un
cuerpo general. Ese año se organizó el Sínodo General, aunque no recibió apoyo
general por muchos años. Por la inmigración y el desarrollo de la organización
general, los luteranos americanos por 1833 podían contar más de trescientos
ministros que servían a 680 congregaciones, con casi seiscientos mil
comunicantes.
Las controversias del siglo XIX fueron seguidas en el presente
siglo por un espíritu de creciente unidad entre los luteranos. La Conferencia
Sinodal fue organizada en 1872 por luteranos conservadores o “estrictos” siendo
su cuerpo constituyente más grande el Sínodo de Missouri, que ahora cuenta con
2,006,110 miembros en 4,805 iglesias. La Iglesia Luterana Unida de América fue
organizada en 1918 y ahora cuenta con 2.175.726 miembros en 4,050 iglesias. La
Iglesia Luterana Americana fue organizada en 1930 y ahora tiene 836,485
miembros en 1,919 iglesias.
Una Conferencia Luterana Americana fue vagamente organizada en
1930 para compañerismo y para asuntos de interés común, pero se deshizo en 1954.
Los luteranos americanos están envueltos en toda clase de empresas de
benevolencia, que incluyen más de tres docenas de seminarios teológicos y todos
los niveles de educación cristiana y un extenso programa misionero. Las últimas
estadísticas muestran que los luteranos americanos ahora suman más de siete
millones de constituyentes en cerca de veinte cuerpos.
CATOLICISMO ROMANO.
Al principio del período moderno la Iglesia Católica Romana tenía alrededor
de veinte mil constituyentes. Muchos de sus miembros desempeñaron valientes
papeles en la Revolución. El estado desorganizado de la nueva nación ofreció
gran oportunidad de crecimiento. El Gran Despertar de 1800 tuvo poca influencia
sobre este cuerpo, pero la inmigración de países católicos de Europa
proporcionó increíble crecimiento. En 1820 los católicos romanos de América se estimaban
en casi 250,000; en 1830, más de 350,000; en 1840, 1.000.000; en 1860,
3.000.000; en 1890, más de 10.000.000; y en la actualidad, 33.396.647 en 21,086
iglesias. Prácticamente todo este crecimiento ha venido de la inmigración y de
los nacimientos.
La Iglesia Católica Romana fue rápida para completar su
organización en América, principalmente por la sagacidad de Juan Carroll, de
Maryland, que se convirtió en el primer obispo americano en 1790 y en el primer
arzobispo en 1808. Por una breve temporada esta iglesia se vio plagada por un
movimiento llamado “sindiquismo”, que en efecto era la aplicación de autoridad
congregacional. El lenguaje y los asuntos raciales también trasplantaron la
tensión del Viejo Mundo. Durante el siglo XIX el catolicismo fue agobiado por
acusación de antiamericanismo. En el presente siglo ha estado comparativamente
libre de tales problemas.
Dos organizaciones distintivas se han desarrollado en suelo
americano. Elizabeth Ann Seton (1774-1821) inició el sistema de escuelas parroquiales
en Estados Unidos, que ha sido una institución sobresaliente para la Iglesia
Romana. La segunda organización influyente fundada por católicos americanos fue
la sociedad fraternal para hombres católicos conocida como los Caballeros de
Colón, iniciada en 1882. Esta se ha convertido en un propagador agresivo y
militante de la fe católica.
La organización de la Iglesia Católica Romana en América está directamente
subordinada a Roma por un delegado apostólico en Washington, D. C., y también
por los oficios de varios cardenales y la forma regular de organización de
parroquias, diócesis, y más de una docena de arzobispados.
BAUTISTAS.
Los bautistas americanos fueron enérgicos patriotas durante la Revolución
Americana, y muchos de sus ministros sirvieron como capellanes en el ejército.
Esta denominación se puso a la cabeza en los movimientos de Virginia y Nueva
Inglaterra que rompieron los hierros de la unión entre la iglesia y el estado,
y desarrollaron un servicio similar para conseguir las garantías
constitucionales de libertad religiosa en la nueva nación.
La organización y la doctrina bautistas fueron peculiarmente
adecuadas para la extensa “frontera” americana (en la historia americana la
frontera se refiere no a los límites del país, sino a las regiones agrestes que
estaban en proceso de ser conquistadas a la naturaleza), y una gran parte de la
historia bautista tiene que ver con los intrépidos hombres que fueron colonos
(“pioneros”) con sus compatriotas durante ese tiempo, y que les predicaban en
la noche y los fines de semana.
El gran avivamiento a lo largo de la “frontera” en los primeros
años del siglo XIX agregó a muchos a las filas bautistas. Simplemente la
mención del gran crecimiento numérico de los bautistas americanos en el periodo
moderno da evidencia de su gran vitalidad y actividad. En 1789 ascendían a
menos de 100,000; en la actualidad suman más de 18.000.000.
Puede haber varias razones principales de este gran aumento.
(1) Los bautistas predicaban un evangelio sencillo, reducían las
fórmulas teológicas y hacían énfasis en la experiencia de una vida cambiada.
(2) Por lo general, los predicadores surgían de entre el pueblo común.
Los problemas de ordenación, organización y autoridad eclesiástica eran eclipsados
por la necesidad de pregonar la historia por mandato de Dios. Había fuego en
los huesos de los sencillos granjeros y “pioneros” que los transformaba en
predicadores. El fuego cundió.
(3) El aspecto económico del ministerio no ofrecía dificultad. La
mayoría de los antiguos predicadores trabajaban durante la semana al lado de
sus congregaciones y predicaban sin remuneración el fin de semana. Fuera haciendo
tiendas o labrando la tierra, el evangelio era predicado.
(4) Cada iglesia bautista era completamente independiente. Esta clase
de principio era atractivo a la democracia “fronteriza”. Daba oportunidad para
la libre expresión de la disensión tanto como del asentimiento, y hacía pedazos
la posibilidad de la inmunidad ministerial respecto a una vida y moralidad
consistentes.
(5) Desde el principio, los bautistas americanos han sido muy
inclinados a las misiones. Tanto obra misionera foránea (en Canadá) como
doméstica, se habían hecho antes de la organización en 1814 de la primera
sociedad misionera nacional para el extranjero, y de la primera sociedad
misionera nacional doméstica en 1832. En 1824 se organizó una sociedad de publicaciones
o de tratados, como auxiliar misionero.
Al recordar el principio bautista de que cada persona es sacerdote
de Dios mediante la fe y la regeneración, y que tiene el derecho de interpretar
las Escrituras por sí mismo, no debe sorprender el notar que la familia bautista
americana haya tenido algunas divisiones. Ha habido divisiones por
organización, por empresas misioneras, por la esclavitud y el abolicionismo, y
por el modernismo. El último asunto, en particular, ha causado mucha controversia
en el último medio siglo.
A pesar de estos problemas, los bautistas americanos se han comprometido
en un activo programa de misiones, de educación, y obras de beneficencia. Su
aumento en número y organización ha estado acompañado por una creciente sensibilidad
a todas las necesidades de sus miembros y del mundo. Los cuerpos más grandes en
la vida bautista americana son las dos organizaciones de los Bautistas Negros,
la Convención Bautista Americana (bautistas del norte) y la Convención Bautista
del Sur. La Alianza Mundial Bautista fue organizada en 1905.
Las cifras suministradas por la Alianza Mundial Bautista en enero
de 1973, dan 29.013.168 bautistas en Norte América. Muchos bautistas del norte
han estado activos en el movimiento ecumenista.
METODISMO.
La estrecha relación del metodismo con la vida inglesa,
particularmente durante la vida de Juan Wesley (que murió en 1791), y el hecho
de que muchos ministros metodistas de las colonias fueran leales a Inglaterra durante
la Revolución Americana, hizo que la tarea de los metodistas americanos fuera
muy difícil en los primeros años de este período. Varios factores alteraron
pronto este cuadro, sin embargo.
La organización de la Iglesia Metodista Episcopal en América en
1784 produjo una nueva unidad. El gran caudillo de esos primeros años fue
Francisco Asbury (1745-1816), que introdujo el oficio de obispo al metodismo.
Por su ejemplo como incansable ministro itinerante y sus firmes demandas de que
sus predicadores siguieran esta norma, Asbury tuvo una gran intervención en el
crecimiento fenomenal del metodismo americano.
El sencillo tipo de organización y el canto, y la experiencia de
salvación que se predicaba, estaban hechos para la extensa “frontera”
americana. El vasto avivamiento en el oeste en los primeros años del siglo XIX
trajo al metodismo una gran cosecha.
Ha habido varios cismas. Porque era una iglesia del pueblo, el
metodismo fue de las primeras en sentir el impacto de la controversia
esclavitud abolicionismo en la cuarta década del siglo XIX, y el cisma
sobrevino en 1844-45. Otras importantes escisiones en la unidad organizacional vinieron
por el desacuerdo en el gobierno de la iglesia y la doctrina de la santidad. El
nuevo racionalismo prevalente en la segunda mitad del siglo XIX afectó al
metodismo y produjo considerable controversia sobre el asunto del modernismo.
El cisma por la esclavitud terminó en 1939 con la reunión de las divisiones
del norte y del sur. El metodismo americano ahora con 9.299.046 constituyentes
en 39.854 iglesias, la mayoría de las cuales son miembros del nuevo cuerpo
unido. Esta denominación siempre ha sido activa en las misiones, en la
educación y en otras beneficencias, y ha tenido parte sobresaliente en el
movimiento ecumenista.
EL CRISTIANISMO CANADIENSE Y LATINOAMERICANO
CANADÁ.
En los primeros años de este período el cristianismo canadiense
era principalmente católico romano del tipo francés. Enseguida de la Guerra de
los Siete Años (1756-63) Canadá fue cedido a la Gran Bretaña por Francia,
acompañado de un inusitado establecimiento religioso. Por el Acta de Quebec de
1774 se garantizaba a la religión católica romana el libre ejercicio, y el Acta
Constitucional de 1791 prácticamente daba al catolicismo el control de lo que
llegó a ser el Bajo Canadá. Como resultado, el catolicismo romano está en
posición dominante en la vida religiosa de Canadá.
La considerable inmigración protestante de los Estados Unidos e Inglaterra
a Canadá, durante y después de la Guerra de Revolución, dio a la Iglesia de
Inglaterra un punto de apoyo en Canadá. Después de un período de prueba y error
con respecto al mantenimiento estatal y a la organización eclesiástica, la
Iglesia de Inglaterra en Canadá fue organizada en 1861, aunque no estaba
mantenida ni gobernada por el gobierno. En 1893 se formó un sínodo general para
gobernar la Iglesia de Inglaterra en Canadá.
En el siglo XX esta denominación no ha mantenido numéricamente el paso
con otros grupos, y parte de la razón es la menguante inmigración de Inglaterra.
Aunque favorece la unión de una unión eclesiástica interdenominacional con el
estado en Canadá, la Iglesia de Inglaterra se negó a ingresar a la Iglesia
Unida de Canadá cuando ese cuerpo fue porque
los otros partidos se negaron a continuar el episcopado histórico.
Aunque
fue uno de los primeros grupos en empezar trabajo en Canadá, el congregacionalismo
nunca se convirtió realmente en una parte prominente del cristianismo
canadiense. Los bautistas y los presbiterianos se beneficiaron con las
escisiones de esta denominación. A pesar de la valiente obra de una sociedad
misionera doméstica unida organizada por congregacionalistas, bautistas, y
presbiterianos en 1827, y a la obra de la Sociedad Misionera Colonial formada
en Inglaterra en 1836, el congregacionalismo canadiense contaba apenas con
12,586 miembros cuando la Iglesia Unida de Canadá los absorbió en 1925.
La
vida presbiteriana canadiense de antes de 1875 era increíblemente compleja,
pues representaba una amalgama de pensamiento calvinista de varios grupos
doctrinales y raciales. Peleas y problemas extranjeros fueron llevados allí de
todas partes del mundo. La formación de la Iglesia Presbiteriana de Canadá en
1875, que representa una fusión de varios cuerpos, produjo creciente vitalidad
en toda clase de beneficencia y
educación. En 1925 esta denominación informó de más de 400,000 constituyentes
al tiempo que la mayoría ingresó a la Iglesia Unida de Canadá. Sin embargo,
alrededor de 180,000 de ellos rehusaron participar en la unión, y continuaron como la Iglesia
Presbiteriana de Canadá.
También
los metodistas tuvieron una casi infinita variedad de organización y
pensamiento antes de 1884. A pesar de reunir todas las tensiones doctrinales,
políticas y de organización del metodismo americano e inglés, y de contribuir
con algunos problemas distintivamente propios, los metodistas canadienses
lucieron sorprendentes progresos a pesar de la diversidad. Cuando en 1884 se
formó la Iglesia Metodista de Canadá, su feligresía ascendía a más de 157.000.
Esta denominación tomó la iniciativa de trabajar por la unión eclesiástica, y
en 1925 cuando se convirtió en parte de la Iglesia Unida de Canadá, su
feligresía ascendía a más de 415.000.
No
mucho después de la promulgación del Cuadrilátero Lambeth (1888) se despertó el
interés en Canadá por la posibilidad de la unión eclesiástica.
Los
primeros esfuerzos no fueron alentadores, porque sólo la Iglesia de Inglaterra
deseaba perpetuar el episcopado histórico. Al fin del siglo, sin embargo, los
metodistas, congregacionalistas, y presbiterianos, pusieron los cimientos para
la unión. Los bautistas declinaron una invitación para ser parte del
movimiento. La organización final adoptó elementos de los tres tipos denominacionales, y en 1925 se completó la
unión, sumando 609.729 constituyentes de las tres
denominaciones fundidas. El crecimiento desde
1925 ha sido lento.
La Iglesia Católica Romana ha hecho los avances más grandes de los
grupos canadienses del período moderno. Después de ser alrededor del 40 por
ciento de la población en 1911 y más o menos lo mismo en 1931, la Iglesia
Romana superó el índice de población la siguiente década y subió a cerca del 44
por ciento de la población en 1941, y dado el alto índice de nacimiento entre
los predominantes miembros franceses y rurales, el promedio indudablemente se
ha elevado aún más en la última década.
Además de los principales grupos de Canadá, las denominaciones pequeñas
incluyen a los bautistas, luteranos, católicos griegos, menonitas, y otros.
LATINOAMÉRICA.
Al principio del período en 1789, el cristianismo de
Latinoamérica, que incluía principalmente a México, Centroamérica, y América del Sur, era casi
completamente católico romano, aunque el papado tenía menos control que los
poderes de Europa que reclamaban las diferentes áreas. El cuadro se ha cambiado
radicalmente en el último siglo. Ha sido un siglo de revolución y cambio.
El poder político francés, español, y portugués ha sido eliminado,
y prácticamente todos los estados latinoamericanos se han hecho repúblicas
independientes. Junto con la revolución política ha venido la agitación
religiosa. Dado que la Iglesia Católica Romana estaba tan íntimamente
relacionada con los poderes políticos, sufrió considerablemente con algunos
movimientos anticlericales y patrióticos.
En la segunda mitad del siglo XIX, los evangélicos (principalmente
los de los Estados Unidos) empezaron un activo programa misionero.
Prácticamente todas las denominaciones americanas han tomado parte
en esta tarea misionera, que ha hecho grandes logros en una población nominalmente
católica romana. Sin embargo, el catolicismo romano todavía hace de la libertad
religiosa un ideal, en vez de una realidad.
COMPENDIO FINAL
El cristianismo en los Estados Unidos fue separado de la autoridad
secular por la constitución. Después de 1833 fueron abolidas todas las uniones
de iglesia con estados. El avivamiento de los primeros años del siglo XIX, conocido
como el Segundo Gran Avivamiento, fortaleció grandemente el movimiento cristiano de la joven nación. Estableció
la dinámica para el amplio desarrollo de la
obra de beneficencia. Rápidamente surgieron sociedades
para misiones, para publicaciones, y para distribución de la Biblia.
Hasta
un grado considerable, la gran inmigración del extranjero y la embestida
al oeste por la colonización dentro del mismo país, dieron forma a las
características del cristianismo en los Estados Unidos. Se activó el celo
misionero, se fundaron nuevas denominaciones, las denominaciones antiguas
crecieron y en algunos casos se dividieron, la creciente estabilidad financiera
proporcionó el sostén para las iglesias en cada comunidad, y en general tomó
forma un tipo distintivo de cristianismo. Las denominaciones “nativas”
crecieron muy rápidamente.
Durante
este período nacional en los Estados Unidos, el cristianismo ha enfrentado
problemas de industrialización, crecimiento de ciudades, gran inmigración,
severas guerras mundiales, y tanto prosperidad como depresión financiera. Tal
vez ninguna de estas cosas ha sido tan seria como las incursiones del
racionalismo y el materialismo.
EL PERÍODO HISTÓRICO CRÍTICO Y SU INTERPRETACIÓN BÍBLICA
Aunque
en el S. XVIII tenemos a hombres como Wesley y Whitefield, fue el movimiento
Metodista que promovió el estudio personal y de grupo de la Biblia, pero fue
insuficiente para detener la tormenta del liberalismo y el llamado criticismo
alto de la Biblia, cuando Kant y Schleiermacher eficazmente removieron los
fundamentos de la hermenéutica bíblica de la iglesia.
Kant
quitó todo excepto los mandamientos explícitos y Schleiermacher enfatizó los
sentimientos humanos de la divinidad quitando las definiciones ortodoxas y la
fuente autoritativa de la Biblia. A estos dos siguieron Ritschl y von Harnack
quienes enfatizaron la moralidad de la Biblia e idearon un Jesús que no era el
de la Biblia (errando en afirmar que el Jesús de la Biblia no era el Jesús de
la historia).
Las
características dominantes de la Hermenéutica del liberalismo moderno son: El
rechazo de la inspiración verbal de la Biblia y la opinión que la Biblia es un
producto humano falible.